El pantano de Sau, en Osona (Barcelona), es uno de los grandes reclamos del llamado turismo de sequía, pues cuando sus aguas descienden por la reiterada falta de lluvias dejan al descubierto las ruinas del antiguo pueblo de Sant Romà de Sau, desaparecido en la década de 1960, cuando se construyó este embalse, el segundo más grande de Cataluña, y que abastece con agua del río Ter a buena parte de la población de Barcelona.

Cuando el embalse está lleno, es habitual que sobresalga del agua la punta del campanario de la antigua iglesia. También esta edificación religiosa es la primera que queda al descubierto cuando las aguas bajan, y eso ocurre con relativa regularidad. Sin embargo, la actual sequía que afecta a Cataluña, con cuatro años sin lluvias regulares, ha provocado que el pantano de Sau alcanzase este marzo los mínimos históricos, hasta el punto de que quedó al descubierto, por primera vez, la parte más alta del puente medieval. La situación, eso sí, ha mejorado ligeramente en los últimos días.

En este escenario, aparte de la iglesia, los visitantes que llegan a Sau pueden recorrer, también, el pequeño cementerio de este pueblo que contaba con apenas 300 habitantes cuando se construyó la presa, pero también las ruinas de las antiguas casas del núcleo histórico del poblado, así como el molino. Por lo general, con las paredes derruidas y las piedras esparcidas, cuesta imaginar cómo era Sant Romà, pero, por fortuna, existen algunas fotografías históricas que permiten reconstruir aquella estampa.

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