Una familia pasa tiempo juntos en casa / CG

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Vida

El tortuoso proceso (con final feliz) de las adopciones

Los obstáculos administrativos lastran los procesos de adopciones y acogidas permanentes de niños españoles

7 diciembre, 2020 00:00

La llegada de un hijo es algo que, de forma casi generalizada, se espera con especial ilusión. No obstante, hay notables diferencias entre los tiempos de espera de un hijo biológico, un hijo adoptado y uno acogido de forma permanente: si los padres biológicos esperan nueve meses para coger a su hijo entre sus brazos, los progenitores de niños adoptados y de acogida permanente esperan años hasta por fin conocer al nuevo miembro de la familia.

Durante ese tiempo sortean múltiples obstáculos, pasan por decenas de entrevistas y preparan infinidad de papeles con un solo fin: hacer cumplir un derecho fundamental de los niños y niñas, el derecho a tener una familia.

Un 92% menos de adopciones que en 2005

En el año 2018, 445 niños fueron adoptados --nacional e internacionalmente-- en España. Choca frontalmente con la cifra de niños adoptados en el 2005 (5.541), un 92% menos en 13 años. Los motivos de tan notable disminución son varios: la crisis económica, la prioridad de algunos países sobre la adopción nacional, la negativa de algunos países a la adopción por parte de parejas homosexuales, el aumento de gestaciones subrogadas y el tiempo de espera hasta culminar la adopción. Pese a todo, hay parejas que sortean todos los obstáculos que se les presentan, que cumplen con la tediosa burocracia, que responden favorablemente a todos los estudios psicológicos y que aguantan con estoicismo la larga cuenta atrás que les separa del primer abrazo con sus hijos. Una de esas parejas es la formada por Carlos Navasmigueloa y Teresa Lobo.

Esta pareja madrileña tuvo por primera vez en brazos, hace poco más de un año, a su quinto hijo: una niña llamada Daniela, que en ese momento tenía ocho meses y que llegaba tras una adopción nacional. Desde que iniciaron los trámites de su adopción hasta que conocieron a su hija, pasaron más de cuatro años y un sinfín de trámites. Pero para ellos no era algo nuevo, ya lo habían vivido unos años antes cuando adoptaron en Etiopía a Casilda, cuando la pequeña, que ahora tiene ocho años, era un bebé de cuatro meses. “Teresa y yo teníamos claro, ya desde antes de casarnos, que queríamos tener familia numerosa y la adopción siempre estuvo presente como una manera de tener hijos”, comenta el padre de Casilda y Daniela.

Trámites largos y burocracia tediosa

Hildegart González, profesora de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Navarra, y Javier Arregui, su marido, también, como Carlos y Teresa, tienen cinco hijos, e igual que ellos, siempre contemplaron la idea de “poder albergar a uno de estos menores en el hogar que yo creara. La pérdida de Asier, mi primer hijo biológico, a los 17 meses de su nacimiento reforzó en mí esa convicción. Tras su pérdida, durante muchos años me repetía a mí misma que a mí me faltaba un hijo al que cuidar y sabía que había un niño al que le faltaba el apoyo, el cariño de una madre, de una familia. He tenido cuatro hijos más, pero ninguno de ellos consiguió quitarme esa idea de la cabeza, ese sentimiento del corazón”, explica esta madre y doctora en periodismo navarra.

Niños con sus padres / PIXABAY

Niños con sus padres / PIXABAY

Además, añade González, “gracias a mi profesión he tenido la oportunidad de conocer de primera mano la dura realidad que viven millones de menores en todo el mundo y siendo muy joven me prometí aportar mi granito de arena para reducir esta lacra social. Al pensar en este tipo de niños estoy convencida de que la mayoría de los españoles le vienen a la cabeza chiquillos africanos o latinoamericanos abandonados. Pero, al ser directora de comunicación de una entidad que trabajaba con la infancia desfavorecida en España (Asociación Navarra Nuevo Futuro), descubrí que en nuestro país también hay miles de niños que por diversas circunstancias están en desamparo y necesitan un hogar que les acoja, bien de manera urgente, temporal, permanente o especializada”.

De la adopción a la acogida

Por eso, poco antes de que naciera su quinta hija, iniciaron el trámite para ser habilitados por Gobierno de Navarra como familia acogedora, “convencidos de que la familia que estábamos configurando podía ser un contexto idóneo para que un pequeño en desamparo creciera desarrollando todas sus potencialidades".

"Tras casi un año de trámites y entrevistas --relata--, Gobierno de Navarra nos concedió esta acreditación. Si bien es cierto que es un trámite largo y en ocasiones puede resultar engorroso, creo que es necesario ya que las entidades públicas que tienen la tutela de estos menores deben asegurarse de la idoneidad de las familias a las que validan para ejercer la guarda del menor. Tras obtener esta acreditación asistimos a cursos de formación para dotarnos de competencias y habilidades que nos permitirán ser mejores padres de acogida, convencidos de que en breve un nuevo pequeño llegaría a nuestro hogar”.

Ser familia de acogida de urgencia

"Pero los meses y los años fueron pasando. De vez en cuando nos contactaban desde los servicios de bienestar del Gobierno de Navarra para preguntarnos si seguíamos interesados en acoger a un menor. Nuestra respuesta siempre fue afirmativa, pero los años iban pasando y nunca nos llamaron para plantearnos un caso concreto. Yo era consciente de que el habernos postulado como familia acogedora permanente era un factor que condicionaba de manera evidente que un menor llegara a nuestra casa.

Sin embargo, la dura pérdida vivida tras la muerte de nuestro primer hijo me impidió dar el paso de querer ser familia de urgencia, o temporal. Me parece admirable lo que ellas hacen, pero yo no me sentía con fuerzas para volver a afrontar otra pérdida si el menor acogido debía volver con su familia biológica. Ahora, valoro esta cuestión de manera muy distinta”.

Dos niños hacen los deberes en su casa durante el confinamiento / EUROPA PRESS

Dos niños hacen los deberes en su casa durante el confinamiento / EUROPA PRESS

Una llamada lo cambia todo

Ocho años después de lograr la acreditación del Gobierno de Navarra para poder ser familia de acogida, y cuando los hijos de Hildegart y su marido ya estaban prácticamente todos en la adolescencia, llegó la llamada que lo cambiaría todo. “Tras confirmar que seguíamos interesados, me dijeron que tenían un niño de tres años que era adecuado para ser acogido por nuestra familia. Debo reconocer que me quedé helada, desconcertada, confusa... ¿Por qué ahora? Fui plenamente consciente de que yo ya no necesitaba cuidar de otro niño, y menos ahora que los míos estaban ya criados. Supe que ese pequeño iba a cambiar de manera radical el funcionamiento actual de nuestra familia, y la verdad, estaba muy cómoda con cómo nos organizamos ahora”.

Tras plantear la decisión a sus hijos, “la reacción fue unánime. Un sí rotundo con el foco muy puesto en que ese niño nos necesitaba y nosotros teníamos la obligación de darle una familia”. Hace dos meses llegó Xaki, de tres años, a la familia Arregui González. Es uno de los cerca de 20.000 niños que crecen en una familia de acogida en España. Llegaba tras pasar seis meses con una familia que lo acogió de urgencia (tiempo máximo permitido en esta tipología de acogida) mientras las administraciones trataban de “recuperar” a su familia biológica como entorno adecuado para el menor, algo que finalmente no sucedió. Por eso el Gobierno navarro decidió que la acogida de urgencia de Xaki llegaba a su fin y era hora de que una familia lo acogiera de forma permanente.

Acogida permanente, paso previo a la adopción

A diferencia del acogimiento de urgencia, en el que una posible adopción a futuro está del todo descartada, con un acogimiento permanente hay opciones a futuro de hacerlo. Aunque Hildegart González no descarta iniciar los trámites de adopción de Xaki, tiene claro que no le adoptarán “hasta que él tenga la mayoría de edad y quiera realmente burocráticamente ser nuestro hijo. Una adopción supone el cambio de apellidos y de algún modo una ruptura para siempre con su familia biológica. Creemos que esa decisión la debe tomar él cuando sea mayor de edad”, afirma.

La principal diferencia, por tanto, entre acogida permanente y adopción es que en el primer caso pertenece a la entidad que se la ha retirado a los padres biológicos. En la adopción, la tutela es de los padres adoptivos.

El tedioso papeleo administrativo

Como los trámites de acogida, los de adopción, ya sea nacional o internacional, forman parte de “un proceso bastante largo y tedioso. Todo empieza con una reunión informativa en la consejería del menor y la familia. Si después de esta reunión sigues con ganas, hay un curso de varias semanas, entrevistas con trabajadores sociales, estudios psicológicos individuales, en pareja y familiares... burocracia, traducciones, más burocracia y más entrevistas. Y, después de todo el papeleo, esperar, esperar y esperar otro poquito más, llamadas a la ECAI (Entidad Colaboradora en Adopción Internacional), preguntas y más espera. En total, desde aquella primera reunión hasta que tuvimos en brazos a Casilda, procedente de Etiopía, pasaron más de 3 años”, señala Carlos Navasmigueloa.

El dificultoso proceso de la acogida / PIXABAY

El dificultoso proceso de la acogida / PIXABAY

El proceso de adopción nacional “es inverso al internacional. La espera es lo primero y después llega el papeleo. Empezamos el proceso después de nacer nuestro cuarto hijo, se abrió el plazo de inscripción y nos ofrecimos a la Comunidad de Madrid como posible familia adoptante. Una vez presentamos el ofrecimiento, nos tocó esperar, esperar y esperar un poco más, hasta que pasados 4 años recibimos una llamada de la Consejería del Menor y la Familia. Nos preguntaban si seguíamos interesados. Ahí empezaron los cursos, entrevistas, etcétera. En nuestro caso, al tener algunos de esos cursos ya hechos en el proceso de la adopción internacional, no tuvimos que repetirlos, pero sí tuvimos que conseguir toda la documentación necesaria de nuevo. En total, desde el ofrecimiento hasta que tuvimos a Dani en brazos, pasaron alrededor de 4 años”, detalla este padre madrileño, dedicado profesionalmente al desarrollo de proyectos relacionados con la energía renovable y el medio ambiente.

Los gastos

En cuanto a los gastos económicos, los más altos son los relacionados con la adopción internacional, ya que los marca el país de origen. “Entre traducciones y legalizaciones de documentos, el viaje, la estancia y los gastos de la ECAI, pagamos en total unos 15.000€”, aclara Navasmigueloa. El proceso de adopción nacional es gratuito.

En la acogida permanente, “como familia asumimos todos los gastos del menor: colegio, libros, alimentación, ropa. Eso sí, el Gobierno de Navarra aporta cada mes 415 euros para cubrir las necesidades básicas”, matiza Hildegart González.

¿Es posible la vuelta con la familia biológica?

En cuanto a la adopción, claro, la vuelta con la familia biológica es imposible. ¿Y en una acogida permanente? “En un acogimiento permanente no suele ser frecuente ya que este recurso es el último y se activa cuando tras intentarlo por todas las vías se ha evidenciado que la familia no es “recuperable” como entorno adecuado para el menor. Los milagros existen, pero no sería lo habitual. Si nuestro pequeño Xaki tuviera que volver finalmente con sus padres, no sería ningún drama, ya que sé que los años que viva con nosotros le aportarán unos cimientos sólidos para reescribir su historia desde un enfoque positivo. Esto hace unos años no lo hubiera podido afirmar con la paz que lo digo ahora”, admite esta profesional de la comunicación navarra.

El pequeño de los Arregui González ya está “completamente integrado en nuestra familia, de la que se siente parte”, dice, orgullosa, Hildegart González. “La valoración del proceso es muy positiva. Es un auténtico regalo gracias al cual nosotros hemos crecido como familia y él está forjando unos cimientos sólidos sobre los que asentar su personalidad. Es una experiencia que se la recomiendo a todas aquellas familias que, evaluando su hogar como un lugar adecuado para criar a sus hijos, quieran dar la oportunidad a un menor de disfrutar de ese entorno. Porque, sin lugar a duda, una familia es el mejor contexto en el que un niño puede vivir.

Una menor adoptada junto a su padre y su madre / PIXABAY

Una menor adoptada junto a su padre y su madre / PIXABAY

No hay que tirar la toalla

Pese a que Carlos y Teresa sabían que se enfrentaban, “a procesos largos, llenos de curvas y baches, teníamos muy claro el fin, así que tirar la toalla nunca fue una opción. “Igual que no te planteas rendirte en el mes 4 de búsqueda de un embarazo, no piensas rendirte en el año 2 de una adopción. Dudas hay siempre, todo tipo de dudas, pero no es algo que haga que te rindas, son dudas naturales que vienen con el papel de ser padre o madre. Pero pienso que las instituciones deben dejar más claro que ser padre no es un derecho, no todos podemos tener hijos.

Parece que se nos ha metido en la cabeza que el derecho es del adulto a formar una familia cuando es al revés, es el menor el que tiene derecho a una familia que lo quiera y lo cuide. Adoptar es difícil y lleva tiempo, es una decisión pensada y meditada que no puede tambalearse por tener que esperar. Es complicado y difícil porque el menor ya ha sufrido una tragedia y hay que asegurarse de que no la sufre de nuevo. Es difícil y largo porque si tienes dudas y te rindes, es que no tienes que adoptar”.