Todo comenzó con una publicación en X del Archivo de Terrassa en el que compartía un texto antiguo en el que el nombre de este municipio catalán aparece como Terraça. "Oiremos hablar de ello", aseguraba el tuit. Y así se inició un debate ciudadano con partidarios y detractores del cambio de denominación.

La forma Terraça era la habitual entre los siglos XI y XVII, pues proviene del latín Terracia y así se ha encontrado en numerosos textos. Pero es cierto que, con anterioridad, este lugar era conocido como Ègra. Puestos a remontarnos en el tiempo, ese sería un nombre más adecuado. De todos modos, no ocurrirá.

Una marca propia

A fin de cuentas, lo que pretendía el Archivo de Terrassa era recordar el pasado de esta ciudad y, en todo caso, crear Terraça como marca, nunca como topónimo. De este modo, para Joan Soler, director del archivo, se abre ahora una oportunidad de crear un identificativo común y recuperar "con orgullo" este nombre que fue tan importante en siglos pasados.

Sobre el cambio real del nombre de Terrassa, ni se lo plantea, aunque es el Institut d'Estudis Catalans el que tendría la última palabra. La forma Terraça sería correcta atendiendo las normas lingüísticas, pero no estaba sobre la mesa cuando Tarrasa pasó a llamarse Terrassa, con el fin de la dictadura. La modificación se antoja imposible.

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