Nuestro cerebro toma mejores decisiones que la inteligencia artificial: este estudio tiene las claves
Un informe sobre el funcionamiento de las enfermedades mentales, en el que ha participado la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, va mucho más allá de la comparación entre cerebro y algoritmos
11 mayo, 2024 00:00Noticias relacionadas
Se dice que el cerebro es como una máquina. Actualmente, la inteligencia artificial (IA) está en boca de todos, y las comparaciones con el cerebro humano son cada vez más recurrentes. Ante la sofisticación en la ejecución de tareas por parte de los algoritmos, es inevitable preguntarse: ¿es mejor el cerebro humano, o es mejor un ordenador?
El año 2022 supuso un antes y un después para esta plataforma. Donde antes la IA tomaba decisiones, ahora genera contenido, a partir del entreno de grandes bases de datos y la potencia desmedida en computación. Los miedos empezaron a surgir al respecto de cuál sería el papel del ser humano en muchas tareas que un ordenador había aprendido a hacer en cuestión de segundos.
Desde Crónica Global nos hemos acercado a un equipo de investigación del cerebro humano, en el que las enfermedades mentales y su comprensión han sido el principal combustible. Sin embargo, la inteligencia artificial tiene un papel subyacente en el que, si prestamos atención, se saca una conclusión reveladora: en los modelos actuales, el cerebro humano es mejor que los algoritmos a la hora de tomar decisiones. No obstante, esto es sólo la punta del iceberg.
El ser humano se piensa como un ecosistema
El estudio se ha llevado a cabo en varias universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona. Uno de los tres investigadores principales, Gustavo Deco, ha atendido a Crónica Global.
La investigación tiene por nombre Un enfoque sinergético en neurociencia cognitiva de enfermedades mentales. ¿La finalidad? Entenderlas mejor, a través de la sinergía que existe en el cerebro humano. Esta sinergía es una compensación que el propio músculo lleva a cabo cuando se presentan adversidades. “Si algo falla, el cerebro es tan robusto que se autorregula”, comenta Deco.
Cerebro e inteligencia artificial
La gracia del estudio, y su intersección con la inteligencia artificial tiene un punto de partida: el pensar en el ser humano, y en su cerebro, como un ecosistema. La persona no es un ente aislado, sino que forma parte de un conjunto.
Gracias a la unión de los estímulos internos y externos que recibimos, el cerebro humano es tan inteligente que también es capaz de regular, de forma automática, aquellas zonas que van a trabajar. Para ilustrar este fenómeno, el investigador propone la siguiente metáfora: “El cerebro está jerarquizado, no es democrático. Hay esclavos y tiranos, y hay más de un tirano. Pero a su vez, los tiranos y los esclavos intercambian sus papeles, en función de la situación”.
En un contexto más cotidiano, no es lo mismo estar escuchando una pieza de música, que prestar atención a los coches cuando vamos por la calle, que estar mirando un partido de fútbol. O incluso, si tenemos dolor de estómago. Se ha conseguido demostrar que el cerebro humano selecciona aquellas partes que van a estar teniendo el papel de “tirano” (aquella que es la que manda las órdenes al resto del conjunto), y cuáles van a ser los “esclavos” (aquellas que van a seguir a esta parte del cerebro que ha tomado el papel protagonista).
Esta capacidad de regulación y selección, junto con el conjunto de estímulos, conforman un ecosistema en el que el ser humano forma parte de él. Precisamente, esto es lo que se puede extraer como conclusión, para afirmar que el cerebro es más eficiente que la inteligencia artificial para tomar decisiones. Al menos, si enfocamos la cuestión en términos comparativos, y partiendo de la base de los modelos actuales.
La inteligencia artificial, hoy
Aunque los algoritmos se han sofisticado, gracias a la interconexión inmediata de bases de datos gigantescas, y a la potencia incrementada de los procesadores, se trata de un sistema cerrado.
Cerrado en el sentido de que son algoritmos que, aunque lleven a cabo tareas que nos dejan alucinados (como pueda ser DALL·E), son conjuntos de ecuaciones que están pensados para llevar a cabo la toma de una decisión, o de resolver una tarea en particular.
La inteligencia artificial, tal y cómo está planteada y plasmada a día de hoy, carece de la sinergia que aporta todo el conjunto de estímulos que el cuerpo humano recibe, y que el cerebro interpreta. Por lo tanto, en términos de funcionamiento, la inteligencia artificial carece de muchos factores hoy en día que sí tiene el cerebro.
¿Cuáles son estos factores que le hacen falta a la IA, y que sí tiene el cerebro humano, para que pueda tener sinergia y operar como hacemos los humanos? El estudio lo deja claro: “factores biológicos como los riesgos genéticos, factores ambientales como el nivel socioeconómico, biomarcadores, la propia química del cerebro, o los ritmos circadianos”. Todo un conjunto de elementos que han estado interactuando con el músculo, y que gracias a ellos, se ha podido conformar este sistema de funcionamiento.
El foco principal del estudio
La inteligencia artificial tiene un papel subyacente en el estudio. No obstante, sí que se pueden extraer estas conclusiones. El propio investigador lo ha confirmado a Crónica Global. Pero realmente, el objeto del estudio es el funcionamiento del cerebro humano. Y la inteligencia artificial poco tiene que ver, si parte de la raíz fundamental.
Si bien esta tecnología se utiliza como elemento de apoyo en algunas situaciones, en palabras del investigador, “la motivación del estudio ha sido preguntarse por qué el cerebro mejora de forma natural, y poder predecir, en modelos de funcionamiento cerebrales, qué tanto va a mejorar con el tiempo”.
La propuesta del estudio tiene como motivación la inclusión de todos los elementos que afectan al cerebro, que van más allá de la persona, y pensar en forma de ecosistema, para poder interpretar y conocer mejor el funcionamiento de las enfermedades.
Desde los ictus hasta el alzhéimer, pasando por la esquizofrenia. El cerebro no es algo que esté aislado, e incorporar nuevos actores en la escena puede derivar en unas mejores bases de conocimiento para comprender mejor los problemas que nos ocurren y, en definitiva, cómo funcionamos.