Aunque la implantación de las energías renovables en Cataluña no haya dado los resultados esperados en cuanto a grandes infraestructuras, las comunidades energéticas están empezando a florecer.

Este tipo de sistema de producción permite a los ciudadanos, ya sea de forma individual o en comunidad, producir su propia energía para el consumo. Y también para que estos mismos puedan venderla a la red de distribución.

Directiva europea

El germen de las comunidades energéticas en Cataluña y en el conjunto de España se sembró gracias a la Directiva Europea 2018/2001 del Parlamento Europeo y del Consejo, del 11 de diciembre de 2018, relativa al fomento del uso de energía de fuentes renovables. En ella se contempló un nuevo actor en el escenario: las agrupaciones de personas y empresas que decidiesen apostar por producir energía a través de fuentes renovables. Dicho en otras palabras, las comunidades energéticas.  

La descarbonización del sector energético, en este caso, no sólo pasa por el papel de las grandes empresas. También depende de instalaciones domésticas, o a pequeña escala, que permitan abastecer a un número concreto de personas. Al ser renovables, permiten reducir la dependencia de los combustibles fósiles para producir electricidad. 

Vivienda con paneles solares fotovoltaicos / PEXELS

Comparación a escala global

Un dato importante: a la hora de hablar de renovables y descarbonización, el Observatorio Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicó un informe del que se extrae que, a nivel planetario, ya se invierte el doble en energías limpias (renovables incluidas) que en combustibles fósiles. 

El avance ha sido progresivo. En 2015, la humanidad invirtió 1.374 millones de millones de dólares, de los cuales 1.125 millones de millones fueron para energías limpias. Por contra, 2023 cerró con una inversión de 1.090 millones de millones de dólares en fósiles, y 1.884 millones de millones en energías limpias. Es decir, prácticamente el doble. En 2024, la brecha aumentó de forma positiva a favor de las energías limpias. 

El papel de Cataluña

Aunque las comunidades energéticas, y especialmente en Cataluña, son un grano de arena, no dejan de ser parte de una transición que, a diferentes escalas, ya está dando sus frutos. 

En la comunidad, uno de los alicientes que se dio a la ciudadanía en 2023 fue la convocatoria de Ayudas SolarCoop para "apoyar a cooperativas y asociaciones de autoorganización ciudadana en el desarrollo de modelos de gestión y funcionamiento de comunidades energéticas". Ahora bien, ¿en qué se ha traducido todo esto? 

Paneles solares para generar energía fotovoltaica, el negocio de Solar360 / EFE

Las comunidades energéticas en España

De acuerdo con el informe publicado por Redeia junto con el Observatorio Energía Común, España cerró 2023 con 353 comunidades energéticas. 

Esto implica que el 4% de los municipios cuentan con una. A escala nacional, si se tiene en cuenta la variable de comunidades energéticas por comunidad autónoma, País Vasco encabeza la lista, con 90. Pero Cataluña está en segundo lugar. 

Un total de 52, en territorio catalán

El número que se ha dado a conocer es de 52. Esto supone, además, que un 5% de los municipios ya cuenta con, al menos, una comunidad energética. Y si se compara con la escala nacional, se sitúa un punto por encima de la media, que es del 4%. 

De todas las que hay en marcha, el 19,2% están impulsadas por asociaciones, mientras que el 76,9% están gestionadas por entidades cooperativas. El 3,8% restante está gestionada por otros actores, que no se detallan en el informe.  

La radiografía continúa con los socios integrantes de estas mismas comunidades. Un 34% de las catalanas están compuestas por entre 21 y 50 personas, mientras que otro 26%, por entre 51 y 100 personas. El 11% tienen entre 101 y 200, mientras que el 15% está integrado por menos de 20 personas. 

Los datos climáticos

Aunque las comunidades energéticas son sólo una pequeña parte de un puzle mucho más grande, ¿qué implicaciones tiene esto para el clima?

Las emisiones de gases de efecto invernadero, contabilizadas como CO2 equivalente, provienen de fuentes como el petróleo, el carbón o el gas natural: combustibles fósiles, en su esencia. 

Campo de extracción de petróleo / RTVE

Estas comunidades energéticas han sumado aporte a las renovables, y si se tiene en cuenta toda la implementación de las fuentes a una escala mayor, los datos lo dejan claro: en el sector energético, España emitió en 2023 casi un 23% menos de gases de efecto invernadero que en 2022.

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