En partes remotas de todo el mundo, pueblos enteros se han transformado en macrofactorías dedicadas a la comisión de ciberdelitos. Junto a playas vírgenes de Myanmar, Tailandia o la India, organizaciones criminales llegadas de todas las partes del planeta instalan sus call centers --con cientos de servidores-- desde donde se llevan a cabo las ciberestafas que nos llegan a nuestros terminales móviles.
De este modo, la llamada fraudulenta de aquel que se hace pasar por el gestor de nuestro banco y nos pide las claves de acceso (lo que se conoce como phishing); o el SMS reclamando datos personales para recuperar un paquete de Amazon que nunca hemos comprado (smishing), puede que se hagan desde la otra punta del mundo.
Sin embargo, lo que muy pocos saben es que, tras esa sospechosa llamada, se encuentra, en muchos casos, la segunda víctima de estas estafas: el ciberesclavo. Personas captadas por peligrosos entramados criminales a quienes engañan con falsos contratos como informáticos para, en realidad, obligarlas a pasarse más de 20 horas al día cometiendo todo tipo de fraudes por internet.
En manos de redes de trata
Esta escalofriante realidad dificulta con creces la resolución de muchas denuncias interpuestas en España, ya que el estafador se esconde, explotado y torturado, en cualquier parte del mundo, en manos de auténticas redes de trata. En estos casos, con fines para cometer otra actividad delictiva.
Así, las garras de la ciberdelincuencia han alcanzado una envergadura realmente preocupante, pues "ya no sólo luchamos contra un enemigo invisible, sino que este, además, puede encontrarse en cualquier parte del mundo y, a su vez, estar explotando a terceras personas para cometer estos delitos", aseguran fuentes policiales expertas en la lucha contra la ciberdelincuencia a Crónica Global.
Jornadas de 23 horas diarias
En la misma línea, un reconocido perito informático catalán explica que ha podido constatar en primera persona cómo se organizan estos entramados: "Hace un año, un grupo de investigadores pudimos presenciar el desmantelamiento de hasta 18 call centers ubicados en Albania. Esos polígonos albergaban cientos de miles de servidores; centralitas desde donde los esclavos pasaban hasta 23 horas al día por una remuneración diaria que no llegaba a los 2 euros", recuerda.
Ese fue el resultado de una macroinvestigación de la Interpol y el FBI, con participación de la Guardia Civil española, que permitió desarticular un poderoso entramado criminal dedicado a la ciberdelincuencia. Sin embargo, no siempre hay la misma suerte y "dar con el paradero de estos delincuentes es una tarea muy compleja", reconocen.
Torturados y agredidos
Así, el crimen no entiende de límites ni fronteras ni ética. "Si existen redes de trata que obligan a terceros a cultivar marihuana por ellos, ¿cómo no iban a surgir estas organizaciones, pero enfocadas en la ciberdelincuencia?", ironiza el experto catalán. En este sentido, un reportaje publicado por la BBC destapaba la realidad de los campos de ciberesclavos donde se llega a torturar a las víctimas para que cumplan con los objetivos fijados por los líderes dela organización criminal.
En el mismo artículo se explica, al igual que indicaba el informático catalán, que estos grupos se aprovechan de personas vulnerables, que se aferran a cualquier oferta de trabajo que les sirva de vía de escape, en busca de una mejor calidad de vida. Lejos de ello, son torturados y agredidos de forma constante.
Unas cifras preocupantes
Esta realidad que se vive en la otra punta del mundo también tiene sus consecuencias en España y Cataluña. Y es que el último balance de criminalidad publicado por el Ministerio del Interior ya refleja que la ciberdelincuencia sigue siendo una tarea pendiente de la Administración. En 2023, los delitos cometidos por internet aumentaron un 25,5% respecto al año anterior, registrando un total de 470.388 denuncias relacionadas con los ciberdelitos.
"Unos datos que, sin embargo, no reflejan con absoluta fidelidad el actual escenario de este fenómeno criminal, pues muchas víctimas siguen sin denunciar. Especialmente, porque no saben ni siquiera que son víctimas", aseguran las fuentes policiales.
Aun así, en concreto, la tipología delictiva que ha sufrido un mayor crecimiento son las estafas telefónicas (+27%), seguido de la sextorsión (cuando la persona que sufre el chantaje o extorsión es amenazada con la publicación de imágenes suyas en las que está desnuda o realizando actos sexuales).
Un amplio abanico de delitos
Estos entramados criminales, cada vez más sofisticados, se han especializado en la comisión de todo el abanico de ciberdelitos: desde los que llaman por teléfono, hasta los que recrean páginas web fraudulentas con apariencia de veraces para robar los datos personales de las víctimas o los que duplican la tarjeta SIM del teléfono con un inocente SMS. El objetivo, aseguran, suele ser el móvil económico. De ahí, la obsesión de estos trileros por adquirir los datos bancarios de sus víctimas.
Las fuentes consultadas coinciden en asegurar que estos entramados estudian con detalle a sus víctimas, creando "estafas personalizadas" según sus gustos o situación personal. "Se especializan en cada una de las víctimas porque, si la persona que está tras la pantalla no consigue unos objetivos, él o ella se convierte en la víctima de la mafia que lo ha captado". Delinquir para sobrevivir.