La crisis económica afecta a las mujeres más que a los hombres, pero Raquel tiene que sortear más piedras en el camino que la mayoría. Esta joven de 31 años tiene un 49% de discapacidad física e intelectual. Nació con tetralogía de Fallot, una combinación de cuatro defectos cardíacos congénitos que le ha generado alteraciones de la columna vertebral y, además, tiene déficit de atención. Su día a día es muy limitado, no solo por los impedimentos provocados por los dolores, sino también por la ausencia de un empleo digno que le permita tener un proyecto de vida. Y es que, en su caso, tiene muchas más dificultades para acceder al mercado laboral. “Sufro triple discriminación”, asegura. Y este martes, en el Día Internacional de la Mujer, quiere hacerse oír.
Esta mujer no sólo tiene que lidiar con el rechazo que sufren las personas con discapacidad en una sociedad que todavía "no está preparada para la verdadera inclusión", sino que debe hacer frente a las diferencias entre hombres y mujeres dentro de su colectivo. Pero no sólo eso: también se distingue entre las mujeres con o sin discapacidad. “Cobramos menos que una mujer sin discapacidad”. Cuestiones que no sólo ve injustas, sino que no le permiten avanzar.
Contratos temporales e inestabilidad
En declaraciones a Crónica Global, lamenta sentirse rechazada a la hora de entregar su currículum, sobre todo a través de las páginas de búsqueda de empleo. Pues “a pesar de cumplir con los requisitos para el puesto de trabajo, su pluridiscapacidad no es apta” para las empresas. “Me he sentido fatal viendo que encajo, pero no me cogen por el hecho de tener dos discapacidades”.
Esto ha provocado una inestabilidad muy grande en su vida, ya que ha tenido que “deambular” de un lugar a otro porque, además, los contratos son temporales. “Los contratos que tienen las personas con discapacidad suelen ser de uno o dos años”, según explica, algo que se debe a las subvenciones que reciben las empresas cuando fichan a una persona con discapacidad. Esto ha provocado que haya rotado por varias empresas, sin llegar a establecerse en ninguna. “Unos contratos de corta duración y con salarios bajos que no me dan para vivir”, lamenta Raquel. De hecho, la joven explica a este medio que ha tenido que dejar sus estudios de veterinaria porque no puede permitírselos. Por eso, su objetivo es conseguir un “trabajo decente” que le permita vivir sola y no depender de sus padres. “Algún día ellos no estarán”.
3.000 euros menos que un hombre
La brecha de género en el colectivo es alarmante. Según Dincat, las mujeres con discapacidad intelectual cobran casi 3.000 euros menos brutos anuales que los hombres en las mismas condiciones. Son datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019 --los últimos actualizados-- y que podrían haber empeorado a causa del Covid.
Raquel participa en distintas causas cuyo objetivo es “empoderar y dar visibilidad a las mujeres con discapacidad”. De hecho, participa en un nuevo programa de Dincat bajo el nombre Mujeres líderes por el cambio. Un proyecto que se desarrolla en toda España y que consiste en crear una comunidad de mujeres líderes. El grupo estará formado por féminas con y sin discapacidad que sensibilizarán sobre la igualdad de género.
Un total de diez mujeres en Cataluña se formarán en liderazgo. Con esto, se conseguirá que cada vez más personas del sexo femenino participen en los órganos directivos de entidades, empresas, etcétera. Un reto complicado, pero asumible, si la sociedad pone de su parte no solo el 8M, sino todos los días.