
Chlydro
La startup madrileña que apuesta por Cataluña para lanzar su tecnología con microalgas
Chlydro propone una alternativa ecológica para el tratamiento de aguas residuales en pequeños municipios de la comunidad
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En medio de la carrera por impulsar soluciones sostenibles, Chlydro, la startup madrileña especializada en tecnología verde a base de microalgas y plantas acuáticas, pone el foco en Cataluña con una propuesta para tratar aguas residuales en pequeños municipios.
El CEO y fundador de la empresa emergente agrotech, Marcos Alberto Fernandes, adelanta que actualmente se encuentran “a la espera” de la disposición de las autoridades catalanas para desplegar esta tecnología en pueblos de entre 500 y 2.000 habitantes.
Fotosíntesis
La solución de Chlydro consiste en tratar con microalgas las aguas contaminadas de estas poblaciones. Estos organismos actúan como pequeñas plantas acuáticas: capturan la luz solar y, mediante la fotosíntesis, consumen los nutrientes presentes en el agua, que pueden causar daños ambientales si llegan a los ríos.
Al consumir estos elementos, las microalgas limpian el agua de forma natural, sin utilizar productos químicos ni procesos industriales más complejos; de manera que “el agua resultante puede usarse en riego o verterse en ríos sin impacto”, explica Fernandes.

El fundador de Chlydro, Marcos Alberto Fernandes
En 2024, la Agencia Europea de Medio Ambiente advirtió de que más del 70% de las aguas europeas se encuentran en mal estado y que el 30% de la población ya padece escasez de este recurso, lo que agiliza la necesidad de optar por medidas inmediatas.
Un ingrediente clave
Además del tratamiento de aguas, la tecnología de la startup madrileña se centra en la producción de biomasa a partir de las microalgas para la fabricación de fertilizantes y productos para la alimentación animal.
La biomasa es un recurso con múltiples aplicaciones, que van desde las actividades agrarias hasta la generación de energía y la fabricación de materiales sostenibles. Se define como una materia orgánica “de origen vegetal o animal, y los materiales que proceden de su transformación natural o artificial”, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).
La planta piloto más grande de Europa
En el caso de la biomasa producida por microalgas, su elevado contenido en proteínas la convierte en un componente valioso para el sector agroalimentario y otros usos industriales.
De hecho, este ingrediente es la principal línea de producción de Chlydro. En julio de 2024, la empresa inauguró en Almería su primera planta de 2.000 metros cuadrados (0,2 hectáreas), considerada la planta piloto más grande de Europa dedicada a la captura natural de CO2 atmosférico, para producir la biomasa rica en proteína.
“La planta nos sirvió para probar la tecnología y validar la patente. Los procesos actuales emplean CO2 industrial, lo que deja una huella de carbono. En cambio, la tecnología de Chlydro tiene una huella negativa: por cada kilo de biomasa que producimos, capturamos 1,8 kg de CO2 del aire”, explica Fernandes.
Ampliación de capital
El representante de Chlydro indica que han puesto en marcha una ampliación de capital para poder abrir una planta aún más grande, de 5 hectáreas, que se prevé que esté operativa en 2026.
Al igual que la primera, esta nueva instalación estará ubicada en Almería, ya que la tecnología que utilizan requiere condiciones climáticas específicas para ser productiva. “Cuanto mejor clima [más cálido], más rápido crece la microalga y mayor es la productividad. Por debajo de 10 grados, no crece. Por eso en el norte de Europa este tipo de cultivo casi no existe”, detalla.

Plantas acuáticas y microalgas
Más sostenible
La espirulina, una variedad de microalga, es capaz de generar una biomasa rica en proteínas, lo que la hace una alternativa superior a la soja y la harina de pescado, con mayores beneficios nutricionales.
Desde una visión sostenible, esta microalga es mucho más eficiente. Mientras que la soja produce alrededor de 4 toneladas de biomasa por hectárea al año, las microalgas pueden alcanzar entre 50 y 60, según recoge Fernándes. Además, su cultivo necesita menos espacio, genera una mayor cantidad de nutrientes y, a diferencia de la soja, captura CO2.
Desafíos
Fernandes apunta que uno de los grandes retos para el sector agrotech es la financiación, ya que debe ser “intensiva”. A diferencia del desarrollo de un software, este ámbito requiere inversiones elevadas, al tratarse de tecnologías vinculadas a infraestructuras físicas.
Otro desafío importante son los trámites administrativos: “En España, se necesita la Autorización Ambiental Unificada (AAU), que tarda casi un año. En este proceso, hay que explicar que se trata de un uso agrícola y no industrial, aunque igual puede retrasarse”, asegura.
En esa línea, insiste en que “se necesita voluntad política para implementar pilotos en lugar de depender siempre de grandes plantas ETAR (Estaciones de Aguas Residuales) costosas”, en referencia a optar por tecnologías más ágiles y sostenibles para conservar los recursos hídricos.