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Cataluña despidió 2024 sumida en una de las peores crisis hídricas de las últimas décadas. Las cuencas internas cerraron el año con apenas un tercio de su capacidad, una cifra que situaba a los embalses en niveles similares a los de 2022 y muy lejos de los registros previos a la concatenación de años secos.

El sistema Ter-Llobregat, del que depende el grueso de la población catalana, apenas superaba el 35 %, mientras pantanos emblemáticos como Sau, Darnius-Boadella o Siurana se encontraban en mínimos históricos, con imágenes que se convirtieron en símbolo de la emergencia climática.

Ese cierre de año consolidaba una sensación de bloqueo. Pese a episodios puntuales de lluvia, la sequía no daba tregua y las restricciones seguían vigentes en numerosos municipios. El horizonte de 2025 se abría, entonces, con una incertidumbre profunda sobre la seguridad del abastecimiento y la sostenibilidad del sistema hídrico catalán.

Un año de lluvias

Doce meses después, el panorama es radicalmente distinto. El cierre de 2025 llega con las cuencas internas por encima del 80% de su capacidad, más del doble que un año antes, tras una sucesión de episodios de lluvia que han ido transformando. 

La primera inflexión llegó en primavera. Las precipitaciones persistentes de marzo y abril permitieron una recuperación acelerada de los embalses y llevaron a la Generalitat a levantar en abril todas las restricciones al consumo de agua en el sistema Ter-Llobregat, tras meses de medidas excepcionales.

A principios de junio, los pantanos alcanzaron el 83% de su capacidad, un nivel que no se registraba desde antes del inicio de la sequía.

El pantano de Sau, parcialmente lleno (imagen de archivo correspondiente al 22 de junio de 2024 tras una primavera lluviosa) Lorena Sopêna / Europa Press

Desde entonces, las reservas se han mantenido de forma estable por encima del 70%, incluso durante el verano, cuando se produjo un ligero descenso que fue compensado por las lluvias del otoño. La mejora no ha sido puntual, sino sostenida, fruto de una pluviometría más generosa de lo habitual.

El empujón final

El episodio decisivo ha llegado en los últimos días del año. El temporal de lluvia y nieve que ha afectado a Cataluña durante las fiestas navideñas ha elevado las reservas de las cuencas internas hasta el 80,5%, con casi 546 hectómetros cúbicos de agua embalsada, según los últimos datos de la Agencia Catalana del Agua.

El crecimiento ha sido especialmente rápido desde mediados de diciembre: en apenas dos semanas, los pantanos han pasado del 70% a superar el 80%, impulsados por ríos que bajan llenos y aportaciones constantes.

La tendencia apunta a que las cifras sigan al alza en los próximos días, alcanzando niveles que no se veían desde hace muchos años.

Embalses llenos

La recuperación se refleja con claridad en los principales pantanos. Susqueda, el mayor de Cataluña, se encuentra al 98,6% de su capacidad y ha tenido que abrir compuertas para desembalsar agua de forma preventiva.

Sau, que hace un año apenas superaba el 16%, se sitúa ahora en torno al 68%, y el campanario que se convirtió en símbolo de la sequía ha vuelto a quedar oculto bajo el agua.

Pantano de Sau Catalunya Turisme

Darnius-Boadella, uno de los embalses más castigados durante la crisis, supera ya el 71%, mientras que Foix, en el límite entre Barcelona y Tarragona, ha alcanzado el 88% y también ha tenido que liberar caudales.

En cambio, los pantanos de la cuenca del Ebro que abastecen a Cataluña presentan una recuperación más moderada, en torno al 70%, ya que habían salido antes de la situación crítica.

El contraste entre el cierre de 2024 y el de 2025 es contundente. De un escenario de escasez estructural y restricciones generalizadas a otro de abundancia relativa y embalses casi llenos. Sin embargo, los responsables hídricos insisten en la necesidad de prudencia. La mejora no borra los efectos acumulados de años de déficit ni elimina la vulnerabilidad de un territorio cada vez más expuesto a la irregularidad climática.

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