Con la caída de Segundo premio como candidata a Mejor película internacional en la gala de los Oscar, las ilusiones a ver a un catalán en la ceremonia se fueron al traste. Lo mismo pasó cuando La gran obra no se coló en la candidatura de Mejor cortometraje de ficción. Aun así, Cataluña va a estar presente en el Dolby Theatre de Los Ángeles este 3 de marzo.
Lo hace de manera indirecta, como es obvio. Esta vez no hay ninguna figura catalana en los equipos técnicos de las principales nominadas, pero sí hay una película que lleva un rincón catalán hasta Hollywood. Y es favorita.
La cinta en cuestión no se grabó en Cataluña, pero nada más empezar se traslada hasta aquí, para habar de uno de sus personajes. ¿Inteligencia artificial? No ¿Un fondo hecho a propósito? Casi.
La película Memorias de un caracol no tiene una ubicación determinada. Se supone que sucede en Australia, de donde son sus creadores, pero uno de sus personajes más tiernos tiene una vida muy salvaje y viajera que en su día le llevó a… Barcelona.
Qué lugar es
La ciudad no aparece, sí lo hace un restaurante mítico donde este personaje vivió una noche, y no es para menos. El lugar en cuestión es el icónico Els quatre gats.
A pesar de que no es un local de fiesta, sí se conoce que sus históricos clientes no lo pasaban mal cuando se reunían. Por allí pasaron Santiago Rusiñol, Picasso, Ramón Casas, Miquel Utrillo, Ricard Opisso, Antoni Gaudí, Enrique Granados, Isaac Albéniz o Lluís Millet.
Qué le hizo famoso
Era lugar de reunión de los bohemios intelectuales de principios del siglo XX y parece que su fama se ha internacionalizado tanto que llegó a Australia. De allí, a la película de stop motion de Adam Elliot, Memorias de un caracol y, ahora, gracias a ella va a los Oscar.
Esta fama se debe a todo lo que pasó y a lo que se dice que pasó. Por ejemplo, se sabe a ciencia cierta que Picasso, cuando vivió y pasaba por Barcelona era cliente habitual y que el bufé en el que se perdió la Reina de Suecia.
El lugar favorito de Picasso
A mitad de la comida, la regente pidió ver la cocina. No avisó a sus guardaespaldas, que, al percatarse de su ausencia, empezaron a peinar el local de forma frenética y casi se origina una crisis diplomática.
Eso ya fue en 1992, antes, a principios de siglo XX el restaurante se convirtió en un polo cultural. Se reunían intelectuales, artistas y creadores, antes de bajar a la calle Avinyó o proseguir por el casco antiguo de la ciudad. “Pablo Picasso lo tuvo claro: era su lugar", comentó Josep Maria Ferré, gerente, a Crónica Global en las vísperas del 120 aniversario del local.
Mesas en el restaurante 4Gats de Barcelona / 4 GATS
Dónde se descubrió el modernismo
El pintor malagueño no lo tuvo tan fácil, como cuenta la leyenda. "No le dejaron entrar, pues vestía harapos. Como andaba justo de dinero, cambió un cuadro suyo por un traje que le hizo un sastre local. La obra está hoy en París", agrega Ferré.
El ahínco de Picasso por hacerse con una silla en el cenador debió ser altamente gratificante. Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Isaac Albéniz o Enric Granados fueron algunos de los visitantes del espacio. "Este local descubrió el modernismo", loa el empresario.
Restaurante y almacén militar
Los platos asequibles con aderezo cultural cesaron en 1904. Después, el local mutó. Fue un almacén militar, una imprenta clandestina de pasquines políticos y la sede del Cercle Artístic.
A finales de los años 70 tres empresarios recuperaron estos bajos de la Casa Martí, una obra firmada por Josep Puig i Cadafalch que asombra al visitante y recuperaron sus esencias. Y con la rentrée, llegó el éxito.
Una escena de 'Vicky Cristina Barcelona' en el 4Gats / 4GATS
Escenario para Woody Allen
Els 4 Gats recogió premios, distinciones y se hizo un hueco en la vida artística de la ciudad. La fama, sin embargo, llegó con los periodistas y, sobre todo, con un tímido cineasta, Woody Allen quien no sólo comió allí, también lo usó de escenario para rodar Vicky, Cristina, Barcelona.
En plenitud de facultades, el comedor de la calle Montsió ha capeado sin despenairse el tsunami turístico que ha sufrido Barcelona. Los mediodías hacen cola pacientemente para hacerse con una mesa en un bufé que aparece marcado en rojo en sus guías. Quién sabe si ahora, si Memorias de un caracol consigue el Óscar a mejor película de animación, su fama no va a más.
Barcelona y las 'memorias de un caracol'
La película, en realidad, no pasa en Barcelona y tampoco es para un público infantil, sino que habla de la tristeza y ansiedad de una niña solitaria e inadaptada, aficionada a coleccionar figuras decorativas de caracoles, que cae en depresión tras quedarse huérfana y quedar separada de su hermana.
Sólo conocer a una vieja excéntrica llamada Pinky, quien pasó una vida alocada en Barcelona y otras partes de mundo, parece aportar un poco de luz a su vida. Lo mismo que hace la película para los espectadores. ¿Se llevará el Oscar?