Fue el escritor Stéphen Liégeard el que, en 1887, acuñó el evocador término Côte d’Azur para referirse a este paraíso terrenal comprendido entre los Alpes Marítimos y el Mediterráneo, desde Marsella hasta Mentón en la frontera franco-italiana.
Durante décadas, este hermoso territorio fue el lugar de recreo de la aristocracia europea y un imán para artistas e intelectuales. Todos sucumbían al irresistible encanto de esta extraordinaria franja mediterránea, atraídos por su luz, la belleza del paisaje y las bondades de un clima benevolente hasta en los meses más fríos de invierno. Ciudades fascinantes, playas infinitas, cautivadoras calas y deliciosos pueblos encaramados a las montañas dibujan un destino tan hipnótico como glamuroso.
La apabullante arquitectura de Niza
En este caluroso verano se cumple justo un año desde que la Unesco incluyera a Niza en su elitista lista de tesoros patrimoniales, en gran parte gracias a su fabuloso legado arquitectónico de edificios únicos que decoran sus calles y escoltan la Promenade des Anglais. La capital de la Costa Azul se erigió durante décadas como meca vacacional de celebridades y multimillonarios que apuraban con la misma intensidad los días de sol y playa como las alocadas noches que prolongaban mucho más allá del amanecer. Esta ecléctica troupe de extravagantes personajes encontró aquí un espléndido refugio generosamente decorado con la arquitectura de la Belle Époque.
Cocteau, Picasso, Chéjov, María Callas, Coco Chanel, Hemingway o Zelda y Scott FitzGerald se alojaron en las villas que se acomodaban en las colinas circundantes o en las lujosas habitaciones de sus famosos hoteles. Uno de ellos, el Negresco, fundado por Henri Negresco en 1913, elevó su popularidad a la categoría de leyenda. La reina Victoria de Inglaterra fue la huésped más ilustre del antiguo palacio Excelsior Regina construido en su honor. El casino del Palais de la Méditerranée, la ópera de Niza, mansiones y palacios como el de Paschetta, el de Julieta o el de Mozart, además de numerosos edificios con sus fachadas ornamentales trazan un recorrido apasionante por esta mítica ciudad.
Cannes, mucho más que cine
Cannes es otra de las estrellas de la Costa Azul. No solo porque una vez al año, durante el festival internacional de cine, la élite de la industria cinematográfica luzca palmito en la alfombra roja desplegada sobre La Croisette, sino porque, este antaño pueblo de pescadores, además exhala mucho encanto y esconde una legendaria intriga.
Desde lo alto de Le Suquet, su encantador y empinado barrio antiguo, se divisa una espléndida vista de la ciudad y de la bahía mediterránea con el archipiélago de Lérins coronando el horizonte. Una de las islas, la de Santa Margarita, fue el escenario, en el siglo XVII, de un misterio llevado a la gran pantalla en más de una ocasión: la historia del Hombre de la Máscara de Hierro. Y es que tras los gruesos muros del Fuerte Real estuvo prisionero el enigmático personaje cuya identidad se ocultaba tras un férreo antifaz. Qué hay de ficción y de realidad en toda esta esta historia sigue siendo una incógnita, lo que sí es cierto es que el enmascarado existió realmente aunque no exista prueba alguna de que fuera el hermano gemelo de Luis XIV, tal y cómo sugería Alejandro Dumas en sus novelas.
Biot y la vajilla de las estrellas
Cuentan que hasta la bonita villa medieval de Biot se desplazaba Lauren Bacall cuando se encontraba en el festival de cine para adquirir los objetos de vidrio fabricados en esta localidad, situada a poco más de 17 kilómetros de Cannes. Creada en 1956 por Eloi Monod, la Verrerie de Biot utiliza una técnica singular conocida como “vidrio burbujeado”. Este procedimiento consiste en generar diminutas burbujas en todas las piezas que fabrican de manera artesanal otorgándoles un aspecto único convertido en marca de la casa. Enamorada de estos objetos, la actriz los popularizó en los EEUU durante los años dorados de Hollywood.
Este pintoresco municipio posee además numerosos rincones encantadores como la plaza de las Arcadas, de origen romano y posterior sede de los caballeros templarios, la puerta de Dientes o la de los Migrantes, varias capillas y, a las afueras, el Museo Nacional Fernand Léger, que alberga la obra del destacado pintor cubista francés.
Grasse, la ciudad más perfumada de Francia
Conocida mundialmente como capital de las flores y los perfumes, el embriagador enclave de Grasse está catalogado como Villa de Arte y de Historia. El Museo Internacional de la Perfumería es una de las visitas imprescindibles para conocer la milenaria tradición del perfume. Sus salas exhiben todo tipo de objetos y documentos aunque la pieza estrella de la colección sea sin duda el neceser de María Antonieta. Un valioso cofre que contenía todo lo que necesitaba la malograda reina durante sus desplazamientos. Una tetera con sus tazas de porcelana, dos calentadores de plata, el sello real y, por supuesto, frascos y tarros para perfumes y cremas forman parte de este lujoso cofre que pesa nada menos que 40 kilos.
Esta villa medieval, en la que vivió sus últimos años y murió la cantante francesa Edith Piaf, es una verdadera joya en la que vale la pena perderse. Calles trufadas de amables perfumistas, pórticos, plazas inesperadas y las tonalidades ocres de las casas hacen de esta visita una experiencia inolvidable.
Saint-Paul de Vence y Mougins: refugio de artistas
No es de extrañar que algunos de los grandes maestros de la pintura del siglo XX encontraran la inspiración en la Riviera francesa. Marc Chagall fijó su residencia en Saint-Paul de Vence desde 1966, localidad en la que fue enterrado junto a su esposa Vava. El camposanto es un reclamo turístico más de este bello enclave amurallado de calles empedradas y galerías de arte. El pintor frecuentaba La Colombe d’Or, al igual que lo hacían Simone Signoret, Yves Montad, Matisse o Pablo Picasso.
Y es que la huella del genio malagueño se encuentra en numerosos rincones de la Costa Azul como en Antibes, donde se ubica su maravilloso museo. Pero fue en la bellísima localidad de Mougins donde el pintor vivió sus últimos años y el lugar donde falleció en 1973.
Ubicado a pocos kilómetros de Niza, en un altivo promontorio rocoso, sus calles y plazas se arremolinan en torno a la iglesia parroquial de Saint-Jacques-le-Majeur, desde cuyo campanario se contemplan de unas vistas extraordinarias al litoral mediterráneo. La tradición cultural sigue estando muy presente en sus milenarias calles gracias a instituciones tan prestigiosas como el Centro de Fotografía o el Museo de Arte Clásico de Mougins (MACM), que recoge una impresionante colección de piezas de todos los tiempos gracias a la generosidad del coleccionista británico Christian Levet. Esta villa, situada a tiro de piedra de Cannes, presume además de gastronomía y cada año celebra un encuentro entre chefs con Estrella Michelin en su célebre Festival Internacional de Gastronomía Les Étoiles de Mougins.