El Corte Inglés y su guerra fratricida: ¿qué sucede dentro de verdad?
Una sucesión mal planificada, personalismos y envidias familiares son una parte de la batalla interna del gigante comercial; la otra, la resistencia al cambio y a la modernización
26 mayo, 2018 00:00Algunas dependencias de la sede central de Hermosilla siguen decoradas con maderas que en su día fueron nobles y hoy sobreviven carcomidas por la crisis interna de la empresa más que por la antigüedad de imagen con que obsequian a sus visitantes. El escay abunda y la moqueta no ha desaparecido tampoco. Si la imagen que se percibe en la sede central de El Corte Inglés, el lugar por el que transitan directivos, proveedores, grandes clientes y hasta banqueros, evoca tan escasa actualización, a nadie debe de extrañar que su gestión empresarial siga análogos derroteros.
Mientras el comercio al por menor reflexiona en el mundo entero sobre su modelo más adecuado de digitalización, en la sede central de Hermosilla los debates son otros: quién manda aquí y en qué medida. Los miembros del consejo de administración se han dividido en los últimos meses, el presidente está cuestionado y los dos principales ejecutivos mantienen obediencias que no son coincidentes.
Unas apetitosas cifras
El gasto en compras ordinarias de El Corte Inglés, aquellas que hacen posible abrir cada día las 93 macrotiendas del grupo, ronda los 1.200 millones de euros cada año. Sólo la seguridad (vigilancias, alarmas, cámaras…) cuesta la friolera de unos 300 millones anuales. La limpieza, por ejemplo, se mueve por los 200 millones. El transporte que usa toda la compañía supone un coste de otros 150 millones de euros cada ejercicio y así un largo etcétera de compromisos que, por su magnitud, son contratos que cualquier proveedor desearía tener en su cartera.
Dimas Gimeno resiste en El Corte Inglés / PEPE FARRUQO
Cuando Dimas Gimeno es escogido presidente, en septiembre de 2014 para suceder a su tío Isidoro Álvarez, el gran prócer del gigante español de los grandes almacenes, descubre dos cosas: que la herencia encierra muchas dificultades imprevistas y que a cada paso a favor de modernizar la compañía de la que ya era director general desde 2013 toparía con algún privilegio, canonjía o interés de alguno de los dirigentes históricos vinculados a la firma.
Los recortes que frena la vieja guardia
Una consultora contratada por Gimeno en sus primeros meses como presidente ejecutivo diagnosticó y estudió cómo mejorar la política de gasto de la empresa nada más aterrizar en el puente de mando, según explica a sus próximos. Los profesionales externos se comprometían a ahorrarle al grupo un mínimo del 15% de esos 1.200 millones de euros que cada año se evaporan por la vía de los costes. Para dar fe en su seguridad en que la gestión era incorrecta le proponían un plan de éxito: cobrarían un porcentaje del ahorro y la optimización que lograran. Los primeros pasos para poner en marcha esos ajustes y centralizaciones de costes despertaron un monstruo subyacente: los intereses personales del alto mando.
Cuando Gimeno intenta darle la vuelta al contrato de seguridad de la empresa topa con que la compañía adjudicataria está a nombre de la esposa de un alto directivo del grupo. Pero, siempre según el relato del presidente a su círculo de allegados, no es el único inconveniente. Uno de los consejeros octogenarios le pide que ese capítulo se mantenga invariable sin mayor explicación.
Un ejecutivo para cada rama de la familia
La insistencia del presidente le ha costado casi los galones en la empresa de la que posee un 7% del capital. Sus primas hermanas, hijas adoptadas por su tío Isidoro a una avanzada edad, le han desposeído de las funciones ejecutivas por su persistencia en modernizar la compañía y poner en marcha algunos procesos encaminados a que, algún día, El Corte Inglés pudiera ser una empresa cotizada con las exigencias de transparencia interna y externa que eso supone.
Dimas Gimeno, Marta y Cristina Álvarez Guil / FUNDACIÓN RAMÓN ARECES
Además de desposeer a Dimas de las funciones ejecutivas que siempre había tenido el presidente –“y en consecuencia desautorizar el mandato que dio Isidoro en vida al nombrarlo primer ejecutivo”, según un miembro de las familias–, cada una de las ramas de este Falcon Crest de los grandes almacenes se ha procurado un ejecutivo próximo.
¿Quién controla a los controladores?
Así, cuando de forma insólita las funciones ejecutivas del presidente se dividen entre dos consejeros delegados, lo que estaba sucediendo de verdad era algo menos confesable. “Marta Álvarez cuenta con Víctor de Pozo como hombre de confianza. Florencio Lasaga (uno de los octogenarios consejeros) tiene como representante en la gestión a Jesús Nuño”. Esta afirmación, que realiza un alto directivo del grupo, muestra con diáfana claridad que tras la operación de acoso y derribo a Gimeno se escondía, más allá de una batalla entre herederos, una soterrada guerra por el control interno de la organización no siempre con propósitos de interés colectivo. “¿A quién reportan esos consejeros delegados? ¿Al presidente?”, se pregunta uno de los consejeros críticos con los acontecimientos.
Victor del Pozo y Jesús Nuño, los dos ejecutivos con cargo de CEO en El Corte Inglés
Con esa división, añaden fuentes internas del holding comercial, se desencadena un efecto dominó en la gestión. “Si ya era una empresa paleolítica en su organización interna, ahora lo es más aún. No hay nadie al frente de las compras; finanzas está cerca de unos; comunicación y marketing, de otros; y así hasta alcanzar a algunos virreyes regionales, que hacen lo que les place por ausencia de mando”.
Una batalla en varios frentes
Que la batalla por la herencia de Isidoro entre Cristina y Marta Álvarez, Dimas Gimeno, la madre y el tío del presidente aflorara a la prensa ha sido una prueba de lo irreconciliable de la situación. Las dos primas, explica un consejero, intentaron forzar un cese del presidente en octubre pasado. Desde entonces, cuando fracasaron en el intento, el enconamiento no ha dejado de incrementarse. Abogados, equipos de comunicación y asesores de todo tipo rodean a los concernidos en esta batalla. Unos para cobrarse la pieza, otros para resistir y mostrar el despropósito de la situación.
En ese marco, algunas familias propietarias se han empezado a dar cuenta de lo calamitoso de la situación para todos. La exposición del grupo a la publicidad y la pugna por el control sólo devalúan la empresa ante los mercados, los acreedores y el propio país, señala un experto en crisis empresarial. “La banca –subraya un consejero– se ha hartado”. Los acreedores consideran que deben forzar a los accionistas a reconsiderar algunas posturas antes de abrir las máximas hostilidades entre las familias históricamente vinculadas al grupo comercial.
La bolsa como solución
“En ese marco –prosiguen– hay que hacer un proyecto para salir a bolsa. Pero no sólo para que algunos puedan obtener liquidez y se olviden de controlar pequeñas parcelas, sino para poner la empresa en la senda de la modernidad. O se hace de esta manera o no habrá forma posible de reconducir la situación y veremos una nueva crisis similar a la historia de Galerias Preciados. La bolsa no es un fin en sí mismo, es la única manera de que la empresa se profesionalice y deje de ser un reino de taifas, un monstruo con los pies de barro”.
El jeque catarí Hamad bin Jassim bin Jaber Al Thani lo tiene claro, y lo tiene firmado. Hay que ir al mercado porque así el grupo entrará en una senda de búsqueda de beneficios colectivos y no particulares. La estructura actual de gestión y de management no garantiza eso, dicen sus representantes. Y lo mismo piensa la banca acreedora, que incluso está poniendo freno a una parte de la refinanciación que el grupo negociaba. Nadie quiere arriesgar nada más porque el escenario, pese a la mejora de los resultados que la salida de la crisis ha propiciado, no garantiza que el desgobierno y los enfrentamientos prosigan.
Los clásicos también se modernizan
De hecho, Florencio Lasaga y Carlos Martínez Echevarría, representantes de la Fundación Ramón Areces (37,5% del capital), son los primeros que han comenzado a virar posiciones en su respaldo a las díscolas hermanas Álvarez. No apoyan al presidente Gimeno, pero están dispuestos a garantizar con su presencia que se prepare la empresa para garantizar su futuro. El propio Gimeno admite, a medias, su derrota. “Querían proponer un cese para lograr que dimitiera, pero les he plantado batalla y no pienso ceder por más que parezcan dispuestos a cargarse la compañía”. Son las palabras aproximadas que el presidente habría pronunciado en las últimas horas ante una persona de su máxima confianza.
Quienes amenazaron con destituir al presidente rebelde no han conseguido al final los apoyos del consejo necesarios. Lasaga y Martínez-Echevarría han optado por buscar los puntos de acuerdo entre las partes en vez de los que les distancian. La banca ha tomado cartas en el asunto y exige seriedad a los accionistas en disputa. Algo similar sucede con el jeque catarí, cuyo representante asiste anonadado al culebrón familiar. “Gestión, gestión, gestión”, parece oírsele decir a quien quiere pulsar su opinión. La disputa puede tornarse en los próximos días en un armisticio que sólo tiene un común denominador: evitar que la guerra interna finiquite a una de las joyas de la corona del ámbito empresarial español. Preparar la bolsa, según la metáfora de uno de los participantes, “para salvar la vida”.