El director de teatro Àlex Rigola
Àlex Rigola: “El Antiguo Testamento es el manual de un perfecto fascista”
El director de escena regresa al Teatre Lliure con 'El mestre i la Margarita'
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Álex Rigola vuelve al Teatre Lliure. Y por todo lo alto. Primero, porque va a la sala grande, a Fabià Puigserver. Y, además, con una obra mayúscula, El mestre i la Margarita, una novela soviética de más de 550 páginas escrita por Bulgákov y con varias historias que se cruzan.
“Hay tres historias que parecen separadas”, cuenta el director escénico a Crónica Global. “Por un lado, una sociedad soviética que el demonio sacude. Especialmente aquellas estructuras públicas culturales soviéticas, que aquí convertimos en un ateneo, porque nos queda cerca”, empieza.
“Después está la de un escritor que no tiene la posibilidad de publicar su obra y como enferma por ello, mientras su enamorada le sigue. Por último, la confirmación de Poncio Pilato condenando a muerte a Jesús”, detalla.
Una obra de ingeniería que, vista en escena, casa y se entiende a la perfección, a pesar de la reflexión filosófica que hay en ella. Pero, como dice el propio Rigola, aquí también ha venido a hacer espectáculo. Y lo ofrece con creces. Y eso, que viene ya de dos años apostando por el formato íntimo de su propio teatro, el Heartbreak hotel.
- ¿Está siendo muy diferente el trabajo con las dimensiones del Lliure, en comparación con las de su sala?
- Básicamente, también hago un trabajo con los actores. Pero la esencia es la misma. Aquí hay los elementos mínimos escénicos. No ves grandes escenografías, sino muchas convenciones muy apoyadas en las luces.
- ¿Y qué le ha llevado hasta aquí, cuando usted apuesta cada vez más por el trabajo con el actor?
- Y por la proximidad, también. Pero esto [El mestre i la Margarita], no es una cosa que pueda hacer cada día, aunque hay unos condicionantes: es una pieza que está a la orden del día y que me apasiona por su temática y como viaje.
- Yo soy un gran lector de novelas grandes. Porque las novelas grandes, cuando las termino, tengo la sensación de haber hecho un viaje vital que me acompañará toda la vida. Y esta es una de esas grandes novelas épicas de gran extensión, donde a los personajes les da tiempo de vivir no una situación, sino muchísimas.
- En este caso, en lugar de ser un personaje que vive muchas situaciones, son muchos que viven muchas situaciones a la vez. Y eso es apasionante. De ahí surge la energía para intentar presentar este espectáculo y ponernos a disposición de una sala grande, que significa hacer espectáculo.
Àlex Rigola
- ¿Y el actor?
- Normalmente, estoy centrado y escondido en el actor, haciendo que mi trabajo se vea lo mínimo posible. Aquí es volver a hacer espectáculo, donde dejas una marca estética y filosófica, en todos los sentidos.
- Pero a veces esto de hacer espectáculo parece estar reñido con la cultura.
- Bueno, en una sala grande siempre hay que hacer espectáculo. Difícilmente no puedes hacer espectáculo.
Escena de 'El mestre i la Margarita' MARTA MAS
- Y lo hace con una gran obra de alto contenido filosófico, de casi 600 páginas y donde aparecen un gato, el demonio, Jesús y Poncio Pilato, un escritor soviético y su amada. Suena complicado.
- Todo está muy atado. Es como un juego de muñecas rusas, hay una dentro de la otra y todas están relacionadas entre ellas. De hecho, es una pieza que habla sobre el relato y sobre la manipulación del relato: quién tiene el poder para hacerlo y cómo se hace. Incluso se plantea qué valor tendría el relato, incluso si las voluntades de crearlo fueran positivas.
- Es fácil de encajar. Lo que no sabemos es hasta dónde es conveniente la verdad o la mentira. De hecho, a los niños no siempre les explicamos la verdad. Pero esta misma idea, de una mentira positiva, si la continuamos, puede acabar donde acaba. Desde gobiernos mintiendo por el supuesto bien de la sociedad, como si la sociedad no fuera suficientemente adulta para tomar sus propias determinaciones, hasta mintiendo en el círculo más íntimo.
Escena de 'El mestre i la Margarita'
- Con esta puesta en cuestión de las cosas, desde el demonio que sacude la corrupción hasta una historia de Jesús puesta en duda, ¿quiere mostrar que aquí nadie es tan bueno y tan malo como parece?
- Yo recomiendo a quien no se lo haya leído que lea el Antiguo Testamento, porque seguramente es el manual de un perfecto fascista. Cuando las cosas no son como Dios quiere, lo primero que hay es la pena de muerte. Evidentemente, homofóbico, machista… todo lo que quieras.
- Justamente, lo que complica las cosas al demonio, que quizás es un contrapeso positivo de cara a Dios, es la aparición de la figura de Jesucristo. Y aquí está el divertimento. En la obra se plantea si el demonio ha venido a Rusia para salvar la versión auténtica de lo que sucedió. Porque podemos escuchar lo que realmente sucedió en Judea sobre Jesucristo, en palabras del maestro, contando que fue un solo apóstol el que lo cambió todo con su relato.
- Por tanto, ¿la obra viene a poner en cuestión los pilares de la sociedad?
- No, sólo pone en debate la verdad. Si siempre tiene que estar por delante. Cómo se construye una sociedad cuando sus pilares no están construidos desde una verdad, porque igual ese relato, ese edificio puede caer. Y ahí vemos cómo se manipulan los relatos.
Escena de 'El mestre i la Margarita'
- Parece que tiene mucha actualidad, ¿no?
- Por eso es un clásico. Los clásicos son aquellas obras que es igual cuando hayan sido escritas y dónde y cuándo sucedan, porque quiere decir que habla básicamente de la condición humana y de las tensiones que crea el hecho de ver obligado a tener un posicionamiento ético. Todas las piezas que van de eso superan el tiempo, porque seguimos cayendo en los mismos errores.
- Y los clásicos lo que hacen es despejarnos y mostrarnos que la imagen del hombre no es bonita. Aun así, el teatro no ha de decir qué hacer con ello, pero sí debe recordar que, de alguna manera, los seres humanos somos monstruos. Y también tenemos una parte buena, que es la que ha de salir a relucir y que tiene que ver con el amor.
- Pero el amor también conlleva peligros, como se ve con Margarita, ¿no?
- El amor conlleva sacrificios porque el amor es básicamente darse a los demás. Y no me refiero solo al amor romántico, sino al amor, en general. Porque seguramente lo que da sentido a nuestra existencia significa darnos a los demás, y eso comporta sacrificios, evidentemente.
- Pero como también cuenta esta pieza, toda formulación tiene dos caras. Por tanto, siempre habrá una parte positiva y otra oscura. Tenemos que saber que existen y aprender a convivir con ellas, pero las tenemos que aceptar, sin negarlas.
Escena de 'El mestre i la Margarita'
- Y, entre medias, está la tentación. ¿Cómo uno puede no corromperse, como parece que en la obra hacen todos? ¿Es difícil?
- Eso va con los valores de cada uno, pero existe un sistema que hace muy fácil autoengañarse.
- ¿Así, cómo se puede llegar a la verdad del relato?
- Con sacrificios. Uno primero ha de aceptar que no es perfecto, que es poliédrico y, sobre todo, que tiene dos polos, uno que tira hacia un lado y otro hacia el otro, uno que tira hacia el amor, hacia compartir, y otro donde tu ego es el centro.
Escena de 'El mestre i la Margarita'
- La obra también habla de esas corruptelas en el mundo cultural, al menos, en las instituciones.
- En las instituciones culturales son muy importantes las personas que las dirigen. En cultura, la brillantez de la persona tiene que estar por encima de cualquier otra decisión. Y es una lástima, porque no siempre se hace así.
- A veces quieren preservar tanto la parte gerencial o administrativa que se olvidan de que esos espacios han nacido con una función cultural, intelectual y artística. Y en este caso, por ejemplo, el Lliure está en buenas manos.
- Las personas que están detrás de un teatro han de tener una vinculación artística con él. A Manrique, por ejemplo, se le reconoce una mirada artística clara y tiene una formación.
Escena de 'El mestre i la Margarita'
- ¿Y qué supone volver a la que fue su casa durante ocho años?
- Más que nada, yo estuve a disposición del teatro. Pero sí es cierto que crecí aquí, en el Lliure me hice adulto. Por tanto, es como ir a comer a la casa de los padres el domingo. Sabes que serás cuidado, serás acogido y es donde te sientes seguro. Ahora, el resto de la semana ya sé que tengo mi casa, el Heartbreak.
- Que es algo muy distinto a la Sala Fabià Puigserver del Lliure
- No sé, la mirada en la Heartbreak Hotel está centrada en el actor o en la intérprete. Busca que el espectador se implique con él, porque es el actor en estado puro. Es como si vas a un buen payés, le compras un tomate y lo haces solo con un poco de aceite.
- Venir a una sala grande es hacer cocina, seguramente alta cocina. Pero a mí, ir a un restaurante de alta cocina me gusta de vez en cuando, un poco por una cuestión económica, pero sobre todo por una cuestión de mis necesidades. Yo con los años me he vuelto más esencial.
El director de escena Àlex Rigola
- ¿Y qué supone volver a la que fue su casa durante ocho años?
- Más que nada, yo estuve a disposición del teatro. Pero sí es fácil dirigir
- una sala propia de esas pequeñas dimensiones?
- Lo tienes que llevar adentro, porque viene de propias voluntades. Si tú vas por los teatros de Barcelona a las estrenas u otras funciones, verás toda una serie de gente de la profesión que va siempre, que tiene ganas de conocer, de saber y tal. También verás que hay un 70% de la profesión que no va. Bueno, eso ya te está diciendo que hay gente que, de una forma innata, está desarrollando un espíritu de dirección artística.
El director de escena Àlex Rigola