Luis María Anson recibía a cada becario que tenía el disgusto de conocer con un breve sermón sobre la condición sacerdotal del periodismo. Sus palabras no eran una arenga precisamente, sino más bien la advertencia de que aún estaban a tiempo de dedicarse a otra cosa, un trabajo digno, honrado y razonablemente retribuido, por ejemplo. Anson subrayaba que el oficio exigía dedicación exclusiva (él mismo tenía un plegatín en su despacho), así como virtudes cual la obediencia, la pobreza e incluso la castidad. Además, el viaje exigía un equipaje tan ligero que mejor no tener familia. Seminaristas, bienvenidos al infierno, solía terminar su discurso el Director del ABC verdadero.
Tal vez exageraba en comparación con otros menesteres. El periodismo es la punta de la pirámide de las tres pes: putas, policías y periodistas. Sin embargo, aún hay cosas peores. La política, sin ir más lejos y como acaba de poner de manifiesto la diputada de Podemos Carolina Bescansa. Ha ocurrido en un plató de televisión, que es un lugar menos recomendable y más peligroso que un club de carretera. En el debate de los sábados por la noche en la Sexta. La víctima, Eduardo Inda, periodista, director de Ok Diario, colaborador de La Sexta y martillo de Podemos. Inda tiene un pleito con su ex esposa y le han embargado las colaboraciones en la mentada televisión vía resolución judicial, publicada en Twitter y rebotada en el digital Público con gran alarde de aspaviento moral. Y Bescansa aventó el asunto en la tertulia moderada, un decir, por Iñaki López, que, eso sí, reprendió a la diputada porque La Sexta Noche, dijo, no es Sálvame de Luxe y que allí se hablaba del salario mínimo y no de la vida privada de Inda.
El aludido respondió que se divorció hace siete años y que si su ex le denunciaba por no pagar 13.000 euros de pensión alimenticia, él hacía lo propio por una deuda de 25.000 euros y por incumplir el régimen de visitas. O sea, el típico tiberio personal de cada cual.
Además de tener familia y exfamilia, el problema de Inda, como el de todos los periodistas que se meten en problemas, es que se suele enfrentar a fuerzas muy superiores, en este caso Podemos, cuyos diputados, asesores, colaboradores y fans tienen la consigna de espiar al periodista hasta dejarlo en pelota picada ante la audiencia. A cualquier precio y por cualquier motivo, sea tan nimio como el expuesto. Como para que lo pillen fumando en el trabajo o tomándose un cubata en un after con una amiga.
Inda habló de él y de ella, Bescansa. Aquello fue un duelo al sol con música de Ennio Morricone. Ganó el periodista. No recurrió a los laxantes del laboratorio Bescansa ni al crecepelo Abrótano Macho, orígenes de la fortuna patrimonial de la diputada radical. Sacó directamente el cañón Berta al invitar al respetable a teclear en Google los nombres de Fermín Bescansa y María del Pilar Santamaría. Explicado a modo trino: El padre de Bescansa, anestesista, fue condenado por la muerte de una paciente de 19 años que se operaba la nariz en una clínica sin licencia y en la que el anestesista atendía tres operaciones a la vez.
Fuera de cámara, los restos de Carolina Bescansa se recompusieron para espetar a Inda un terminal hipido: "¡Hijo de puta, te voy a escupir!", según testimonio de parte de Ok Diario. Hay testigos. Los acompañantes de Bescansa recomendaron al plumilla que fuera con cuidado. Ah, la familia, famiglias en napolitano, sagradas familias. Con la familia es mejor no meterse, quien a hierro mata, a hierro muere y "toito te lo consiento menos faltarle a mi mare".
En realidad, aquí se iba a hablar de Miguel Ángel Revilla, el vendedor de anchoas, pero el hombre que ve la tele acaba de reparar en que el presidente de Cantabria tiene casi su misma edad, 74 tacos muy bien llevados. Entre periodistas no se hacen prisioneros, pero las cosas no funcionan así entre los panteras grises. Y a fin de cuentas, Revilla no es muy diferente del parroquiano que le “ameniza” el carajillo matinal con sus teorías políticas, el "si yo fuera Rajoy" de cada bar de este país, un personaje “entrañable”.
Revilla entrevistó al ex presidente de Uruguay José Mujica para solaz de los tupamaros de salón. El tipo dijo que se le escaparon algunos tiros pero no mató a nadie. Finales de los sesenta, principios de los setenta. Los atentados se reivindicaban con pasquines: "¡Viva el Vietcong! ¡Viva la revolución!".