Michael Efetury vendió todo cuanto tenía en Senegal. No sin miedo, decidió deshacerse de sus tierras y de su coche para poder cumplir un sueño, estudiar en Barcelona un máster universitario sobre náutica y gestión del transporte marítimo.
Esta era la única opción para viajar a la capital catalana e inscribirse en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) en busca del futuro que siempre quiso: "Trabajar para una agencia marítima y llevar a mi país tecnología punta para este tipo de transporte".
Un descubrimiento desolador
"Vine a Barcelona en 2021 con la idea de combinar los estudios con un trabajo a tiempo parcial, para aumentar el dinero que había conseguido en mi país. Sin embargo, mi esperanza se desvaneció al descubrir que los alumnos extranjeros no podían trabajar en España". Efetury recuerda cómo se sintió cuando, de repente, se quedaba en la antesala de su sueño, varado en el último semestre, y sin posibilidad de abonar la matrícula.
"Había agotado todo el dinero que traje de mi país y no tenía para pagar", cuenta a Crónica Global este senegalés, quien reconoce que se llegó a plantear el tirar la toalla. "No sabía qué hacer, y entonces decidí guardar mi dignidad y pedir en la puerta de un supermercado en Valldoreix".
Y se hizo el milagro
Efetury era consciente de que no sería fácil, ¿quién iba a creer que estaba pidiendo limosna para estudiar?, ¿quién creería que ese "mendigo" era un alumno brillante que necesitaba su ayuda para seguir? Alguien que se quedaba sin opciones a más de 3.000 kilómetros de su ciudad natal. La cosa no pintaba demasiado bien, reconoce.
Sin embargo, algo cambió el día que Iratxe Marcos coincidió con él a las puertas del establecimiento. La mujer se acercó y le preguntó qué necesitaba, recuerda a este medio el protagonista de la historia que, en ese momento, no sabía que acababa de encontrarse con su ángel de la guarda en Sant Cugat del Vallès (Barcelona).
El poder de las redes sociales
Iratxe Marcos llegó a casa y se fue directa al ordenador. Lejos de seguir con su vida y olvidar su encuentro con Efetury, decidió pedir ayuda en el primer lugar que le vino a la cabeza, el grupo de Facebook del municipio de Sant Cugat: "Si pasáis por ahí y queréis dejarle alguna donación, seguro que os estará muy agradecido". Sin embargo, la mujer sabía que habría desconfianza sobre Michael y su historia, por lo que decidió aportar algo de luz: "Para los que dudáis de la veracidad de la historia, os comunico que he hablado con la UPC y me han confirmado que Michael ha realizado el máster con ellos y que, efectivamente, tiene pendiente el pago del último semestre y del proyecto final. No puede trabajar porque tiene visado de estudiante, el cual solo le permite hacer prácticas remuneradas en su área, pero le ha sido imposible encontrar una empresa que quiera realizar todos los trámites", dijo.
Poco a poco, decenas de personas se sumaron, conmovidas, a la iniciativa de Iratxe. También la Plataforma de Afectados por la Crisis (PAC) de Badalona decidió ayudar a Michael tras conocer su historia a través de Facebook. "Lo conocimos por redes y nos pusimos en contacto con Iratxe. La verdad es que, a veces, las redes sociales son muy buenas", reconoce Luis Ros Cortés, secretario de la PAC Badalona, a Crónica Global. "Nos lo creímos desde el minuto uno. Ese hombre necesitaba un empujón para seguir estudiando, y si no se lo dábamos, podía acabar en una situación muy desfavorable.
Premio a la solidaridad
Si hay algo claro es que la historia de Michael Efetury ha demostrado que el ser humano puede conseguir todo aquello que se proponga y que la empatía existe, incluso a través de las a menudo demonizadas redes sociales. El senegalés tuvo la suerte de cruzarse en su camino con Iratxe, una profesora de secundaria en Sant Cugat, que lleva de forma altruista un proyecto en Kenia y que ha trabajado en el mundo de la cooperación. Ahora, traslada a sus alumnos la importancia de "ayudar al otro".
"Trabajo mucho con mis alumnos todo lo que tiene que ver con valores, solidaridad y empatía". Iratxe siente como suyo el triunfo de Michael. "Decidí poner ese mensaje en el grupo de Sant Cugat pensando en que si alguien pasaba por ahí, le diera una moneda, porque él lo agradecería. Sin embargo, la gente se volcó, hubo muy buena respuesta e incluso me pedían su número de cuenta o bizum para poder ayudarlo". Hoy, Michael está en Canadá haciendo su doctorado. "Espero poder contar algún día que ha acabado sus estudios y ha encontrado trabajo en Canadá pero, sobre todo, quiero que todos sepan que no siempre quien pide lo hace para algo que no nos gusta, y que hay que ayudar al de al lado" porque, en esta historia, todos han ganado.