Una vez más el director catalán José Luis Guerín ha enamorado a crítica y público con su nueva película, Historias del buen valle. Se trata de su primer largometraje en diez años, un tiempo en el que ha realizado otros trabajos de menor tamaño sin rebajar su calidad.
El cineasta presentó la cinta en la última edición del Festival de San Sebastián, donde ha sido recibida con gran entusiasmo. De hecho, no se descarte que acabe llevándose algún premio.
El filme tiene un protagonista especial, el barrio de Vallbona, una zona periférica de Barcelona, donde el cineasta sitúa la acción y donde ha estado rodando a lo largo de tres años.
Como ya hiciera con el Raval en la película En construcción, el cineasta pone su mirada hacia un territorio casi invisible en el mapa urbano de la capital catalana, un pequeño enclave que, como pasara tras el estreno de El 47 con Torre Baró, pone en el foco de la actualidad cinematográfica y cultural este espacio de la ciudad.
Entre la ficción y el documental
Historias del buen valle se presenta como una obra fronteriza, entre la ficción y el documental, igual que lo es el barrio, que se encuentra a las afueras de Barcelona, pero también como el director.
Guerín es conocido por su capacidad para explorar los márgenes de la ciudad, pero también por ahondar en historias en que la ficción y la realidad se tocan, se mezclan, hasta no saber dónde termina una y empieza la otra.
Un barrio protagonista
Asimismo, en su nuevo film, como en muchos de sus trabajos, explora los vínculos entre historia, memoria y cine. De allí que Vallbona, uno de los barrios menos conocidos de Barcelona, sea un lugar ideal para él.
Guerín filma los espacios, calles, huertos y habitantes de la zona, construyendo un retrato coral que combina testimonios, escenas cotidianas e imágenes que remiten a la memoria histórica.
Más que un escenario
El guion aborda temas relacionados con la identidad urbana, la periferia social y las tensiones entre naturaleza y ciudad. Y Vallbona aparece como un escenario que concentra problemáticas de urbanismo, aislamiento y transformación ecológica, en contraste con la imagen cosmopolita que suele proyectar Barcelona.
Por eso, más allá de la historia que se cuente, el barrio no es un simple telón de fondo, sino el verdadero protagonista de la película. Con su cámara, el realizador revela un territorio que ha permanecido prácticamente desconocido, incluso para muchos barceloneses.
Fotograma de 'Historias del buen valle'
Historias del buen valle muestra cómo la vida en Vallbona se organiza alrededor de un espacio fragmentado por autopistas y vías de tren, donde la comunidad mantiene todavía dinámicas propias de un pueblo dentro de la gran ciudad. En definitiva, la cinta rescata memorias de los vecinos del barrio.
El resultado es una película que, más allá de su lenguaje poético, pone en el centro un espacio urbano que rara vez aparece en los relatos oficiales de la capital catalana. Un hecho que, junto a las historias de sus vecinos, ha enamorado en San Sebastián.
Cómo es Vallbona
Sus vecinos esperan que el éxito de la cinta a su paso por el certamen sirva para que vecinos de Barcelona y, sobre todo, las instituciones también giren su mirada hacia este barrio que lleva olvidado desde hace décadas.
Parece que su tamaño, apenas 0,59 km2, y sus 1.300 habitantes pasan desapercibidos como vecinos del gran distrito que conforma Nou Barris. Muchos, lo achacan a sus origens.
Como Torre Baró, Canyelles, el Carmel u Horta, su origen se remonta a zonas rurales y agrícolas que, hasta mediados del siglo XX, apenas habían sufrido transformaciones urbanísticas. Creció vinculado al canal del Rec Comtal, que abastecía de agua a los vecinos y sus campos.
Historia del barrio
Y cuando las grandes obras llegaron, Vallbona se quedó aislada entre la autopista C-33, la C-58 y las líneas de tren que circunvalan Barcelona. Unas infraestructuras que ahora son barreras físicas que separan Vallbona de los barrios vecinos.
Este aislamiento ha consolidado su identidad como un espacio diferenciado. Asimismo, sus habitantes y funcionamiento se rigen con dinámicas propias. Y es que existe una fuerte sensación de vivir en un entorno semirrural dentro de una gran metrópoli.
Bloques de viviendas del barrio de Vallbona
El barrio solo se conecta con el resto de la ciudad mediante pasos elevados como el Puente del Congost y algunos ascensores urbanos que salvan los desniveles. Desde hace poco más de 20 años, también llega la L11 de metro, una infraestructura muy deseada por sus vecinos.
Hasta 2003, la principal conexión ferroviaria de Vallbona es la estación Torre Baró – Vallbona, por dond pasan las líneas R3, R4 y R7 de Rodalies.
Realidad social
Pese a esta desconexión, Vallbona sigue siendo un área residencial, de dimensiones reducidas y uno de los barrios con menor densidad de población de Barcelona. Esto les ayuda a crear una comunidad de proximidad y resistencia.
Los vecinos participan en órganos como el Consejo de Barrio, que funciona como espacio de debate, participación ciudadana y reivindicación. Y es que Vallbona sufre las consecuencias de ser un barrio pequeño y periférico.
Un futuro por delante
La escasez de servicios, las dificultades de comunicación y las limitaciones en el desarrollo urbanístico preocupan desde hace años a sus vecinos. Sus habitantes reclaman mejorar las infraestructuras y servicios, y se intentan resolver los problemas derivados del aislamiento.
Por eso, con la película de José Luis Guerín, y tras el fenómeno de El 47, los vecinos de Vallbona esperan que se vuelva a mirar al barrio. Por ahora, ya han conquistado el festival de San Sebastián.
