Joan y Josep Font, los hermanos que comparten la cadena de supermercados Bon Preu, vivirán este miércoles a media mañana la primera derrota en la guerra familiar sobre el control de la cadena de supermercados catalana. Ambos empresarios aún comparten la animadversión ante los medios de comunicación, pero deberán superarla a lo largo de la jornada. Dado el interés que ha suscitado su batalla por el control del grupo, la titular del Juzgado Mercantil 8 de Barcelona, Marta Cervera, ha dado luz verde a abrir a la prensa la declaración de ambos e incluso ha habilitado una señal en streaming para facilitar la cobertura.
Los Font pasarán su particular pena de telediario en un momento clave. Acompañado por sus respectivos elencos de abogados, mostrarán en público sus discrepancias sobre el futuro de un grupo que incluye tanto las marcas Bon Preu como Esclat (con sus correspondientes gasolineras) y que factura más de 1.000 millones de euros anuales.
Supermercados independentistas
El foco está puesto en el principal hecho diferencial de esta compañía. Joan Font, el presidente, ha sacado pecho de la catalanidad del grupo. Ha enarbolado la bandera del independentismo sin ninguna timidez porque él mismo se ha presentado como uno de los principales defensores de las tesis secesionistas.
No esconde que apoya tanto en lo económico como en lo formal el procés y que esta defensa política también llega al ámbito empresarial, incluso en lo gestual. La red de Bon Preu-Esclat cierra el 11 de septiembre y se apuntó a los llamados paros de país que se celebraron en los últimos meses de 2017, aunque abre en el Día de la Hispanidad. Se une de este modo al movimiento Res a celebrar durante unas horas, ya que a veces las voluntades políticas chocan con la gestión laboral y la organización de los turnos de trabajo.
Política desde hace tiempo
También es la primera en vender las camisetas que la ANC comercializa cada Diada para recaudar fondos y se une a las recolectas solidarias. No es un movimiento advenedizo de los últimos tiempos, Joan Font ya dejó espacio en los lineales de los supermercados que dirige en 2013 al Cava per la Llengua, una iniciativa comercial que impulsaron de forma conjunta Bodegas Sumarroca y la ONG del catalán, la Plataforma per la Llengua. También puso un millón de euros a título personal en la aventura de Spanair, el intento de reflotar la aerolínea para ayudar que el aeropuerto de Barcelona-El Prat fuera un hub internacional. Incluso usa el .cat en su página web.
Esta militancia le ha hecho sumar clientes en los momentos álgidos del procés casi como una militancia de consumo más. Su cuenta de resultados ha crecido de forma exponencial en un momento de crisis y recesión, ha pasado de los 505 millones que obtenía en 2010 a os 1.076 que obtuvo en el ejercicio pasado.
Discrepancias con la gestión
Joan Font aplaude el plan de negocio, pero su hermano Josep, el vicepresidente, es extremadamente crítico con los éxitos futuros de esta gestión. De hecho, desde su entorno aseguran que no comparte que la política sea un eje más del negocio y advierte de que las mieles actuales serán las mismas que llevarán a la compañía a estrellarse en el futuro. Sus exigencias de un cambio de timón en la gestión ha derivado en la batalla actual.
Los hermanos han fracasado en su intento de alcanzar un acuerdo tanto en lo mercantil como en lo económico. Joan ha asegurado también de forma bastante pública a Josep que si quiere comprar su 50% de la cadena de supermercados deberá pagar la cantidad que él diga. Presentó un documento de Grant Thorton que establecía en 1.100 millones el valor de la compañía. Contestado, a su vez, por otro de KPMG que lo rebajaba hasta los 600 millones.
Decisión salomónica
¿Quién tiene razón? Será una de las cuestiones que de forma previsible se pondrán sobre la mesa durante el juicio de este miércoles. Aunque la sesión versará sobre el futuro de las acciones de la compañía, la especialidad de la juez Cervera. Y es que en el marco de esta guerra fraternal, Joan depositó ante notario una propuesta de segregación de la compañía en dos. Aludió a una presunta cláusula en los estatutos de la cadena que obligaría a crear un comité de escisión si uno de los dos socios mayoritarios lo pide. Josep lo rechaza, pero será la sala quien tenga la última palabra. Se ha especulado durante mucho tiempo con un acuerdo in extremis que, a última hora de este martes, los respectivos entornos de las partes implicadas rechazaban.
Bon Preu es ahora una gallina de los huevos de oro. Su futuro se definirá con la decisión salomónica que se tome tras la sesión que se iniciará a media mañana.