“Este fin de semana ha sido el mayor regalo que me han hecho en mi vida”, repiten sin parar a las seis de la tarde del domingo en el patio delantero de la casa de espiritualidad Santa Maria de Lavern, mientras encienden sus teléfonos móviles. Hace 48 horas no se conocían, pero ahora no pueden parar de hacerse fotos juntos e intercambiar contactos; se sienten inseparables tras vivir una experiencia que, aseguran, les ha cambiado la vida.
Son jóvenes de apenas 20 años. Por sus camisetas se identifica que acaban de caminar en Effetá, el retiro católico de moda en el que miles de españoles testifican haber conocido a Dios en tan solo un fin de semana.
Cuando llegaron el viernes por la tarde a esta casa en medio de las viñas del Penedès, no sabían a qué venían. Sus servidores les retiraron los teléfonos móviles, los relojes y “cualquier cosa que les conectara con el exterior” antes de entrar. Desde entonces, han sometido su cuerpo, su mente y su alma a dos largos días de oración, sueño, estrés emocional y empacho de dulces.
En secreto
Tras la retirada del móvil y una copiosa merienda -no será la última este fin de semana-, los caminantes -aquellos que participan por primera vez en el retiro, en jerga de Effetá-, son conducidos a la sala de conferencias. No saben qué hacen allí, por el voto de confidencialidad y el secretismo que se pide desde la organización.
Quien les haya animado a apuntarse a esta experiencia no les ha contado absolutamente nada sobre ella, tienen que ir a ciegas, sin saber siquiera que estarán aislados del mundo durante todo el tiempo. “Lo que aquí se dice, aquí se queda” es una consigna omnipresente.
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