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Rubén Ramírez fue uno de los rostros infantiles más llamativos de la televisión española de los años 90. Con apenas nueve años (y hasta los 14) se convirtió en una figura habitual de programas de humor gracias a su capacidad sorprendente para imitar a personajes populares de la época, desde políticos como Felipe González o José María Aznar hasta artistas y comunicadores de primer nivel. Vestido con grandes gafas y chaquetas llamativas, su desparpajo natural lo llevó a protagonizar shows, en espacios de entretenimiento, como 'Esos locos bajitos'.

También, a compartir platós con Bertín Osborne, Paz Padilla, Luis del Olmo o Antonio Mercero, así como a realizar cameos en series de ficción de gran audiencia como Farmacia de Guardia y Este es mi barrio, producciones que consolidaron su presencia en la pequeña pantalla durante varios años.

Inicios de Rubén

Su meteórica trayectoria mediática comenzó cuando, aun siendo muy niño, se presentó espontáneamente en un estudio de radio y allí demostró su don para las imitaciones, lo que desencadenó una serie de apariciones en televisión y giras por teatros de España acompañado de presentadores populares. En ese periodo, compaginó sus actuaciones con la educación formal y viajó constantemente entre Barcelona y Madrid acompañado por su padre, que le cuidaba y acompañaba en todos sus compromisos profesionales.

Sin embargo, a partir de los doce años su presencia en los medios sufrió un descenso abrupto que no obedeció a un hecho dramático, sino a la realidad del propio mercado del entretenimiento: "el teléfono dejó de sonar" y las llamadas de productores, que antes llegaban con normalidad, simplemente se detuvieron. Ese alejamiento de los focos fue definitivo y marcó el final de su carrera como niño estrella en pantalla.

Futuro profesional

Al alcanzar la edad adulta, Rubén tomó decisiones relacionadas con su formación y su futuro profesional. Cursó la carrera universitaria en Comunicación Audiovisual y completó un máster en Dirección de Relaciones Públicas, Comunicación y Marketing, demostrando que su interés por las artes y las comunicaciones continuaba más allá de la infancia. Pese a esa preparación académica, no logró consolidar una carrera estable en el mundo de los medios, por lo que durante varios años se dedicó al negocio familiar de carpintería, trabajando con su padre para ganarse la vida en un ámbito completamente alejado de los focos.

Ya en su treintena, Rubén ha recuperado parte de su presencia pública a través de una obra teatral autobiográfica titulada El niño de la tele, estrenada en 2016 en la Sala Flyhard de Barcelona y representada en distintos espacios posteriores. En ese espectáculo, él mismo narra en primera persona el ascenso, la caída y la vida posterior a la fama, tratando de convertir su experiencia en una historia que combina comedia, sinceridad y crítica al modo en que la industria del entretenimiento trata a los niños protagonistas. El montaje ha servido para que el público redescubra su figura y ha sido un vehículo para explorar de manera creativa las tensiones entre el pasado mediático y su vida adulta actual.

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