Noa, una menor con autismo sin escolarizar a un mes de empezar el curso
El CEB rechaza la petición de la familia de acudir al Instituto La Sagrera Sant Andreu y ofrece otro que no está adaptado a sus necesidades y que se encuentra lejos del domicilio
10 agosto, 2022 00:00Hay familias que no descansan nunca, tampoco en verano. Es el caso de María del Mar y Julio, padres de Noa, una niña de 11 años con autismo que sigue sin escolarizar. A un mes de empezar las clases, la pequeña no tiene plaza para el primer curso de la ESO en un instituto que esté adaptado a sus necesidades especiales.
Y no es por falta de voluntad, sino porque el Consorcio de Educación de Barcelona (CEB) rechazó la petición de la familia de acudir al Instituto La Sagrera Sant Andreu. Un centro que, tras visitarlo, comprobaron que cumple las condiciones para Noa, tal y como decidieron de forma unánime los padres y la profesional del Equipo de Asesoramiento Psicopedagógico (EAP).
"Mi hija iba llorando al colegio"
El drama de esta familia se inició el 16 de diciembre de 2020, cuando su hija fue diagnosticada de un grado de Trastorno del Espectro Autista (TEA). A partir de entonces comenzaron las dificultades a las que se enfrentan todos los padres con niños en estas circunstancias. La primera de ellas llegó en la escuela Fedac Amílcar, donde Noa cursó primaria sin “ninguna ayuda ni acompañamiento”. Algo que, según María del Mar, ha generado un “retraso académico muy importante”.
Ante este panorama, los padres quisieron aprovechar el cambio de ciclo de primaria a secundaria para trasladar a su hija de centro y buscar un instituto en el que, sobre todo, “sea feliz y se pueda desarrollar más académicamente”. “Mi hija no quería ir al colegio. Yo la llevaba llorando, por eso dimos este paso”, relata esta madre en declaraciones a Crónica Global.
Dificultades añadidas
Así pues, junto a la profesional del EAP decidieron que la escuela que mejor se adaptaba a las necesidades de Noa era el Instituto La Sagrera Sant Andreu por su metodología. “Trabajan por proyectos, tienen dos tutores por aula, hacen mucho material manipulativo... Era como sacarla de lo típico de estudiar, memorizar y hacer el examen”, explica.
La odisea de esta familia comienza cuando el CEB rechaza esta petición y le ofrece el Instituto Rec Comtal de Trinitat Vella. Un lugar que lo único que hace es complicarles la vida por lo lejos que se encuentra del domicilio y del puesto de trabajo. Además, Noa necesita ir acompañada en transporte público, por lo que es una opción inviable. Al conocer la noticia, la menor no se lo tomó bien: “Con los niños con autismo se debe tener cuidado con los cambios, porque les bloquean y pueden causarles crisis”, como le ocurrió a Noa, que se puso “a llorar, a golpear cosas y a tirarse del pelo”.
La Administración, cómplice
Días más tarde, la familia interpuso una reclamación ante el Consorcio de Educación que "no sirvió para nada" porque fue desestimada. “Me dijeron que ese era el colegio más adecuado, pero lo era para ellos. Yo no puedo dejar a mi hija en un colegio que no conozco”.
Por ello, el pasado viernes interpusieron un recurso de alzada en el que se incorpora un informe de reconocimiento de necesidades específicas de apoyo educativo. La intención es que las Administraciones tengan en cuenta el documento y anulen la resolución de escolarización del Consorcio, atendiendo a la petición de la familia.
Un préstamo para pagar un colegio privado
A un mes de iniciar el nuevo curso, Noa y su familia viven con la incertidumbre de saber a qué centro tendrá que acudir finalmente, ya que no se prevé que la resolución del recurso sea rápida. “Pregunté cuánto tiempo tardaría y me dijeron que hasta tres meses. Me reí por no llorar… ¿Cómo va a tardar tres meses si en septiembre mi hija tiene que estar escolarizada?”, dice esta mujer, desesperada.
Mientras tanto, María del Mar busca un plan b. Eso es, un centro privado que no sabe si podrá pagar: “Su padre y yo trabajamos, no sé si nos lo podemos permitir, depende de lo que valga. Si no, pediremos ayuda o pediremos un préstamo”.
Hasta que se resuelva este problema, María del Mar toma antidepresivos y tranquilizantes porque, asegura, no duerme y vive con una angustia constante. “Mi hija confía en mí, soy su madre y me da las gracias por este esfuerzo que estoy haciendo”. Algo que le añade presión para luchar por que finalmente su pequeña vaya a un instituto en el que recupere las ganas de aprender.