Los últimos casos de suicidio y de tentativa entre menores en Barcelona han puesto sobre la mesa una realidad aterradora. Y es que este problema de salud pública no es cosa de adultos. El suicidio es la primera causa de muerte no natural, por delante de los accidentes de tráfico. Según datos ofrecidos por el Servei Català de Salut, 1.425 menores intentaron quitarse la vida en Cataluña en 2022. Es decir, una media de cuatro niños o adolescentes al día.
Miguel Guerrero es psicólogo especialista en Psicología Clínica de la Unidad de Salud Mental Comunitaria (USMC) de Marbella, experto en conductas suicidas y responsable y coordinador de la Unidad de Prevención e Intervención Intensiva en Conducta Suicida UPII Cicerón. A su parecer, aunque queda mucho trabajo por hacer en cuanto a capacitación y colaboración, tanto de comunidad educativa como de familiares, el panorama no es tan desesperanzador como puede parecer. Adopta en esta entrevista un "rol esperanzador" y justifica la aparente desidia de los colegios e institutos ante este asunto con una cierta "sobrerrepresentación de lo malo", sacando a la luz pública aquellos casos en los que no se ha hecho nada, o se ha mirado para otro lado: "Estos no son representativos, aunque la mayoría de las veces se actúe mal o tarde".
--Pregunta: ¿No hay guías o protocolos obligatorios en las escuelas?
--Respuesta: Las distintas comunidades autónomas en el ejercicio de sus responsabilidades en materia de educación marcan las directrices a los equipos directivos de IES/CEIP en este sentido. La puesta en marcha de un protocolo para la detección, intervención y posvención de las conductas autolesivas y autolíticas desde el ámbito escolar y educativo es una recomendación de buena práctica, y son varias las guías existentes que así lo expresan. Cualquier director de un instituto, ante un evento relacionado con la conducta suicida manifestada por sus alumnos, ¿va a preferir conocer en todo momento qué personas deben intervenir, qué acciones desarrollar, cuándo hacerlas y qué recursos sociales, sanitarios y comunitarios deben utilizarse, o preferirá “improvisar” según el caso? Pues esto es lo que facilita un procedimiento. Otro debate sería, nuevamente, la falta de equidad o justicia, ya que en función de la autonomía donde esté escolarizado tu hijo tendrá o no habilitados protocolos de prevención de suicidio. Esto significa que un centro educativo tiene herramientas para intervenir y otro no, que haya profesores más cualificados en un instituto que en otro, que existan actividades diseñadas para promocionar la salud mental de sus alumnos solo en algunas comunidades, que ante una conducta suicida de riesgo, el centro pueda coordinarse inmediatamente con referentes en salud mental o no.
--¿Es normal que la víctima sea quien, a menudo, tiene que cambiar de centro?
--Desgraciadamente, es frecuente que bien los padres, bien personal del centro, o algunos profesionales sanitarios especializados acaben recomendando esta alternativa: cambiar de centro al alumno víctima de una situación de abuso o acoso. En mi opinión, la norma debería ser al contrario. La responsabilidad no puede ser asumida por la víctima ni su familia. La solución a una situación de acoso nunca puede ser cambiar de centro a la víctima. Ni es justo, ni ético y, además, puede tener consecuencias emocionales adversas que se suman a las propias de vivenciar este sufrimiento. Afecta al sentido de libertad de la familia y del menor, a su dignidad, a su integridad moral. Además, puede hacerle sentir “el problema”, revictimizar y hacer perder al núcleo de apoyo o, en algunos casos, afectar a terceros --cambiar de centro a hermanos--. Puede ser que, en casos puntuales, o por circunstancias específicas, el cambio de centro sea conveniente. En todo caso, es algo que debe elegir libremente la familia del niño y siempre habiendo agotado todas las alternativas para su protección dentro de su centro.
--¿Cómo se aborda un tema tan complejo como el suicidio en un aula?
--El suicidio y las conductas autolesivas son una realidad que no podemos obviar. A Educación le está generando tensión, preocupación e inseguridad. Y esto es responsabilidad política y de gestión. Los profesores no pueden pagar la falta de recursos, medios, ni instrumentos para preservar la salud mental de sus alumnos. Tampoco el centro educativo puede inhibirse de sus responsabilidades, delegando exclusivamente en padres y madres. Si queremos acometer esta tarea de forma efectiva, es fundamental y urgente la cooperación entre todos los actores implicados. Incluir figuras como enfermeras de primaria, coordinadores de bienestar socioemocional o similares puede ser necesario, pero insuficiente e ineficaz si se carece de un plan o una estrategia. Considero que Educación está reaccionando ante la alarma social, mediática y política en lugar de planificar.
Se requiere un cambio cultural en relación al papel de los IES/CEIP en materia de salud mental y prevención del suicidio. Hay que facilitar un clima de aulas sanas, incluir la educación socio-emocional, acabar con las situaciones de abusos, acosos o violencia en los centros, retomar el no a las drogas, generar espacios inclusivos, promover valores éticos, abordar y educar la influencia de las redes sociales y las TIC en la educación y saber detectar el riesgo suicida de forma proactiva. Los profesores deben conocer cuáles son los factores de riesgo o posibles señales de alerta en sus alumnos, se puede empoderar a los propios alumnos para que puedan ayudar a sus compañeros ante un riesgo y abrir espacios de coordinación con dispositivos de salud mental de referencia para los casos que necesiten una intervención. Pero se necesita liderazgo, conocimiento, un plan, recursos y tiempo para implementar estas medidas. Si, además, pudieran evaluarse de forma objetiva estos planes, podríamos optimizarlos y conocer la efectividad de cada una de estas acciones.
--¿A qué se refiere con 'aulas sanas'?
--El suicidio es un problema de salud pública donde lo verdaderamente importante es la prevención. Las estrategias y acciones preventivas se basan en reducir, paliar o eliminar los factores de riesgo de suicidio en combinación con habilitar, generar o potenciar los factores de protección. Una medida preventiva básica, universal y eficiente es generar un clima en las aulas saludable, inclusivo, cohesivo, igualitario y libre de acosos o discriminación.
--¿Favorece a la víctima que sus compañeros sean conocedores del problema? ¿O le estigmatiza más?
--En primer lugar, hay que respetar la decisión de la propia persona y la familia, porque la intimidad nunca puede ser violada. El apoyo entre iguales es un factor protector y necesitamos avanzar en cuanto a la sensibilización y concienciación de los alumnos sobre estos temas. Cuanto más sentido de pertenencia tenga el menor, y más apoyo emocional reciba de sus compañeros, tendrá más facilidad para poner en marcha mejores y más saludables estrategias de afrontamiento y regulación emocional. Por el contrario, recibir rechazo, actitudes estigmatizantes, silencio y aislamiento, provocará un mayor sufrimiento en la persona. Así, debemos educar sin dramatizar ni alarmar, alejados del sensacionalismo y ocurrencias, y basándonos en lo que la evidencia empírica nos dice que es eficaz.
--¿Hay tendencia a desviar la atención cuando se intuye una conducta suicida? ¿Para evitar posibles futuras responsabilidades?
--Honestamente, no lo creo. Por desgracia, existen casos puntuales, donde los responsables no han actuado, o han mirado para otro lado. Las consecuencias de esta actitud pueden ser dramáticas. Insisto, si existieran planes específicos, formación, apoyo institucional auténtico, espacios de coordinación entre salud-educación, implicación de toda la comunidad educativa y una mejor gestión de los recursos disponibles, sería muy poco probable una respuesta de inhibición.
Hay miedo en los colegios e institutos y, efectivamente, las consecuencias legales pueden ser un elemento que paralice, o haga sobreactuar a un centro educativo. Esto también ocurre en hospitales o centros de salud --el miedo a las consecuencias penales ante una impericia o mala praxis en casos de suicidio--. Sin embargo, debemos abandonar las reacciones defensivas. Obviamente, hay que cumplir la legislación, pero tenemos que comprender, que la culpa de un suicidio no es de nadie --tampoco de la persona-- y, por contra, su preveción es responsabilidad de todos. Debemos poner todos los medios posibles para evitar una conducta suicida en las aulas.
--¿Después de un suicidio en un centro escolar? ¿Qué hay que hacer, o de qué manera gestionamos el duelo?
Me alegra ver que en varias guías y protocolos habilitados en nuestro país se incluye la posvención. Es decir, el conjunto de acciones que podemos desarrollar en un centro educativo tras el suicidio de algún miembro de la comunidad. Una buena posvención es una medida eficaz de prevención. Pese a que es una situación dura, traumática para muchos y tremendamente dolorosa, no hacer nada tras un suicidio puede generar más dolor, angustia y sufrimiento entre los allegados. Hay que abordarlo directamente con respeto, ética y conocimiento. Un experto podría asesorar y dirigir al centro en este sentido. Habilitar espacios para hablar sobre el tema, de forma libre y donde se puedan ventilar emociones, realizar rituales de despedida y acompañar a los supervivientes, es sano.
--¿Cómo se puede capacitar a la comunidad educativa ante un problema como el suicidio?
--Hay varias iniciativas en marcha, con buenos resultados, que debemos replicar en todos los centros. La formación al claustro, a profesores, personal no docente, AMPAS y resto de profesionales que trabajan en la comunidad educativa, es una inversión de futuro. Generar espacios de análisis, reflexión y dotarlos de herramientas prácticas para manejar y abordar casos de suicidio, puede facilitar esta labor. Eso sí, es un requisito indispensable, apoyar y acompañar desde todos los sectores implicados, para dar ejemplo de cooperación intersectorial.
--¿Es común descargar responsabilidades señalando a las familias?
--La clave está en tener un espacio en el consejo escolar y trabajar previamente para acordar cómo actuar, cuándo, dónde y quiénes, porque la existencia de protocolos reduce la incertidumbre y, de hecho, en momentos tan difíciles y traumáticos, y las respuestas defensivas, evasivas o demasiado técnicas y frías esconden miedo, incomprensión y desconocimiento. Lo que está claro, es que es necesario que los centros empaticen con los padres, porque apresurarse a descargar responsabilidad no es algo ético.
--¿También hay tendencia a culpabilizar a los centros desde la familia?
--Los padres deben entender que nadie tiene la culpa y que es un fenómeno que puede ocurrir y es multicausal. Con todo, es fruto de la desesperación y la ansiedad. Es una reacción humana la de buscar causa directa y simplista. Sin embargo, ninguna conducta autolítica o autolesiva la tiene. Es parte de la desinformación y falta de educación --analfabetismo de este fenómeno--. Por eso, es clave trabajar también de forma temprana con los padres, para orientarlos y permitir este drenaje emocional por parte de un profesional, y no de un aficionado.