Grupo Celsa, propiedad de la familia Rubiralta, es uno de los pocos gigantes industriales catalanes que cumplió los consejos que daba Jordi Pujol a las empresas mientras era presidente de la comunidad: internacionalizarse e innovar. Sin suerte aparente, a la vista de la delicada situación con la que ha aterrizado en el siglo XXI. De símbolo industrial nacido en 1967 a gigante con pies de barro en apenas 50 años.
Celsa Group, la denominación del holding con sede en Castellbisbal y que preside Francesc Rubiralta, heredero de uno de los fundadores, prepara un nuevo plan de negocio que pasa por dejar de ser un gigante y acomodarse en tamaño a su nueva y delicada situación. Sus primeros ejecutivos serán examinados en breve por la banca, a la que adeudan 2.700 millones de euros que no pueden pagar.
El número 48 del mundo
La compañía logró en 2013 un convenio con los bancos que le ha permitido ganar unos años, pero insuficiente. El mercado del acero, la principal especialidad del grupo, está en una fase terrorífica de contracción de la demanda. De los diez primeros productores mundiales, seis son empresas chinas. Celsa es la 48 del mundo. No se vende más y los chinos lo hacen, si es necesario, por debajo del precio del mercado en un dumping que tiene al sector atemorizado.
Celsa corrió a comprar empresas por todo el mundo a crédito. Fueron los años buenos de expansión económica. Hoy, pese a tener un EBITDA positivo (resultado de explotación) los costes financieros le impiden progresar.
El EBITDA positivo no da para pagar
De los 2.700 millones que la banca prorrogó en 2013, la mayor parte de entidades que se reparten la deuda en un crédito sindicado son españolas: Banco Sabadell (360M€), BBVA (360), Santander (350), Caixabank (300), Bankia (215), Popular (205) y Abanca (140). Sólo entre estos poseen el 70% de la deuda de los Rubiralta.
El exceso de capacidad productiva instalada en el sector del acero mundial no ha impedido, no obstante, que el resultado de explotación se mantenga en números positivos. En 2013, el grupo logró un EBITDA de 127 millones de euros; la cifra subió a 150 millones en 2014; el pasado año, según datos aún no publicados de forma oficial a los que ha tenido acceso Crónica Global, el resultado fue de 180 millones; y en una estimación optimista prevén lograr 275 millones este ejercicio.
Los bancos rehúsan ser accionistas
En ningún caso, esa cifra permite hacer frente a la devolución de la deuda. Entre la amortización de capital y los intereses (que son del 3%) puede abonar las devoluciones pactadas hasta 2017. En noviembre de este año debe pagar 63 millones más intereses. En 2017 la cifra asciende, según datos financieros conocidos por este medio, a 739 millones más intereses.
De ahí que Celsa siga pidiendo a la banca cambios en la estructura de esa deuda. De hecho, de los 739 millones que debería pagar el próximo ejercicio algo más de 555 son canjeables por acciones. Aquí es donde se produce el primer problema: ni la banca tiene interés en convertirse en nuevo accionista de Celsa ni a la familia propietaria le entusiasma tener a nuevos socios en el capital y, por tanto, en los órganos de gobierno. Por si todo eso fuera poco, según el calendario que pactó en 2013 con los acreedores, en 2018 el gigante siderúrgico deberá atender el vencimiento de 1.922 millones de euros.
ERE a la vista y liquidación de fábricas
Los bancos han decidido anticiparse a los acontecimientos, después de recibir algunas peticiones de aplazamientos en los últimos meses, todavía menores. Mientras los propietarios de Celsa se empeñan en hacer de forma interna su nuevo plan de negocio para sentarse con los bancos, los acreedores solicitarán en breve un Independent Business Review (IBR), que es una revisión externa del negocio. La empresa habitual que trabaja para este grupo de bancos es FTI, aunque aún no ha sido designada, según medios financieros conocedores de la situación.
"Celsa --explica un analista financiero implicado en el grupo-- tiene un nivel de deuda propio de otra época. No se venderá como llegó a decirse porque el exceso de capacidad instalada en el mundo hace inviable esa operación y nadie querrá sus fábricas, salvo alguna excepción. La solución del nuevo plan de negocio del grupo pasa por cerrar centros, reducir la plantilla y hacer mucho más pequeño todo el conglomerado. Adaptarse a la nueva realidad del mercado".
Celsa posee instalaciones industriales en Reino Unido, Polonia, Francia, Noruega y España. En este último territorio posee centros de producción en Barcelona, Santander, La Coruña y el País Vasco.