Planificar las comidas y cenas de toda la semana, supervisar las tareas escolares de los hijos, estar pendiente de los grupos de WhatsApp y de los mails del colegio, llevar a los pequeños al médico… Este listado de tareas invisibles y no cuantificables en tiempo siguen siendo, a la práctica, responsabilidad de las madres.
Así se desprende de los resultados de la encuesta El coste de la conciliación, realizada por el Club de las Malasmadres, con Laura Baena al frente, y la Asociación Yo no Renuncio, una fotografía nítida de lo alejados que están los padres españoles de la corresponsabilidad en las tareas doméstico-familiares. Esta carga mental, que recae prácticamente en exclusiva en la mujer, puede aumentar el estrés y la ansiedad -incluso llegar a provocar depresión- y es la base de muchos conflictos de pareja.
Doble carga silenciosa
“La carga mental es un trabajo no físico, pero muy esforzado, que por su naturaleza silenciosa no es valorado ni mucho menos remunerado. Se trata de prever, planificar, organizar y anticiparse a las necesidades de la comunidad familiar y recae en el ámbito doméstico, normalmente sobre las mujeres”, describe Ángel Luis Guillén, director de Psicopartner.
Esta carga “es silenciosa porque no se ve y no se mide ni se cuantifica. Eso la hace doblemente pesada”, lamenta Maite Egoscozabal, socióloga, cofundadora de la Asociación Yo no renuncio y responsable de proyectos e investigación social del Club de las Malasmadres. “Es muy difícil cuantificar cuánto tiempo pasamos haciendo una tarea que supone una planificación u organización, ya sea preparar la lista de la compra, ya sea tomar la decisión de a qué extraescolares vas a apuntar a tus hijos, cómo te vas a organizar el verano, cómo distribuyes estos cuidados cuando los niños y las niñas no van al colegio, o pensar si tienes que comprarles ropa porque se les ha quedado pequeña. Por lo tanto, son tareas que no están medidas en el tiempo, que no se visibilizan y que, por tanto, no se reconocen”, añade.
¿Algo biológico?
Todavía hay voces que atribuyen este desigual reparto de tareas a la biología. Nada más lejos de la realidad. “Si bien es cierto que, tradicionalmente, las mujeres han sido las responsables principales del hogar de estas tareas domésticas y familiares, esos roles los hemos aprendido de generación en generación y hasta los hemos acabado naturalizando. Hemos confundido qué es un aprendizaje social y qué es un aprendizaje biológico o natural. Por ello, a pesar de que las mujeres de las últimas generaciones nos hemos incorporado al mercado laboral, no nos hemos despegado y no hemos desaprendido esos roles tradicionales de género, y somos nosotras las que seguimos asumiendo las riendas de la organización y la planificación del hogar”, explica esta experta en conciliación.
Papel secundario en los cuidados familiares
Egoscozabal cree que uno de los factores que ha facilitado este tipo de aprendizaje social son los “referentes que tenemos de generaciones anteriores: superwomen que, hayan sido profesionales o no, han llegado a todo o han pretendido mostrar que llegaban a todo, escondiendo esa cara oculta de la maternidad, la cara oscura de los cuidados”.
“Ellos siempre han asumido un papel secundario en las tareas doméstico-familiares. Y a pesar de que la generación de padres de hoy en día, jóvenes, no tiene nada que ver con anteriores generaciones, sigue dándose un reparto desigual de las tareas domésticas y de cuidado familiar que hace que nosotras asumamos esa carga mental invisible y ellos se ocupen de tareas de ejecución o de ‘dime qué tengo que hacer’, pero no en asumir esa responsabilidad desde el inicio”, continúan desde Yo no renuncio.
A ello se le suma que las mujeres de la generación actual “asumimos las tareas de reproducción manteniendo nuestro rol como profesional y asumiendo estas tareas en la esfera productiva. Esto hace que la carga se multiplique porque estamos asumiendo una doble jornada laboral, con otra carga mental, la que también conlleva nuestra profesión”, sostiene la cofundadora de la Asociación Yo No Renuncio.
Educadores de manual
Y, por último, otro factor que contribuye a la carga mental -señala Maite Egoscozabal- “es lo que llamamos la profesionalización de la crianza y la educación. Parece que los padres y las madres tengamos que ser educadores de manual. Tenemos muchísima más información, que es muy bienvenida y es fundamental para saber educar a nuestros hijos e hijas, pero esa profesionalización hace que persigamos todavía más esa exigencia, esa perfección en el cuidado y, por lo tanto, aparezca el sentimiento de culpa y crezca la frustración cuando no estamos cumpliendo con ese canon de perfección o esos parámetros que nos dan estos manuales de educación”.
Consecuencias en la salud y en la pareja
De esta carga mental no se suele ser consciente hasta que se toca fondo. “Muchas mujeres sufren estrés y ansiedad. El problema es que, si estos síntomas perduran, puede desembocar en problemas más graves como la depresión o las adicciones”, advierten desde Psicopartner. Sin olvidar que también puede afectar al funcionamiento de la pareja. “El agotamiento lleva al estrés, a las desavenencias, al sufrimiento, al mal ejemplo a los hijos, a la ausencia de sexo e incluso puede acabar en un divorcio”, añaden.
También incide de forma directa en la vida laboral. “Si somos nosotras las que siempre estamos asumiendo la carga mental, vamos a ser nosotras las que principalmente acabemos cogiendo medidas de conciliación, que ahora mismo están mal planteadas porque suponen un coste salarial y suponen también una penalización laboral”, opina la socióloga del Club de las Malasmadres.
Corresponsabilidad mal entendida
En definitiva, “la corresponsabilidad se está entendiendo como ‘él me ayuda’, como ‘él sí participa de algunas cosas’, pero no se está entendiendo como ‘él es responsable de las tareas domésticas y familiares, igual que yo’. Esto es muy importante porque hay una verdadera confusión en lo que significa corresponsabilidad y como consecuencia tiene que aplaudamos las pocas tareas que están haciendo los hombres hoy en día y que se conviertan en hombres referentes, cuando en realidad siguen teniendo un papel secundario en el cuidado”, concluye Maite Egoscozabal.