La pandemia y los confinamientos supusieron un cambio drástico en la forma de relacionarnos, donde la digitalización tomó un papel protagonista. Esto afectó de lleno a niños y jóvenes, que aumentaron de forma notable el tiempo que pasaban expuestos a pantallas. Esto hacía pensar que, tras el COVID, el tiempo de exposición digital se reduciría. No ha sido así. Un reciente estudio llevado a cabo por Qustodio indica que, pese a la recuperación de las relaciones personales presenciales, los menores pasan de media cuatro horas diarias conectados a una pantalla fuera de las aulas, un total de 1.460 horas al año o, lo que es lo mismo, la mitad del tiempo que dedicamos a dormir.
Bajo el título Del cambio a la adaptación: viviendo y aprendiendo en un mundo digital, este estudio analiza la información anónima proporcionada por 400.000 familias con hijos de entre 4 y 18 años en España, Estados Unidos y Reino Unido durante 2021, además de un total de 1.200 entrevistas. Los datos que arroja son claros. El 76% ha comprobado que el uso habitual de los dispositivos afecta negativamente a su hijo de alguna manera; para el 47% la actividad física de sus hijos se ve afectada; el 36% aprecia un mayor aislamiento por parte de los menores; y el 20% experimenta problemas en la rutina del sueño.
Uso no recomendado para menores de diez años
Las horas de conexión a una pantalla que son excesivas o recomendables “dependen de la edad del menor. Si hablamos de menores de 10-12 años, lo recomendable sería que no tuviesen apenas acceso al uso de dispositivos. En cualquier caso cuatro horas de uso de pantallas después de clase es excesivo para cualquier persona, mayor o menor de edad, el cerebro de los seres humanos no está diseñado para estar conectado de forma permanente a la estimulación audiovisual activadora que generan estos dispositivos”, señala Jorge Bueno Gil, psicólogo sanitario en Psicopartner y especialista en niños y adolescentes.
La infancia de un niño de 2022 en nada se parece a la que vivieron sus padres tres décadas antes. Antes se socializaba jugando en la calle, ahora a través de Whatsapp, Tik Tok o Instagram. Eduardo Cruz, CEO de Qustodio, aplicación multiplataforma líder mundial en seguridad y bienestar digital para familias coincide en que no cabe duda de que, hoy en día, los menores están viviendo una infancia totalmente diferente a la de sus padres, “pero esto no tiene que ser una excusa para que los padres dejen a sus hijos estar todo el día conectados a una pantalla. Bajo mi opinión, convendría tratar de que haya un equilibrio entre la vida online y offline”, considera. “Por ello, es muy importante ofrecer a los hijos alternativas de diversión alejadas de las pantallas y transmitirles la importancia de realizar actividades familiares sin necesidad de utilizar la tecnología y cara a cara”, recomienda Cruz.
Dificultades en el proceso de socialización
El psicólogo Jorge Bueno apunta también que tanta sociabilidad digital puede perjudicar el propio proceso de socialización, “ya que se trata de un medio que permite impunidad, en el que si no se toman medidas se puede incluso suplantar la identidad. Es un medio de difícil control para los adultos y, por lo tanto, en muchas ocasiones exento de barreras.
El proceso de socialización tiene un componente de adquisición de límites que es muy difuso y permeable en las redes. En ocasiones podemos ver a los chicos que están sentados juntos y están comunicándose dentro del propio grupo a través de los dispositivos móviles en lugar de hacerlo de forma real, la virtualidad y el medio digital les resultan más cómodos. Pero deben aprender también a estar cara a cara con las personas, en la vida adulta lo van a necesitar”, explica Bueno.
Trastornos de conducta y atención
La hiperconectividad no sólo daña su capacidad de socializar. “Un uso incontrolado de los dispositivos en menores puede conllevar a una deformación de sus identidades, pérdida de logros escolares, retrasos en el desarrollo del lenguaje, disminución de la capacidad de concentración, desajuste en el ritmo del sueño, etc.”, detallan desde Qustodio.
“Hay incluso evidencias en algunos estudios que señalan en la dirección de un aumento de los trastornos de conducta y del TDAH (trastorno de atención) como consecuencia de la hiperconectividad digital. A lo que se afecta no es a la frustración ante el aburrimiento, sino la incapacidad para controlar los impulsos (impulsividad), una capacidad que por cierto en los seres humanos no madura hasta los 6 o 7 años”, añaden desde Psicopartner.
¿Qué hacer?
Por ello, desde Qustodio recomiendan a los padres que establezcan normas de uso de las pantallas según su edad, “como poner límites de tiempo, respetar las horas de sueño, el tiempo en familia, no dejar de hacer deporte u otros.
Además, los padres deben informar a los hijos sobre los peligros de Internet, y explicar qué tipo de información no es conveniente proporcionar. Y, sobre todo, es importante que los padres den un buen ejemplo. Evidentemente, si los menores ven que sus padres usan gran parte de su tiempo libre delante de las pantallas viendo series o cualquier otro tipo de contenido, los niños entenderán que es algo aceptado y lo normalizarán”, concluyen.