En un conocido barrio de L'Hospitalet de Llobregat, fronterizo con Barcelona, la violencia y la inseguridad se han convertido en parte del día a día. Los vecinos denuncian que llevan meses conviviendo con okupaciones, robos y peleas constantes, que han roto cualquier atisbo de tranquilidad en la zona.
El último episodio ocurrió el pasado fin de semana, cuando un hombre fue brutalmente agredido por los okupas que residen en un local cercano a su casa. ¿El motivo? Haber defendido a una mujer que estaba siendo presuntamente acosada por estos individuos en una plaza del barrio.
Una tarde que acabó en pesadilla
Todo comenzó el domingo 17 de agosto, alrededor de las cuatro de la tarde. El vecino, un trabajador autónomo que guarda su material de faena en un almacén bajo la vivienda familiar, había regresado de la playa cuando se encontró con una escena inquietante: varios okupas del local situado frente a la plaza acosaban a una mujer, pareja de uno de ellos.
Ella, conocedora de vista del hombre, le pidió un teléfono para llamar a la policía. Al principio se negó para no buscarse problemas, pero al salir del almacén vio cómo la mujer estaba siendo rodeada y golpeada. Trató de defenderla, pidiendo que la dejaran en paz, lo que desató la furia del grupo.
Un policía de la Guardia Urbana de L'Hospitalet de Llobregat
Los okupas pensaron que estaba grabando con el móvil y se abalanzaron sobre él. Entre varios lo sujetaron mientras uno le propinaba tres o cuatro puñetazos en la cara. Otros también lo golpearon hasta empujarlo al suelo. Incluso algunas mujeres del grupo participaron en la paliza.
El resultado fue brutal: nariz rota, ceja abierta, heridas sangrantes y múltiples contusiones. La violencia se produjo a plena luz del día, frente a vecinos que salieron alarmados a la plaza.
La llegada de la policía
En medio del caos, la esposa y uno de los hijos de la víctima bajaron corriendo, junto a otros vecinos del mismo bloque, pero ya era tarde: el hombre, ensangrentado, apenas pudo levantarse y refugiarse en el almacén. Salió de nuevo con un martillo en la mano, golpeó la cerradura del local y logró bloquear la puerta de los okupas: lo que hizo que los agresores quedaran encerrados en su interior y no salieran con refuerzos a seguir con el ataque.
Cuando la policía llegó, los agentes comprobaron que los okupas estaban tratando de derribar la puerta a base de patadas desde dentro, hasta que finalmente la arrancaron de cuajo. Todo fue presenciado tanto por los agentes como por varios vecinos de la plaza.
Una ambulancia trasladó a la víctima al hospital, donde recibió cuatro puntos de sutura en la ceja, diagnóstico de traumatismo, nariz fracturada y varias contusiones. Tras cinco horas de observación, fue dado de alta.
Denuncia frustrada y amenazas
Esa misma noche, la familia acudió a comisaría para denunciar, pero tras más de veinte minutos de espera les advirtieron de que la cola era de dos o tres horas. Agotado y dolorido, el hombre decidió regresar al día siguiente.
El lunes, pese a sus lesiones, tuvo que acudir a trabajar. Al pasar por el almacén fue abordado de nuevo por dos de los okupas, que le exigieron que arreglara la puerta. Ante su negativa, lo abofetearon y lo amenazaron. Según la hija del agredido, que ha contactado con Crónica Global, las intimidaciones fueron explícitas: “Nos dijeron que nos iban a violar, que iban a prender fuego a la familia y que nos fuéramos del barrio”.
Por la tarde, otro okupa le insistió en que reparara la cerradura. El individuo presumió de haber pasado seis años en prisión y le advirtió: “Si yo hubiera estado ayer, habría sido mucho peor”.
Extorsiones y sensación de impunidad
La familia añade que los okupas, además, suelen estacionar sus vehículos de forma indebida, bloqueando aceras y calles. En varias ocasiones fueron multados, y ellos mismos responsabilizaron al vecino agredido de haber alertado a la policía. Incluso llegaron a exigirle que asumiera el pago de esas sanciones si quería “estar en paz” con ellos.
Imagen de archivo de un agente de los Mossos d'Esquadra
Esa misma noche, la del lunes 18 de agosto, el hombre agredido logró finalmente interponer una denuncia ante los Mossos d'Esquadra, aunque después comprobaron que faltaban elementos clave, como la petición de una orden de alejamiento y las amenazas continuadas.
Mientras tanto, los okupas siguen instalados en el local como si nada hubiera pasado. La familia vive con miedo y el vecindario observa con inquietud la situación. “Nos sentimos indefensos. Nadie ha sido detenido pese a que todo ocurrió delante de agentes y vecinos”, lamenta la hija del agredido.