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En lo alto de Vallirana, entre los claros del bosque y el zumbido de la desbrozadora, Carlos Delgado levanta una lata metálica en forma de “V” y la encaja en el tronco de un pino. El gesto es lento, preciso, casi ceremonial. "La resinación se ha hecho en Castilla desde hace más de doscientos años —explica—, pero aquí no se conocía. Así que alguien tenía que empezar". 

Delgado, de 70 años, y su esposa, antiguos empleados de una constructora, descubrieron el oficio cuando la crisis de 2008 los dejó sin trabajo. "Pensábamos qué podíamos hacer que no dependiera de nadie. Y aquí en Vallirana solo hay bosque, y lo que hay son pinos. Así que pensamos: ¿qué se puede hacer con los pinos?" La respuesta fue la resina.

Llamaron a una refinería de Castilla y León. La respuesta llegó en minutos: "Desde la primera gota que saquéis, os la compramos toda". No había vuelta atrás.

Un acuerdo que prendió

Todo empezó con una idea sencilla hace 10 años que, con el tiempo, se transformó en un proyecto sólido. La familia Montané les cedió 2.200 pinos en unas 40 hectáreas del Pla d’Ardenya, en Vallirana, a cambio del mantenimiento del bosque. A finales de 2015, Carlos y su esposa fundaron la cooperativa Forest Baix, firmaron un acuerdo con la refinería de Castilla y León y empezaron a trabajar.

Carlos Delgado, el resinero de Vallirana, trabaja en el bosque GALA ESPÍN Barcelona

"En nuestro caso, llegamos a un acuerdo con el propietario del bosque. A cambio de poder extraer la resina, hacemos la limpieza forestal" No todos los propietarios reaccionan igual. "Justo al otro lado del camino, otro dueño nos dijo que no. Pero si se entendiera el beneficio mutuo, esto podría multiplicarse". 

El bosque que da trabajo

Desde entonces, la pareja ha convertido su jubilación en una segunda vida laboral. "Hay quien se dedica al huerto, a los tomates o las lechugas; nosotros hemos cambiado las lechugas por los pinos", dice entre risas, con los guantes manchados de resina.

Casi cada mañana salen hacia el monte, con las herramientas al hombro. En el silencio del bosque se suceden los golpes secos de la hachuela. El vídeo que acompaña este reportaje muestra ese proceso meticuloso: limpiar la base del tronco, marcar la "cara", colocar la lata y esperar.

Las herramientas que Carlos Delgado emplea para las tareas de resinería. De izquierda a derecha: una hachuela o un barrasco, un mazo, una media luna y una escoda. GALA ESPÍN Barcelona

Lo que no se ve es la paciencia. "Esto no es clavar un hacha. Es como hacerle un pequeño corte al árbol para que sude", dice Carlos, con tono de quien ha aprendido observando más que leyendo.

El entorno también cambia. Donde antes había sotobosque y ramas secas, hoy el suelo está despejado. "Todo lo que hacemos aquí —añade— lo pagamos de nuestro bolsillo. Pero el bosque limpio no se quema igual".

Guardianes del bosque

La extracción de resina es una forma de cuidar el bosque. Carlos y Elizabeth son, en sus propias palabras, "guardianes del monte". Su presencia constante vigila el territorio, mantiene limpios los accesos, detecta plagas o enfermedades de los árboles y contribuye a una gestión forestal activa que reduce el riesgo de incendios y degradación.

Carlos Delgado, el resinero de Vallirana, prepara el árbol para extraer resina GALA ESPÍN Barcelona

"El fuego no corre igual cuando hay gente dentro del monte. La prevención no es solo poner carteles de ‘Prohibido hacer fuego’; es vivir el bosque, trabajarlo". 

Los técnicos forestales lo confirman: un bosque con resineros es un bosque más sano. "Un pinar resinero es un pinar cuidado", resume un informe del Servicio de Prevención de Incendios de la Diputación de Barcelona, donde el oficio empieza a incluirse en proyectos piloto.

Una vieja aliada industrial

La resina, esa savia espesa y aromática que los romanos ya usaban para impermeabilizar barcos y fabricar antorchas, tiene hoy una segunda vida industrial. Se usa en adhesivos, cosmética, barnices, tintas, productos farmacéuticos o incluso neumáticos ecológicos.

La resina gotea por el tronco hasta llegar al contenedor GALA ESPÍN Barcelona

Europa importa gran parte de la que consume —principalmente de China y Brasil—, y la producción local no cubre ni la mitad de la demanda. El kilo ronda los 2,5 euros. "Cada árbol puede dar entre tres y cinco kilos al año —explica Delgado—. Si se trabajara a escala, habría empleo para cientos de personas". 

Aprender, enseñar, replicar

Carlos y Elizabeth se formaron viendo vídeos, hablando con resineros de Soria y Segovia y visitando pinares castellanos. "Nos enseñaron los trucos: cuándo cortar, cómo proteger el árbol, cómo guardar la resina para que no se oxide". Lo demás, dice, lo han aprendido a base de ensayo y error.

Su entusiasmo se ha convertido también en vocación educativa. Cada año los visitan escuelas forestales y centros de formación ambiental, como la Escola Agrària de Santa Coloma de Farners o el Institut de Sostenibilitat i Medi Ambient de Barcelona. "Nos gusta compartir lo que sabemos, porque queremos extender el oficio en Cataluña. Con la cantidad de pino blanco que tenemos, podríamos ser los principales productores del Estado. La gente podría ganarse la vida dignamente". 

El uniforme de Carlos Delgado, el resinero de Vallirano, manchado de resina GALA ESPÍN Barcelona

Una economía que podría crecer

¿Por qué no hay más resineros en Cataluña? "Primero, porque el oficio no se conoce". El segundo obstáculo es estructural: el 76% de los bosques catalanes son de propiedad privada, mientras que en Castilla muchos son comunales. "Allí los ayuntamientos alquilan parcelas de 5.000 pinos. En nueve meses se pueden obtener entre 20.000 y 22.000 euros. No está nada mal".

Delgado calcula que con una inversión inicial de 3.000 o 4.000 euros por trabajador —para herramientas, cubos y material de campo—, una cuadrilla podría recuperar la inversión en la primera campaña. "En Castilla ya lo hacen así. Aquí podríamos replicarlo mañana mismo". 

Grandes contenedores llenos de resina en el bosco de Vallirana GALA ESPÍN Barcelona

Según el Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya (CTFC), en la comunidad hay más de 55 millones de pinos blancos (Pinus halepensis). "El 10% de esos pinos son cinco millones de árboles trabajando. Diez millones de kilos de resina al año. Con eso podríamos montar una refinería aquí mismo". 

Una alternativa con futuro

Carlos y Elizabeth preparan ahora una colaboración con una asociación de personas con discapacidad intelectual de Molins de Rei para enseñarles el oficio. "Queremos que puedan trabajar y tener un sueldo. Pero necesitamos un medio de transporte diario. Eso es lo que pedimos: apoyo logístico, no caridad".

De momento, su proyecto sigue siendo único en Cataluña. "Solo hemos demostrado que se puede hacer. Que el bosque no es solo para pasear o para que se queme cada verano. Es un espacio de trabajo, de vida". 

Carlos Delgado, resinero de Vallirano GALA ESPÍN Barcelona

Al final de la jornada, Carlos recoge una de las latas llenas. "Mientras el cuerpo aguante, seguiré. Y si alguien más quiere aprender, aquí estaremos para enseñar. Lo importante es que no se pierda".

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