El enigmático hombre de la máscara de hierro
Aunque su identidad sigue siendo un misterio, el personaje existió y durante años permaneció oculto en la fortaleza real de la isla de Sainte-Marguerite, frente a la costa de la bahía de Cannes
7 noviembre, 2021 00:00Tan solo un kilómetro separa La Croisette de la celda de uno de los prisioneros más cinematográficos de la historia. Hasta en ocho ocasiones se ha llevado a la gran pantalla la novelesca vida del enigmático hombre de la máscara de hierro. Pero ¿quién fue en realidad este anónimo personaje?
Existen numerosas teorías, algunas ciertamente descabelladas. Hay quienes sostenían que se trataba de un estafador; otros que era Nicolás Fouquet, un ministro de finanzas de Luis XIV; también se conjeturó con que fuera Molière, incluso el mismísimo D’Artagnan. Pero la trama más jugosa y rentable argumenta una conspiración monárquica.
Un culebrón real y una celda con vistas
Fue Voltaire el primero en sugerir que se trataba, ni más ni menos, del hermano gemelo de Luis XIV, el flamante Rey Sol. Siendo muy joven, el filósofo, estuvo encarcelado durante unos meses en los calabozos de la Bastilla. Durante su estancia los reclusos más veteranos le contaron insólitas historias acerca de un preso cuyo rostro siempre permanecía oculto. De aquellas extrañas confidencias, años más tarde, dejaría constancia en su libro El siglo de Luis XIV. “Se recluyó con el máximo secreto, en el castillo de la isla de Santa Margarita, a un prisionero desconocido, de estatura elevada, joven y de la más bella y fina presencia. Durante el traslado, el preso llevaba puesta una máscara con una mentonera que tenía resortes de acero”, escribió. Había nacido una leyenda.
Once largos años, desde 1687 hasta 1698, estuvo oculto tras los gruesos muros de una celda ciertamente segura y confortable para la época. Se trata de una espaciosa habitación de 30 metros cuadrados abovedada, equipada con letrina, chimenea y un ventana provista de tres filas de gruesos barrotes, con vistas a la bahía de Cannes. Aun así el prisionero tenía estrictamente prohibida la comunicación con el exterior, le custodiaba un mosquetero y estaba sometido a un estricto control, aunque también es cierto que además de las comodidades de su celda recibía un trato bastante más considerado como cambio de sábanas y vajilla dos veces por semana o ser el primero de los reclusos en ser atendido. Algo insólito que apuntala la teoría de su noble condición. El lugar permanece intacto y se puede visitar.
Un personaje de película
Pero sería Alejandro Dumas en su novela El vizconde de Bragelonne, publicada en 1847, la tercera entrega de la Trilogía de los mosqueteros, el auténtico artífice de la popularidad del misterioso reo. En ella, Felipe, el hermano gemelo de Luis XIV, ignora por completo su verdadera identidad hasta que Aramis le libera de su cautiverio y le revela su verdadero origen.
Este relato ha servido durante décadas como argumento cinematográfico a diversos cineastas. El último, Randall Wallace, que basó en el libro la taquillera El hombre de la máscara de hierro, estrenada en 1998 y protagonizada por Leonardo DiCaprio, Gabriel Byrne, Jeremy Irons, John Malkovich y Gérard Depardieu. Todo un elenco de lujo para una trepidante trama de conspiraciones y luchas entre valientes caballeros y malvados aristócratas. Un auténtico folletín de juegos de tronos y espadachines.
Un personaje legendario en un enclave de cine
El famoso enmascarado no es el único reclamo de esta bella isla mediterránea, que por cierto perteneció a la Corona española desde 1635 hasta 1637. Pese a su terrible pasado, hoy resulta un destino turístico excepcional que seduce a numerosos visitantes atraídos por su historia legendaria y, sobre todo, por las bellísimas calas que decoran sus apenas 2,1 kilómetros cuadrados.
Aquí se encuentra además un ecomuseo submarino, el primero de Francia, en el que seis gigantescos rostros, obra del artista británico Jason deCaires Taylor, yacen sumergidos en el fondo de las paradisiacas aguas de la Costa Azul. La inspiración para estas enormes caras de dos metros m la encontró el escultor en el enigmático cautivo y las esculpió con los rasgos de seis habitantes de Cannes. Contemplarlas supone todo un reto ya que se encuentran a una profundidad de entre tres y cinco metros. Toda una aventura para los numerosos bañistas que se afanan por localizarlas equipados con unas gafas de esnórquel.
Cannes, mucho más que cine
Aunque mundialmente famosa por su prestigioso festival de cine que se celebra desde 1946, Cannes es un espectáculo en cualquier época del año. El barrio de Le Souquet, el casco antiguo de la que fuera una villa de pescadores, despliega todo su encanto por sus calles estrechas y empinadas repletas de tiendas y restaurantes. En lo alto se erige un castillo medieval que ahora ocupa La Castre, un museo de artes primitivas de diversos continentes así como antigüedades mediterráneas. Desde sus jardines las vistas son espectaculares. A sus pies se despliega la rutilante urbe con su pasarela de hoteles prohibitivos, tiendas de lujo y deportivos de infarto y a lo lejos la isla que un día albergó al más famoso de los prisioneros, un hombre al que le robaron la libertad y condenaron al anonimato.