Los Mossos d’Esquadra y la Policía Nacional han desarticulado un grupo criminal dedicado a captar mujeres de nacionalidad española para que contrajeran matrimonio con hombres extranjeros, concretamente de países del norte de África. En total, siete personas han sido detenidas en esta operación: una mujer, que hacía las veces de captadora, y seis hombres.
Fuentes cercanas a la investigación confirman que el caso se destapó a raíz de la denuncia presentada por dos mujeres que acudieron a una comisaría del Baix Llobregat y confesaron que, aunque inicialmente accedieron a formar parte de este entramado fraudulento a cambio del cobro de 1.500 euros, cuando decidieron echarse atrás el grupo criminal las coaccionó y las presionó para que no se divorciaran, causando en ellas un “miedo insuperable”.
¿Matrimonio forzado o concertado?
Las fuentes consultadas revelan que estas dos víctimas, que padecen una discapacidad intelectual --aunque no están incapacitadas-- fueron captadas por una mujer magrebí que las convenció para formalizar esta unión fraudulenta. La ahora detenida les prometió que no tendrían que mantener relaciones sexuales con los sujetos y que tampoco habría convivencia entre ellos. Después, las trasladaron hasta una notaría de Igualada donde formalizaron la documentación para que ellos pudieran regularizar su situación en España.
Aunque las dos víctimas no han sido detenidas por estos hechos, las mismas fuentes explican que se les podría atribuir un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros por haber formado parte de este entramado fraudulento. A pesar de la discapacidad intelectual de las víctimas y de las coacciones, otra fuente policial consultada aclara que en este caso “no se trata de un matrimonio forzado sino de conveniencia”, dado que ambas partes se beneficiaron. “Pactaron un matrimonio. Ellos pagaron a las mujeres y ellas accedieron a formar parte de este entramado”, sostienen.
Mujeres muy jóvenes
Pero la delgada línea que separa a los matrimonios forzados de los concertados se diluye. Desde Valentes i Acompanyades, la asociación que lucha para poner fin a los matrimonios forzados en Cataluña y presta asistencia a las víctimas, Núria García asegura que se trata de un caso atípico. Aunque la técnica de la asociación argumenta que podría considerarse un matrimonio forzado --porque existió coacción-- explica que las mujeres que atienden suelen tener otro perfil.
Normalmente se trata de mujeres extranjeras o españolas de nacimiento pero de origen extranjero muy jóvenes, algunas de ellas menores de edad. Aunque el matrimonio forzado es una cuestión cultural, y no religiosa como se suele creer, la mayoría de las víctimas son musulmanas y proceden de Marruecos, Senegal, Gambia, Guinea-Conakri, Mali, India y Paquistán. En la actualidad, esta asociación presta asistencia a más de 30 mujeres.
Las coacciones
García explica que, a diferencia de este caso --en el que los captadores y los que ejercían la presión sobre las mujeres eran un grupo criminal-- en los casos que atienden en Valentes i Acompanyades la coacción viene desde el propio entorno de las chicas. Son las familias y la comunidad las que ejercen todo tipo de presiones. Desde chantaje emocional como “Mira lo que nos vas a hacer”, “Vamos a ser deshonrados y repudiados por tu actitud”, pasando por acompañarlas a todas partes y obligarlas a abandonar sus estudios, hasta los casos más extremos en los que son recluidas en el domicilio y sometidas a violencia física o sexual.
En este sentido, la técnica incide en que la delgada línea que separa los matrimonios forzados de los concertados a veces es muy tenue y cuesta discernir entre ambos casos. Aya Sima, técnica también en Valentas i Acompanyades, comparte su propia visión y añade que, pese a que se suele diferenciar entre estas dos casuísticas “los dos son forzados si la unión no es fruto de la voluntad propia y de la libre elección, por ejemplo, cuando hay una necesidad económica detrás".
Violencia contra la mujer
Desde Valentes i Acompanyades aclaran que nunca han atendido un caso de una española que acceda a casarse a cambio de dinero para que el otro regularice su situación. “Sí que hemos tenido chicas nacidas aquí pero de origen extranjero que han sido presionadas para casarse con parientes en sus paises de origen, pero por muchos otros motivos además de por los papeles, por ejemplo, por mantener los lazos familiares u económicos…”, asegura Sima.
En este caso, del que se desconocen todos los detalles por tratarse de una investigación policial en curso, Sima considera que no es equiparable a los matrimonios forzados tal y como desde la asociación los entienden. “No lo metería en el mismo saco, tendríamos que llamarlo de otra manera”, aclara. Tradicionalmente, en los matrimonios forzados la coacción, la manipulación, la presión, las amenazas e incluso la violencia, proceden del entorno de las propias víctimas para forzarlas a ir hacia un camino concreto. Pero en este caso, las mujeres inicialmente se prestaron a cometer un ilícito a cambio de dinero, aunque habría que analizar si tenían la capacidad como para entender las posibles consecuencias. Sea como fuere, todo parece indicar que detrás de este caso subyace otro ejemplo más de violencia contra las mujeres.