Deadman, 1972

Deadman, 1972

Vida

Gloriosa y fracasada obra maestra

8 septiembre, 2024 00:00

El pasado domingo recordamos la figura del artista de la performance Chris Burden, sujeto al que considero como poco menos que un genio, que como tesis doctoral se encerró cinco días en una taquilla, con la que iban sus compañeros de facultad a hablar a ratos perdidos, y cuya obra más famosa y terrorífica, "Shoot", consistió en exponerse voluntariamente al tiro (en el brazo) que le pegó un amigo situado a quince metros de él: "Recibir un disparo es tan americano como la tarta de manzanas", explicaba. Burden se exponía al peligro físico como forma de experimentar, y hacer sentir al público, el miedo como un potenciador de la vida. 

Algunos desprecian estas acciones artísticas, performances tan efímeras como ésta, o como la de Todosijevic "Vas ist Kunst, Marinela Kosevij?", o como las "animaladas" del catalán Jordi Benito, de las que también hablamos en esta serie de celebración del arte contemporáneo; las consideran meras ocurrencias. Estos escépticos creen que estas acciones no pueden ser calificadas como "arte auténtico" porque no requieren de los clásicos conocimientos del oficio de pintor y no "dejan" una obra permanente. Yo les entiendo. Entiendo que "no les lleguen". Quizá es una cuestión de actitud, de expectativa, de apertura, que es lo que nos pide siempre el arte, tanto el clásico como el que aquí glosamos. 

El arte y las ocurrencias

Yo por el contrario –y espero que usted también, lector—valoro mucho las "ocurrencias", las aprecio en la conversación con las personas ingeniosas, en la vida real, y las aprecio más aún en un ambiente artístico, como manifestaciones extraordinarias y gratuitas de ingenio, de creatividad, de entusiasmo, y como bellas, sí, bellas, alteraciones del orden y la lógica que rigen nuestra vida cotidiana con sus causas, sus efectos y sus propósitos claros. Las valoro como ventanas ceremoniosamente abiertas a lo inesperado. Afirman un "porque sí", en el fondo un gran "sí". Algunas, como todas estas que he citado, me ponen en un estado de exaltación y me dan mucha alegría. Alegría que se renueva cada vez que pienso en ellas. 

¿Para qué sirven esas acciones? Es como preguntarse para qué sirve la poesía. Borges dijo: "Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿Para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿Para qué sirve el sabor del café? ¿Para qué sirve el universo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué servimos? Que cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?".

Cuánto me hubiera gustado, por ejemplo, asistir, en 1972, a la performance "Deadman" (hombre muerto), de Chris Burden, que allí jugaba con la tragedia pero también con el humor, y que le salió mal, le llevó ante un jurado, como ahora explicaré.  

La obra Deadman tuvo lugar en el exterior de la galería de arte Riko Mizuno en La Ciénega Boulevard de Beverly Hills, y consistía en lo siguiente: A las 20.00 horas Burden se tumbó, junto a un coche de un amigo suyo –un Saab—en un carril de la calzada, y le cubrieron completamente con una lona. Cerca se colocaron dos bengalas de quince minutos para alertar a los coches que pasaban y que no le atropellasen. La idea era que el público entrase en la galería y se preguntase: "Aquí dentro no hay nada, ¿dónde está el arte? ¿Dónde se celebra la performance? ¿Qué está pasando?". La obra está fuera, les diría un asistente. 

El juicio de Burden. Dibujo de Barbara-T.-Smith

El juicio de Burden. Dibujo de Barbara-T.-Smith null

Como el mismo Burden explicó en una texto publicado en Ars Matter, la gente saldría fuera, se daría cuenta de que el bulto era él, tumbado boca abajo y cubierto con una lona verde del Ejército de Salvación e iluminado por las bengalas, programadas para difundir su alarmante luz roja durante quince minutos. Algunos pensarían que había muerto tras sufrir un accidente de tráfico, "de manera que la gente se para en la acera, la gente mira, mira, mira. Las bengalas se apagan, me levanto, pliego la lona, vuelvo al coche y me voy. La gente diría, '¿Eh? ¿Qué ha sido eso?' Ese era el plan del juego."

O sea que el plan del juego, la obra en sí, consistía en sorprender y preocupar al respetable convocado, y al cabo de quince minutos,  cuando las luces se apagasen, el "hombre muerto" se levantaría como Lázaro del sepulcro y sin decir palabra se largaría al volante del Saab, dejando patidifuso al personal y seguramente sin saber qué pensar.   

Algo salió mal

Por desgracia la brillante coreografía se torció. "Ni en un millón de años imaginé que la multitud se metería en la calzada de La Ciénega Boulevard, obstruyendo ambos carriles. Por supuesto, las bengalas, la gente en la calle, la lona con el bulto debajo… los automovilistas que iban hacia el norte llamaron a la policía. Entonces apareció la policía. '¿Alguien ha visto algo? ¿Alguien sabe qué ha pasado?' Mmmm… la multitud guarda silencio. Los policías esperan ver un cadáver destrozado, claro. Así que cogen la punta de la lona y la levantan, la despegan muy lentamente... Nerviosos, claro, al fin y al cabo son seres humanos. No quieren ver una víctima de tráfico muerta y destrozada."

“Me quitan la lona y ven que tengo los ojos abiertos Me dijeron: '¿Puede andar?' Les dije: 'Sí.' Me preguntaron: '¿Qué está haciendo? ¿Qué ha pasado?¡ Dije: 'Estoy haciendo una performance artística...' Dijeron: 'Queda arrestado.' Así que me arrestaron y fui a la cárcel de Hollywood."

Fue acusado de comunicar una falsa emergencia y de interrumpir el tráfico rodado, y le impusieron una fianza de 50 dólares, que nadie quiso pagar, de manera que pasó la noche entre rejas, salió al día siguiente a las cuatro y media y fue conducido ante el juez, previamente al juicio con jurado ante un tribunal de Beverly Hills. 

El juicio se prolongó durante tres días, tres sesiones. Su abogado "alegó, punto uno, que La Ciénega era una conocida calle de galerías de arte; punto dos, que las calles no están hechas sólo para coches sino también para que la gente camine por ellas, para bicicletas, para caballos. Así que son multiusos, y, punto tres, también se pueden utilizar para hacer arte en ellas. El Sr. Burden no estaba tratando de crear una falsa alarma policial. Su intención era hacer una obra de arte". Burden testificó para explicar su proyecto, y que su idea era subirse al coche y largarse, nunca se propuso causar un problema de tráfico. El jurado deliberó, no llegó a un veredicto y el juez archivó el caso. 

Hacerse el muerto, y una vez has llamado la atención, levantarse e irse sin explicaciones. Una travesura gloriosa, vagamente chiflada o estúpida, con resonancias de cine mudo humorístico y de teatro del absurdo. Una falsa muerte y una falsa resurrección, con un final como el de tantas películas de cowboys, cuando el héroe se marcha del pueblo, a caballo, hacia el sol poniente. ¿Qué más puedes pedir cuando vas a una galería de arte?... La interrupción policial creo que agrega al proyecto una especie de moraleja realista. ¡Extremadamente realista! 

Qué grande era Chris Burden.