‘Caso Jubany’: “Los que conocimos a Montse Careta sabemos que era incapaz de matar”
Sus amigos expresan que estaba "perdidamente enamorada" de Santi Laiglesia, otro de los investigados, a quien "creía y obedecía a pies juntillas"
19 febrero, 2023 00:00Esta semana se han cumplido 21 años de la detención de Monserrat Careta Herrera, Muntsa, por su presunta relación con el asesinato de Helena Jubany, cuya autoría nunca se esclareció. Con motivo de esta fecha su entorno más cercano recuerda a la maestra, que se suicidó en la prisión de Wad-Ras de Barcelona cuando llevaba poco más de dos meses cumpliendo prisión preventiva.
Desde la fecha de su arresto, el 12 de febrero de 2002, y hasta el día de su muerte, el 7 de mayo de ese mismo año, Montse Careta siempre defendió su inocencia. Así lo sostienen también quienes la conocieron. Uno de sus amigos íntimos, Eladi Martínez, expresa en una conversación con Crónica Global que la fallecida “era incapaz de hacer daño a nadie, y mucho menos de agredir o matar”. Además, añade que tampoco cree posible que diese cobertura a un asesino --en referencia a Santiago Laiglesia, quien era su pareja en aquel momento y al que la policía consideró como el principal sospechoso--. No obstante, cabe recordar que en la actualidad el único investigado por estos hechos es Xavier J., un amigo de él.
“No era capaz de matar”
Sobre la relación que mantenía con Santi Laiglesia, su amigo expresa que Muntsa estaba “perdidamente enamorada” de él, al que “creía y obedecía a pies juntillas”. Así lo expresa también su hermana Imma Careta, que sostiene que Laiglesia, abogado de profesión, siempre ejerció un exhaustivo control sobre ella, incluso cuando ya estaba dentro de la prisión de Wad-Ras, acaparando las conversaciones que tenían durante las visitas y aconsejándola sobre lo que debía decir.
Su entorno describe a Muntsa como una chica “especial”. “La primera expresión que me viene a la boca para definirla es ‘buena persona’. No seguía modas, tenía unos valores firmes de bondad y generosidad”, expresa Eladi Martínez. Además, añade que era “muy tímida, vergonzosa y un poco acomplejada; se sentía como el patito feo del cuento”. La descripción que ofrece Martínez encaja con la de su amiga Anna María Alarcón, que la describe como “reservada y tímida, pero con ideales firmes y sólidos”. Alarcón, que la conoció en el verano de 1988 cuando empezó a trabajar como monitora de niños en la entidad MIJAC Valldaura, en Manresa, insiste en que era “una buena persona, de gran corazón y siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara”. "Quienes la conocieron saben que no era capaz de perjudicar a nadie, y mucho menos de agredir o matar”, insiste.
“En este caso hay dos víctimas”
“Para mí en este caso hay dos víctimas: una asesinada de una manera brutal y despiadada y otra sin opción a defenderse y señalada por todos”, denuncia su amiga Alarcón. “Yo no sé quién mató a Helena Jubany pero sí creo que los culpables siguen en la calle viviendo tranquilamente”, lamenta. “Creo que hay gente que calla. Parece que haya un pacto de silencio: si no han hablado antes no creo que lo hagan ahora”.
En la misma línea, Eladi suscribe que Montse fue “una pieza fantástica para distraer la atención de los auténticos asesinos”. Asegura que los verdaderos culpables se protegieron entre ellos y sellaron un pacto de silencio que hasta el momento nadie ha roto. Por eso, con el suicidio de Muntsa, “los asesinos solo quedaron bajo el peso de su conciencia”.
“Estaría viva de no ser por el juez”
Su hermana Imma Careta, que lleva dos décadas luchando para que se conozca la verdad, está convencida de que Montse estaría viva “de no ser por el juez y la policía, porque como expresó el investigador de la Policía Nacional, David Medialdea, en el programa Crims, el juez no permitió investigar a Santi Laiglesia, y las investigaciones referentes a él y a su familia las llevo personalmente él mismo”.
Los escritos que Muntsa escribió en prisión desvelan su sufrimiento. “Las piezas encajan erróneamente. La incomprensión crece y crece. La verdad se desvanece, el dictado de la sentencia me cae encima como una losa. Dios del cielo. ¿Qué está pasando? Ayúdame a entender. […] Del juez al calabozo, del calabozo a la prisión. Ahora la nobleza de mi corazón y de mis manos anhelan expresar mi inocencia”, reza en uno de los manuscritos redactados durante su encarcelamiento en Wad-Ras y enviados por su hermana a Crónica Global.
El ‘caso Jubany’
Helena Jubany, periodista y bibliotecaria de profesión, apareció muerta el 2 de diciembre de 2001 en el patio trasero del número 48 de la calle Calvet d’Estrella, en Sabadell. La asesinaron tirándola desde la azotea del mismo edificio en el que vivían Montse Careta y Santi Laiglesia, en el 3º 2ª. El cuerpo estaba desnudo y presentaba varias quemaduras. La autopsia determinó que en el momento en el que la lanzaron al vacío estaba en coma a causa de una sobredosis de benzodiacepinas.
Los investigadores creen que Helena Jubany fue por voluntad propia hasta la calle Calvet d’Estrella el viernes 30 de noviembre por la mañana. Allí, la drogaron con una cantidad 35 veces superior de somníferos a la dosis normal para un adulto --motivo por el que no avisó a su trabajo de que no iría-- y cayó en un estado de sueño profundo hasta la madrugada del 2 de enero, cuando alguien la arrojó desde la azotea. Cabe destacar que el domicilio que compartían Santi y Montse y la terraza desde la que fue arrojada Jubany está separada por un tramo de escaleras y que Montse, además de pesar poco más de 40 kilos, sufría una lesión en la espalda.
Los anónimos
No obstante, los investigadores concluyeron que la autoría había sido conjunta y que en los hechos estaban involucrados Santi Laiglesia, Montse Careta y Anna Echaguivel, otra de las amigas de la víctima. Una de las pistas que condujeron a los agentes hasta la pareja fueron las benzodiacepinas con las que fue drogada Jubany, las mismas que encontraron en la casa de Careta y Laiglesia y en la botella de zumo de melocotón que acompañaba a uno de los dos mensajes anónimos que recibió la víctima poco antes de morir. El Noctamid, nombre comercial de esta sustancia, apareció en la mesilla de noche de Muntsa, lo que su entorno interpreta como “un escenario preparado” para inculparla. Aunque Laiglesia también vivía en el mismo piso y tenía acceso a las pastillas, se libró de ser investigado.
“Helena ‘Sorpresa’. Pasábamos por aquí y hemos dicho: a ver Helena qué se explica. ¿Somos? (Te haremos un truco) [‘A comértelo todo’]”, rezaba el primer manuscrito, que iba acompañado de una botella de horchata. El segundo, acompañado de un zumo de melocotón, contenía los somníferos. De hecho, fue la propia Helena Jubany quien llevó los restos de la bebida a analizar tras encontrarse indispuesta en el trabajo. La botella estaba acompañada de nota con las letras de dos personas. “Nos gustaría mucho volver a coincidir en una excursión de la UES (Unió Excursionista de Sabadell)”, grupo al que pertenecían los tres sospechosos y la víctima.
¿Fue Montse drogada?
La policía determinó que los anónimos habían sido escritos por Montse Careta y Anna Echaguivel mediante un peritaje caligráfico, un método no científico y que se realizó en diversas ocasiones, con resultados totalmente dispares en cada uno de los análisis.
Imma Careta recuerda que, a raíz de iniciar una relación sentimental con Santiago Laiglesia Montse sufrió un cambio. Perdió mucho peso y empezó a acudir a terapia con la misma psicóloga que su novio por exigencias de él, como condición sine qua non para continuar con la relación. Pero, además, recuerda que Muntsa “siempre estaba dormida, como obnubilada”. Asegura que pocos días antes de la fecha en la que Jubany fue asesinada los vecinos de su hermana le contaron que vieron como Montse tuvo que ser trasladada por dos personas hasta su casa porque estaba dormida.
"El culpable está en la calle"
Después de 21 años y de una "deficiente investigación", según todas las personas cercanas al caso entrevistadas por este medio, el nombre de Muntsa sigue retumbando en la opinión pública como culpable de un crimen que, según diversas pruebas aportadas a la causa ---la mayoría de ellas no admitidas-- no cometió. ¿Por qué solo se investigó a dos mujeres?, ¿por qué dejaron el piso de Montse sin vigilancia durante las seis horas previas al registro en el que encontraron las cajas de Noctamid?, ¿por qué iba a dejar un reguero de pruebas en su contra en su propia casa? y ¿por qué Santi Laiglesia no fue investigado pese a haber pruebas que demuestran que vivía con ella?
Todo son preguntas sin respuesta, y no solo del entorno de Muntsa, sino de los profesionales que intervinieron en el caso. Entre ellos, Sheila Queralt Estevez, fundadora y directora del Laboratorio SQ-Lingüistas Forenses, quien todavía se muestra sorprendida de que no se admitiese el estudio caligráfico de Laiglesia y el resto de personas allegadas a Montserrat y Helena. "Analizamos los anónimos y los comparamos con los textos de Careta. El resultado fue que era altamente probable que no era la autora". Según Queralt, los diferentes análisis caligráficos de los anónimos arrojaron diferentes respuestas. "Es raro que cada pericial diera diferentes resultados. Que dentro de la misma disciplina se den resultados tan dispares es extraño". En cuanto al análisis lingüístico, se detectó un lenguaje con uso de palabras y signos de puntuación que dudosamente podían corresponder a Muntsa.
"No se investigó a ningún hombre"
Todas las personas cercanas al caso coinciden en que la investigación fue "nefasta" desde el principio. Entre ellos, Anna Prats y Yago García, dos estudiantes de periodismo, que decidieron en 2016 dedicar su trabajo de carrera, junto al profesor Francesc Burguet Ardiaca, al caso Jubany que, a pesar de la insistencia de la familia en que se investigase a Santi, la pareja de Montse, había sido archivado en 2005. "El registro de llamadas del piso de Montse demuestra que Santi estuvo ahí, solo, durante todo ese tiempo. Luego, aparecen las pruebas que incriminan a Montse a la vista dos meses después del crimen", explican Prats y Martínez.
Según los dos periodistas, "tras la investigación ha quedado probado que Montse no pudo cargar con el cuerpo de su amiga hasta la azotea y después lanzarla al vacío". Sin embargo, tal como sostiene Anna, "estamos ante un claro feminicidio, nunca se investigó a ningún hombre, ni tampoco se tuvo en cuenta el contexto de violencia machista que vivió Montse, ya que su pareja entraba en la cárcel a verla como pareja, como familiar y como abogado, aislándola completamente y no dejando prácticamente que ella viese a su familia sola", argumenta Prats. "Recuerdo que en el informe policial llegaban a decir que la autora tenía que ser una mujer, porque en la escena del crimen había aparecido la ropa de Helena doblada", lamenta Anna Prats.
¿Se sabrá la verdad?
Sheila Queralt explica a Crónica Global que un estudio sociolingüístico arrojó el perfil de quién podía estar detrás de los anónimos que recibió Helena. "Comparamos el texto con unos chats que había en el ordenador de Jubany" y, según el resultado, podría tratarse del mismo autor. Estos chats se analizaron en 2020, tras reabrir la causa y admitir el disco duro que "estuvo meses cogiendo polvo en la Unidad de Homicidios de los Mossos", según Yago García, autor del libro ¿Quién mató a Helena Jubany?.
Ahora, queda la duda de si algún día la justicia encontrará al asesino de Helena, también al de Monsterrat Careta, "una víctima más de alguien que se libró de la justicia, todavía no se sabe por qué", denuncian familiares y amigos de Muntsa. "Se vio en prisión sin defensa y con un futuro marcado por un crimen que no cometió. Se frustró su ilusión por ser escritora y maestra, algo que le hacía inmensamente feliz", recuerda su hermana Imma.