Los comerciantes del mercado de La Boquería, en pleno centro de Barcelona, dicen estar “hartos” del goteo de hurtos que sufren en sus puestos. A pesar de tratarse de un enclave histórico, una obra protegida catalogada como bien cultural de interés local, en La Boquería operan varios cacos, algunos oportunistas y otros ya habituales, según los afectados que los padecen. Entre los segundos, un grupo de jóvenes que aprovecha los momentos de mayor afluencia para llevarse los artículos expuestos en los mostradores
Las mismas voces relatan que el modus operandi que siguen es siempre el mismo. Los chavales se colocan la chaqueta por encima del brazo y bajo la prenda van guardando toda la suerte de artículos que se cruzan en su camino, entre ellos las pertenencias de los clientes.
Los tenderos solicitan más seguridad
Se aprovechan, según los comerciantes, de que el mercado más visitado de Barcelona cuenta en la actualidad con tres vigilantes de seguridad para cubrir una superficie de 3.000 metros cuadrados. Además, echan en falta más cámaras de seguridad para cubrir zonas en las que existen “puntos ciegos”. Aunque durante la época estival el Ayuntamiento de Barcelona destina patrullas de paisano de la Guardia Urbana para evitar cualquier tipo de incidente en el recinto y reforzar la seguridad, los efectivos no son suficientes para frenar el pillaje. “Hace poco los agentes cogieron a dos chicos delante de mi parada con cuatro móviles robados”, asegura una fuente.
“Van de pasada y pillan lo que pueden”, confirma la tendera de una tienda de especias y tés a preguntas de este medio, que confirma que tienen “fichados” a este grupo de jóvenes, habituales en el mercado y que han hecho de los hurtos en los puestos su modus vivendi. “No entiendo el objetivo de algunos de robos, han llegado a llevarse bolsitas de sal o azafrán”, expresa. Entre estos artículos carentes de valor, un jamón decorativo de gomaespuma de una charcutería, cuyo propietario se vio obligado a atar los embutidos reales entre sí para evitar que se los llevaran.
Robos a los clientes
En una de las casetas vecinas, de comida rápida, la empleada confirma que La Boquería se ha convertido en la diana de estos pequeños delincuentes. “A nosotros no nos han robado, pero sí a los clientes, a los que le han sustraído móviles y carteras” mientras esperaban a ser atendidos.
En la misma línea, el camarero de uno de los bares más transitados, ubicado cerca de la salida de la plaza de La Gardunya, confirma que es “muy frecuente” que los rateros desplumen a los clientes más despistados. “Se llevan los bolsos, por ejemplo, aprovechando que los turistas están distraídos comiendo”, confirma a este medio. “Sabemos quiénes son”, asegura con resignación.
No denuncian los hurtos
Los delincuentes se las ingenian para evitar a los vigilantes de seguridad, que “los echan constantemente” cuando los detectan mientras hacen rondas por todo el recinto, aseguran los tenderos. Además, añade uno de los trabajadores de un puesto de empanadas argentinas, aunque se trata de un grupo de chavales habituales, se van turnando para evitar ser reconocidos por los comerciantes. “A la que te despistas un momento se llevan algo, hace mucho tiempo que convivimos con este problema”, se queja. Cuando esto sucede, expresan, se monta mucho revuelo en el mercado, pues son los propios tenderos quienes se alertan, a gritos, de los robos.
Aunque este mal endémico de La Boquería siempre ha estado presente en mayor o menor medida, en los últimos meses los comerciantes consultados creen que se ha agudizado. Sin embargo, en la mayor parte de ocasiones no llegan a denunciar los hurtos, por tratarse de artículos de poco valor. “El otro día un chico intentó robar un paquete de sal a mi compañera, que lo persiguió y consiguió recuperarla. Yo me giré y pille in fraganti a uno con una pieza de jamón, que se quedó paralizado y la devolvió”. Los hay más torpes, añade, como el caso de un chico que durante su huida confundió la salida con el acceso a unas escaleras y acabó aprehendido.
La zona, degradada
Las fuentes consultadas indican que el grupo de jóvenes que subsisten a base de estos pequeños hurtos se han instalado en la plaza de la Gardunya, la trastienda del mercado de La Boquería, a pocos metros de la escuela Massana.
Según su relato, los jóvenes aprovechan los recovecos del mercado, como la zona de almacenes, para pernoctar. Durante el día, señalan, se organizan para acceder al mercado y protagonizan peleas en las inmediaciones. “La plaza de la Gardunya y la calle del Carmen es un descontrol, una zona frecuentadas por drogodependientes. Esto va de mal en peor”, denuncian los comerciantes, que piden una especial protección para un monumento que atrae a unos 15 millones de visitantes al año.