La pandemia ha trastocado las vidas de la mayoría de la sociedad. Aunque la traslación al ámbito digital de muchas interacciones que no se podían hacer cara a cara supuso un reto extra para las personas sordas. La expresión corporal y facial, las miradas o el contacto son como la entonación, por lo que se perdía gran parte del caudal comunicativo. Se creó un muro de acceso la información en internet.
Miriam Iribertegui, estudiante del máster de Comunicación Digital y Nuevas Tecnologías de la Universitat Abat Oliba CEU (UAO CEU), fue una de las afectadas. Esto la llevó a enfocar su trabajo final --Estudios sobre la digitalización de las personas con IC (implantes cocleares) y signantes en tiempos de Covid-19: los olvidados de todos-- hacia esta problemática. “Somos muy invisibles a la hora de pedir o cuadrar una cita médica o administrativa a través de internet, de las apps y en redes sociales”, asegura la joven oralista y signante, un tándem poco común entre las personas con dificultades auditivas, según apuntan fuentes expertas a este medio.
Aislamiento en redes sociales
Este tipo de medidas se popularizaron durante la pandemia, algo que no solo afectó a las personas con déficit auditivo, sino también a invidentes e incluso a personas de avanzada edad. “Nos pedían que lo hiciéramos a través de una llamada, por lo que nos hacía falta la ayuda de un familiar o un vecino para poder recibir la información y concretar una cita médica, por ejemplo”, asevera Iribertegui. La estudiante remarca que esa fue la forma de la Administración de “resolver la solución de manera más rápida y útil”, pero “no somos personas sordas de 15 años”.
Fuentes cercanas al sector educativo para signantes explican a Crónica Global que este “aislamiento en redes sociales” se da más en las de habla castellana o catalana que en el mundo anglosajón, donde los usuarios de Instagram o TikTok tienden más a subtitular, por ejemplo. Algo que ha analizado Iribertegui en su TFM y en el que ha hallado varias conclusiones. Entre ellas, defiende “subsanar esta tendencia en internet mediante la empatía, es decir, con subtitulación, transcripción de textos o vídeollamadas”.
Además, aunque poco conocidas en España, también existen aplicaciones que ofrecen este tipo de ayuda para hacer más accesibles las redes como &Ava, Convo o Happyscribe. Los recursos tecnológicos actuales ofrecen la posibilidad de trasladar estos servicios de subtitulación y transcripción automática a Instagram o TikTok, “sin que suenen a chino como Google Teams o en PowerPoint”, explica la estudiante del máster de la UAO CEU. Estas herramientas permiten incrustar el texto en los vídeos, editarlos, convertirlos… Un sinfín de posibilidades para que muchas personas con déficit auditivo puedan tener un contenido que, en muchas ocasiones, son noticias de última hora o una fuente de trabajo.
Lengua y no lenguaje
Pero la subtitulación va, sobre todo, destinada a los oralistas, según explican voces educativas a este medio. Entonces, quedaría el tema de los signantes y su lengua. Exacto, lengua y no lenguaje, algo que la amplia comunidad de personas sordas pide hacer “pedagogía” al respecto. “El término correcto es lengua de signos y no lenguaje de signos. ¿Por qué? Porque la palabra lengua equivale a un idioma propio y tiene gramática, una estructura y un vocabulario propio; mientras el lenguaje se refiere a la capacidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos”, recalca Iribertegui. De hecho, es algo que tanto la Fundación Once como el resto de organizaciones españolas reclama desde hace décadas y cuenta con un día nacional: el 14 de junio.
Existen, además, diferentes lenguas de signos, una por cada idioma del mundo. Así pues, la española y la catalana son diferentes y la americana se utiliza, generalmente, como universal, de la misma manera que un hablante utiliza el inglés. No hay una única para todos, la cultura, tradiciones y otros aspectos condicionan la formación de cada signo con “un significante y un significado”, explican varios expertos a este medio. No obstante, este tipo de dialectos “son independientes de los orales y siguen su propia línea de desarrollo”, apunta la estudiante universitaria.
La adaptación de las universidades
Iribertegui ha analizado todas estas trabajas en su trabajo final de máster, con una mirada interna que le ha llevado a preguntarse el grado de adaptación que tiene el sistema educativo en España. “Actualmente la Universidad está adaptada, aunque podría mejorar. Mi experiencia este curso en la UAO CEU ha sido buena y me he esforzado en captar toda la información académica”, explica.
En su caso, el uso de mascarillas durante la pandemia --al leer los labios en muchas ocasiones-- ha sido otro muro que ha tenido que escalar. La lectura labial era imposible y, a pesar del uso de tapabocas transparentes, tan solo llegaba a comprender un 85% máximo del contenido. “Ahora que ya no las utilizamos, puedo leer y entender completamente a los profesores”, sentencia.
El muro de internet para las personas sordas es una de las problemáticas que se encuentran en su día a día, aunque no la única. En un mundo donde oralistas y signantes se encuentran separados y existen discrepancias por las mejoras que deben darse para la inclusión en todas las informaciones de todos aquellos con carencias auditivas --algo que algunas fuentes consideran con un “cierto clasismo” dentro del colectivo con discapacidad--, tanto en un ámbito como en otro. Porque, como asegura Iribertegui, “no es un mundo heterogéneo como se piensa”.