Los Manolos, a juicio por tráfico de marihuana: la ‘veta’ que guió a los Mossos hasta el clan Jodorovich
En la vista contra los líderes y sus acólitos, que se celebra en la Ciudad de la Justicia Barcelona, la fiscalía pide para los líderes de la organización criminal un total de 240 años de cárcel
17 junio, 2023 23:42Noticias relacionadas
Aquel jueves, 9 de enero de 2020, la noche ya había caído sobre el barrio de Lloreda. Muy cerca de la plaza de la Segunda República, un joven oriundo de este suburbio de Badalona, pero que había cosechado un modesto reconocimiento como cantante, cruzó la avenida para dirigirse a su coche, estacionado en un cruce cercano. Cuando estaba a punto de subirse, dos policías de paisano le dieron el alto. Tras exhibir una placa, uno de los agentes le exigió que se vaciara los bolsillos y le comunicó que registraría su coche en busca de alguna sustancia ilícita.
Aunque el joven obedeció, con cierta resignación, y dejó sus pertenencias sobre el asiento del conductor, el policía lo inmovilizó de forma brusca y le colocó una brida de plástico alrededor de las muñecas para tratar de introducirlo en la parte trasera de su propio coche. Alarmado por la inusual maniobra, el joven les pidió que le enseñaran de nuevo la placa. La súplica no solo cayó en saco roto, sino que provocó la ira del policía, que comenzó a golpearlo y a asfixiarlo. La desmedida reacción tomó por sorpresa incluso a su binomio, que le suplicó que parara. Aprovechando la trifulca entre ambos, el joven logró liberarse las manos y huir despavorido. Ante la estupefacta mirada de una vecina, que fue testigo de la insólita escena desde su ventana, el chico consiguió convencer a un peatón para que le dejara usar su teléfono, con el que avisó a emergencias.
Los Manolos, amos de La Mina
Hasta el lugar se desplazó una patrulla de la Unidad de Seguridad Ciudadana de Badalona, que localizó el coche del joven abandonado en una zona cercana, abierto y con los faros encendidos, después de que los policías lo usaran para huir del lugar en el que minutos antes lo habían agredido. Las primeras indagaciones no hicieron más que confirmar lo que el denunciante ya sospechaba, y es que los policías eran en realidad dos maleantes y que había sido víctima de un intento de secuestro.
Aunque el suceso no llegó a mayores, los Mossos d’Esquadra abrieron una línea de investigación que les permitió descubrir que el joven asaltado no solo era una incipiente estrella de la música en Youtube, sino uno de los hijos del Tío José, patriarca del barrio de Sant Roc de Badalona encarcelado en la operación Monra por traficar con cocaína, y que los asaltantes eran dos miembros de Los Manolos, el clan que ostentaba el poder en La Mina, barriada de Sant Adrià de Besòs, desde 2019. En esa fecha, Manuel S. A., alias Tío Lolo, destronó como patriarca al Tío Ángel, en una pugna encarnizada por el poder del barrio que no estuvo exenta de episodios de fuego cruzado entre familias.
El lucrativo negocio de la marihuana
La Unidad de Investigación de Badalona determinó no solo que los dos autores del intento de secuestro ocupaban un puesto de relevancia en la jerarquía de Los Manolos, sino que el clan al que ambos pertenecían operaba como una organización criminal perfectamente estructurada, encargada de dirigir y organizar las actividades delincuenciales del conflictivo barrio de Sant Adrià de Besòs. Tras las primeras indagaciones, la policía autonómica argumentó en las diligencias presentadas al juzgado, que el nuevo patriarca de La Mina, el Tío Lolo, controlaba con la ayuda de Juan A. M., Tío Pijón, y dos de sus hijos, Manuel y Lisardo S. B., la importación, distribución, almacenaje y venta de drogas y armas en la zona.
El negocio familiar pivotaba fundamentalmente alrededor del tráfico de la marihuana. Para ello, la cúpula de Los Manolos se había hecho con un entramado de pisos, algunos en propiedad y otros okupados ilegalmente, que habían acondicionado para albergar los cultivos. Para ello se nutrían de otros miembros, algunos de ellos externos al clan, encargados de regar, cuidar y secar las plantas. Así se constató en conversaciones telefónicas en las que los líderes daban instrucciones precisas de los fertilizantes que sus acólitos debían utilizar, por ejemplo, o en las que los amenazaban con tomar represalias por haberse retrasado en sus obligaciones.
De las mismas conversaciones entre los miembros se desprende que, con cierta frecuencia, realizaban un “truco” consistente en hacer creer a clanes antagónicos que les habían robado o desmantelado las plantaciones por su culpa para reclamarles el valor de las mismas a modo de compensación. De esta forma, el clan se lucraba doblemente. Para poder mantener este sistema y evitar vuelcos reales, Los Manolos medraron también en la importación, distribución y venta de armas de fuego.
La marihuana como moneda de cambio
Además del lucrativo negocio de la marihuana, sustancia que llegó a convertirse en moneda de cambio en el barrio de La Mina como pago por coches y pisos, las bases del clan también se dedicaron a otros negocios al margen de la ley, como robos con fuerza contra empresas, tiendas y camiones. Con este escenario, a la Unidad de Investigación de Badalona se sumaron también efectivos de la División de Investigación Criminal de la policía catalana.
Fue de hecho esta unidad quien avaló la existencia de una estructura criminal cuyas actividades ilícitas se dividían en tres ramas perfectamente diferenciadas: el tráfico ilícito de drogas, la tenencia ilícita de armas y delitos contra el patrimonio. Con estos indicios, el juez avaló el inicio de una investigación que permitiría determinar quiénes conformaban el clan de Los Manolos y cuáles eran sus funciones. Esta fue la veta a través de la que los Mossos d’Esquadra comenzaron la andadura de la primera de las tres operaciones --junto a Sirius y Yukón-- que les llevaría a desarticular al clan Jodorocivh tan solo un año después.
200.000 euros al trimestre
La intervención de las comunicaciones y las discretas vigilancias efectuadas durante más de seis meses en las inmediaciones de las calles Venus, Marte y Astronáutica afloraron los múltiples negocios sucios del clan. Entre los palos que pegaron Los Manolos, destacan los asaltos a camiones en áreas de servicio de la AP-7 para hacerse con las cargas, así como la sustracción de vehículos de alta gama. Sin embargo, la investigación permitió confirmar que el grueso de los ingresos procedía de las 12 plantaciones operadas por sus miembros, con casi 4.800 plantas repartidas en locales y viviendas del barrio, que les reportaban un beneficio trimestral de 200.000 euros, unas ganancias que ascendían a más de medio millón al trimestre con su venta al menudeo.
Sin embargo, durante la explotación de la investigación, en julio de ese mismo año, en la que se efectuaron 26 entradas y registros simultáneos y 24 detenciones, los investigadores casi no encontraron dinero en efectivo. El botín procedente de la marihuana había sido canjeado por oro, así como por vehículos de alta gama, en su mayoría BMW y Volkswagen, motivo por el que participó también en la investigación la Unidad de Blanqueo de Capitales de los Mossos d’Esquadra.
Clima de terror en La Mina
Según la fiscalía, para poder sostener la hegemonía del tráfico de marihuana en la zona, el patriarca, su hombre de confianza y sus hijos habían instaurado un clima de terror en el barrio. Para ello, presuntamente se dotaron de seis armas de fuego con su pertinente munición, algunas de ellas utilizadas para extorsionar o desafiar a otros clanes antagónicos, como el de Los Portugueses, pero también para perpetrar robos con fuerza. Destaca un fusil AK-47 recuperado durante los registros, que presuntamente pertenecía a Manuel, alias Curro, hijo del patriarca, y catalogado como arma de guerra cuya posesión acarrea entre cinco y diez años de prisión, además de otra decena de armas prohibidas.
Bajo el eslabón en el que la fiscalía sitúa a los dos hermanos, a los que “otorga un especial protagonismo criminal”, se localizaban el resto de adláteres, dedicados a las labores menos agradecidas y bajo las órdenes y control de los líderes. En total, los Mossos d’Esquadra detuvieron a 24 personas, a las que ahora la fiscalía solicita penas que, en la mayoría de los casos superan los 10 años de prisión como presuntos autores de una larga lista de hechos delictivos.
Más de 240 años de prisión
En el juicio que se celebra en la Ciudad de la Justicia de Barcelona desde el 6 de junio, para el mayor de los hijos del patriarca, Manuel S. B., alias Curro, el ministerio público reclama 22 años de cárcel por los delitos de organización criminal, delitos contra la salud pública, tenencia de armas de guerra y blanqueo de capitales. Para su hermano Lisardo, la fiscalía pide 16 años por los mismos ilícitos. Para el Tío Pijón, que ocultaba una gran cantidad de dinero en B en su casa presuntamente procedente del narcotráfico, solicita ocho años, mientras que para el patriarca, el Tío Lolo, pide dos menos. Le siguen la recua de acusados hasta completar los 29 que desfilarán por el banquillo, para los que la fiscalía solicita un total de 240 años de prisión.