“El Espanyol siempre ha estado mal gestionado”, comenta uno de los visitantes de la exposición Estadi de Sarrià-100 anys (1923-2023), que se ofrece en el Dipòsit del Rei Martí, en Barcelona, hasta el 28 de febrero. Allí, en efecto, se repasa la historia del histórico campo de Can Ràbia, que fue la casa del conjunto periquito desde su inauguración en 1923 hasta su demolición en 1997. En total, 74 años repletos de grandes momentos, como el primer gol de la historia de la Liga (1929), y otros trágicos, como la muerte del joven Guillermo Alfonso Lázaro, de 13 años, alcanzado por una bengala en 1992.
Como bien sugieren las palabras de ese visitante, el estadio de Sarrià –de cuya inauguración, el 18 de febrero de 1923, se cumplen 100 años– posiblemente seguiría hoy en pie si no fuera por la mala gestión de las directivas del Espanyol, que, endeudado hasta la bandera, no tuvo más remedio que recalificar los terrenos y venderlos para la construcción de 700 pisos que se levantan alrededor de los bautizados como jardines del Camp de Sarrià, entre la avenida de Sarrià y la ronda del General Mitre. El runrún sobre la recalificación, de hecho, comenzó en la década de 1960. Pero, primero, el origen.
Tonijuan, el primero de la lista
Sea una verdad absoluta o solo a medias, la historia que ha llegado a nuestros días es que el nuevo recinto nació como respuesta a un desencuentro en la barbería Pintó de la ronda Universitat. En aquel lugar, alrededor de 1922, el barbero y el fundador del Barça, Joan Gamper, comentaban lo mal que pintaban las cosas para el Espanyol, que incluso había sido desahuciado del campo de la calle Muntaner –su sexto terreno– por la deuda contraída con la propiedad. Pero desconocían que les estaba escuchando el presidente blanquiazul, Genaro de la Riva, que no se mordió la lengua: “Mientras viva, les será muy difícil acabar con el Espanyol, y si no dispone de un campo donde disputar sus partidos, no se preocupe, que yo me encargaré de adquirirlo”. Así lo hizo. Pagó de su bolsillo el terreno.
Dicho y hecho, el 31 de diciembre de 1922 se colocaba la primera piedra de las nuevas instalaciones en un solar de 18.000 metros cuadrados y en el que figuraba una casa torre señorial (el Chalé) que durante años hizo las funciones de vestuarios, enfermería y oficinas. Y en menos de tres meses el terreno ya estaba adecuado para la práctica balompédica, aunque el estadio solo tomó su forma definitiva con motivo del Mundial de 1982, ya que fue una de las sedes de la aclamada cita futbolística. Sea como fuere, aquel 18 de febrero de 1923, domingo, a las 15.15, rodó el balón por primera vez en el nuevo campo periquito, en un Espanyol-Sants (4-1) del Campeonato de Cataluña. Vicens Tonijuan abrió la lata, como se dice en el argot, y ello le valió una puerta con su nombre en el recinto.
Pitus Prat, histórico goleador
En la parcela estrictamente deportiva, se vivieron muchas cosas en Can Ràbia. “Especialmente gloriosa fue la campaña 1928-29, con la consecución del Campeonato de Cataluña, derrotando al FC Barcelona (2-1) el 25 de noviembre de 1928”, explican los paneles de la exposición. La buena marcha del equipo siguió el 3 de febrero con la conquista del Campeonato de España en Mestalla contra el Madrid (2-1), un encuentro que se disputó justo una semana antes del estreno de la Liga; Sarrià fue el escenario del primer partido del nuevo torneo. Y el periquito Josep Pitus Prat solo tardó cinco minutos en estrenarse como goleador y ligar su nombre para siempre a la competición. Aquella contienda, ante el Real Unión, terminó 3-2… el mismo resultado que reflejó el marcador del último enfrentamiento previo a la demolición, en ese caso ante el Valencia, en 1997.
Pero si algo caracteriza al Espanyol es su poca regularidad –aunque casi siempre ha jugado en Primera–, con altibajos deportivos y, sobre todo, económicos. Década a década se puede apreciar esa montaña rusa de emociones, desde 1920 hasta la actualidad. Por ejemplo, tras la exitosa temporada 1928-29 comenzó un lento declive porque el club no podía competir con los salarios ofrecidos por otras entidades a los jugadores. De este modo, Ricardo Zamora, el gran portero, fichó por el Madrid, pero no fue el único que se marchó. En los años 30 llegó la guerra que lo paralizó todo, pero en los años 40 la afición disfrutó de la segunda Copa de España mientras tuvo que sufrir tres promociones de permanencia. Más tranquila fue la siguiente década, incluido un 6-0 al Barça en 1951, pero en los 60 volvieron las turbulencias: un descenso y los fichajes de Kubala y Di Stéfano. Para cerrar el círculo, en 1988 el equipo estuvo muy cerca de ganar la UEFA, pero tal fue la decepción de la derrota que terminó descendiendo en la Liga. Regresó, pero también cayó al pozo en 1993. Volvió a subir de inmediato.
Ampliación, venta y demolición
Tampoco fue mucho más estable la construcción de Sarrià. Si bien es cierto que en solo dos meses el campo estaba listo para la práctica del fútbol, las obras se demoraron demasiado. El proyecto inicial preveía gradas para 40.000 personas, pero el recinto no alcanzó esta capacidad hasta la remodelación del Mundial-82. La tribuna principal no se inauguró hasta 1925, y es que la empresa adjudicataria atravesó serias dificultades financieras que dejaron la construcción a medias. Por si fuera poco, llegó la Guerra Civil. Cierto es que tras el conflicto se acometieron algunas reformas estructurales, como la apertura del bar bajo la tribuna, pero sin mayores novedades. Claro que el campo pertenecía a De la Riva, y no fue hasta que se lo vendió al Espanyol (por cinco millones de pesetas en 1950) cuando el club emprendió la ampliación, que pasó por la demolición del Chalé para construir una grada.
En la década de 1970, bajo la presidencia de Manuel Meler, el Espanyol adquirió una franja de terreno aledaña y pudo levantar otra grada, pero no fue hasta el Mundial cuando la capacidad del estadio se fijó en 42.000 espectadores. Para entonces ya hacía años que sobrevolaba la idea de la venta, aunque esta se materializó a mediados de la década de 1990. En concreto, en 1995 la entidad presentó al ayuntamiento la propuesta de recalificación urbanística para construir 700 pisos en los terrenos, aunque los 9.600 millones que obtuvo en la operación no sirvieron para enjugar la deuda, que ascendía a 11.000 millones, pero sí para permitir la supervivencia del club. La demolición se retransmitió en riguroso directo el 20 de septiembre de 1997. Y el Espanyol se marchó a Montjuïc una larga temporada hasta que, en 2009, estrenó el RCDE Stadium.