La cabecera de la manifestación del 1 de mayo de 2017 en Cataluña, la última gran movilización convocada por los sindicatos / EP

La cabecera de la manifestación del 1 de mayo de 2017 en Cataluña, la última gran movilización convocada por los sindicatos / EP

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¿Será el 1 de mayo de 2018 el punto de inflexión de los sindicatos de clase?

La politización del debate laboral en los últimos meses y la celebración de las próximas elecciones en los centros de trabajo catalanes marca el Día del Trabajador

1 mayo, 2018 00:00

“¡Ojalá que lloviese!”. Así se expresaba un sindicalista cercano a la cúpula de una organización catalana en a jornada previa del 1 de mayo. Un Día Internacional de los Trabajadores cuya participación estará más monitorizada que nunca, ya que se tomará el pulso del poder de movilización real que aún conservan los sindicatos de clase tradicionales.

Las propias secretarías generales de las CCOO y UGT dan por sentado que esta jornada reivindicativa se sale de lo normal. Incluso hay algunas voces que alarman sobre la baja participación que tendrá la protesta y el impacto que supondría en su gestión. Incluso se admite que en el último momento se han intentado añadir reivindicaciones en clave de género en el 1 de mayo para intentar atraer a los manifestantes que llenaron de forma espontánea las calles de las principales ciudades del país para mostrar su indignación con la sentencia de La Manada.

Reivindicación de igualdad

Cuestión que va más allá de exigir mejoras en la ocupación, salarios más altos y el cobro de pensiones dignas, los motores iniciales de la protesta laboral. Sí que las peticiones de igualdad en los puestos de trabajo han estado en el foco de los sindicatos tradicionales, pero sin la fuerza actual. Un impulso que el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, demostraba en la jornada previa del 1 de mayo con una bufanda morada simbólica que asegura que lucirá “todos los días del año para luchar contra el patriarcado" y revisar sus acciones.

Pero la acción se le giró en contra y le propició un aluvión de críticas en redes sociales. Desde los colectivos feministas se le atribuye una falta de valentía al evitar sumarse a la convocatoria de huelga general el pasado 8 de marzo, día de la mujer --cuestión que también salpica a CCOO--, y los críticos con el dirigente sindical desde hace casi 30 años le recriminan que se intente apropiar de este tipo de reivindicaciones.  

Proceso independentista

Tanto Álvarez como su homólogo en CCOO, Unai Sordo, aseguran que aún mantienen relación con la calle. Pero la crisis que viven las instituciones tradicionales en España y la persistencia de las consecuencias de la recesión, con la consiguiente fractura social que incluso reconocen banqueros de la talla de Ana Botín o Jordi Gual, les pasan factura.

La guinda del pastel la ha puesto el proceso independentista catalán. Las cúpulas de UGT y CCOO de Cataluña han coqueteado en múltiples ocasiones con los movimientos secesionistas, aunque se distanciaron abiertamente de la ruptura unilateral.

Seísmo en UGT

La gota que colmó el vaso fue sumarse a la convocatoria de una manifestación en la que se exigía la liberación de los políticos independentistas que están en la cárcel y que ha generado un seísmo interno que aún perdura en las organizaciones.

De forma más visible, en la liderada por Álvarez y que en Cataluña cuenta con Matías Carnero como presidente y Camil Ros como secretario general. Muestra de las dos almas del sindicato, el histórico representante de los trabajadores de Seat que exige que se deje de politizar la institución y el exresponsable de acción sindical, que pide estar presente en estos espacios de diálogos que asegura que son transversales.

Capote de Sordo

Un argumento parecido es el que usa su homólogo en CCOO de Cataluña, Javier Pacheco, que ha capeado el temporal con menos exposición pública. Sordo, además, le ha echado algún que otro salvavidas al asegurar que el sindicato no apoya al independentismo y que sólo apuesta por una solución política al conflicto catalán que no pase por los tribunales.

Pero los ánimos internos en ambas organizaciones están en horas bajas y se teme que repercuta en uno de los momentos clave del año, la celebración del Día Internacional del Trabajador. Además, se tiene el foco puesto en los procesos electorales que se iniciarán en centros de trabajo de todos los sectores en Cataluña a partir del próximo septiembre.

Efectos en las elecciones sindicales

Desde grandes industrias como Seat o Nissan a los ayuntamientos o centros educativos, los trabajadores deberán elegir a sus representantes sindicales desde el cuarto trimestre de 2018 a finales de 2019. CCOO y UGT temen perder fuerza en Cataluña como consecuencia del procés y por ambos lados.

Es decir, que los partidarios del independentismo les tilden de flojos y se sumen a otras opciones, como Intersindical-CSC, liderado por el exmiembro de Terra Lliure Carles Satre y convocante de las huelgas tras el 1-O y la aplicación del artículo 155. Pero también especulan con fugas hacia la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF), que ya ha empezado a hacer bandera de su apoyo al Estado de Derecho, la Constitución y los Estatutos Autonómicos y a sacar pecho de su crecimiento en Cataluña; o hacia Usoc en la industria, con posiciones más discretas en lo político.

Por todo ello, la manifestación de este martes supondrá un punto de inflexión en los sindicatos de clase tradicionales.