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La Flor de Pascua se ha convertido en un símbolo indiscutible de las fiestas en los hogares catalanes. Desde los escaparates de Barcelona hasta los balcones de los pueblos del interior, sus brácteas rojas marcan el inicio de la temporada navideña tanto o más que las luces de las calles. Sin embargo, tras el Día de Reyes, muchas de estas plantas acaban desechadas, víctimas de la falsa creencia de que son objetos decorativos de un solo uso incapaces de sobrevivir al invierno.

Esta percepción de caducidad programada es, según los especialistas, un mito que conviene desterrar. Los expertos de la organización Stars for Europe (SfE) han apuntado tajantemente que “esto no es así”. De hecho, aseguran que “con los cuidados adecuados, la poinsettia puede mantenerse en perfectas condiciones desde septiembre hasta entrado el invierno”, convirtiéndose en una compañera de hogar duradera si se respetan sus necesidades biológicas.

Enemigo en casa

La supervivencia de la planta empieza por evitar errores domésticos que pasan desapercibidos. Uno de los más letales ocurre en la cocina o el comedor: colocar la maceta cerca de un frutero. Manzanas, plátanos y tomates liberan etileno, un gas que actúa como un veneno invisible para la Flor de Pascua, acelerando el marchitamiento de sus hojas. Además, aunque el invierno catalán no es extremo en la costa, las temperaturas inferiores a los 12 grados pueden dañarla, por lo que es vital protegerla bien durante el transporte.

Cuidados de una Flor de Pascua Stars for Europe Cedidas

Pasada la floración invernal, la planta entra en reposo hasta abril. Es aquí donde la geografía juega a favor. Tal y como recuerdan desde SfE, “en el noreste peninsular, Cataluña también dedica parte de su superficie agrícola al cultivo de la Flor de Pascua”. Esto no es casualidad: “Las áreas costeras con clima mediterráneo ofrecen un entorno favorable para su desarrollo”. Este clima benigno facilita que, con dejarla en un lugar fresco (15-18 grados) y reducir el riego, la planta supere el letargo sin problemas.

Renovación primaveral

Cuando las temperaturas suben, la poinsettia pide paso. Con la llegada de la primavera, “es entonces cuando conviene podar los tallos para favorecer nuevos brotes, trasplantarla a un sustrato fresco y aireado y empezar a incrementar poco a poco la frecuencia de los riegos”, recomiendan desde la entidad europea. A diferencia del invierno, en esta fase la planta agradece fertilizante semanal para fortalecer sus raíces.

El verano mediterráneo, húmedo y caluroso, requiere vigilancia. Si la maceta tiene plato, los expertos destacan que “conviene retirar cualquier resto de agua que quede tras unos 15 minutos para evitar que se encharque”. Además, cuando las noches ya no bajan de los 10 grados, es el momento ideal para sacarla a una terraza o balcón en semisombra, aprovechando la ventilación natural para que recupere vigor de cara al otoño.

Oscuridad total

El gran reto para quienes deseen verla roja de nuevo llega en septiembre. Recuperar el color no es magia, es ciencia y disciplina. Los expertos explican que “la poinsettia debe permanecer entre doce y catorce horas diarias a oscuras, sin recibir absolutamente ninguna fuente de luz”. Es un proceso de fotoperiodo estricto que dura unas ocho semanas.

La advertencia sobre la contaminación lumínica en los hogares es clara: “Incluso un destello breve, como el de un televisor encendido o la iluminación de una farola cercana, puede alterar su ritmo biológico y retrasar la aparición de los colores”. Si se protege de la luz artificial con rigor, la planta volverá a florecer. Como concluyen desde SfE, la Flor de Pascua es un regalo de la naturaleza que con unos cuidados muy sencillos puede convertirse en una pieza clave de la decoración del hogar en cualquier momento”.

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