“Restaurante ruso contra la guerra. ¡Stop Putin!”. Así recibe Genya a sus clientes en su restaurante Ekaterina, situado en uno de los barrios más céntricos de Barcelona, el Eixample. Quiere dejar claro su rechazo a la invasión a Ucrania por parte de Vladimir Putin. De hecho, pide perdón a quienes están sufriendo la guerra. Y lanza un mensaje a los ucranianos: “Quiero decirles que estamos de su lado, que les estamos ayudando. Deseo pedirles perdón, aunque no es nuestra culpa”. Esta mujer, nacida en Montes Urales (Rusia), espera que “algún día puedan reconciliarse y volver a respetarse”.

A pesar de esto, ella también está sufriendo las consecuencias del conflicto: pues día tras día ve cómo hay clientes que dan la espalda a su negocio al considerar que su restaurante está en el lado malo de la historia. “Si callas, otorgas”, por eso quiso aclarar su postura.

 

Plato solidario: Borsch

En una entrevista a Crónica Global, Genya espera que “la gente sea coherente” para que no afecte al trabajo que le da de comer. Sus seguidores en las redes sociales se han reducido de forma "drástica" y los clientes buscan otras alternativas. “He tenido que tirar de préstamos por culpa de la pandemia y, ahora que pensaba que tendría un respiro, sucede esto”. Por eso, hace un llamamiento a los barceloneses para que no dejen de acudir a un restaurante que alberga platos de otros países, también de Ucrania.

La empresaria quiere ayudar a los ucranianos a través de un plato solidario: Borsch. Ofrecerá una sopa típica de la cocina ucraniana por ocho euros, cinco de los cuales irán destinados a ayudar a los refugiados de la guerra. De esta forma, quiere colaborar con quienes son víctimas de un conflicto del que “pide perdón” porque cree que es "una responsabilidad colectiva".

Teme no poder regresar a su país

Todavía no se cree lo que está sucediendo. Genya llegó a Barcelona hace 20 años con muchas ganas por tener su propio negocio. Trabajó “duro” para alcanzarlo y, ahora, esta ilusión se ha visto truncada porque teme no poder regresar nunca a su país. Y mucho menos después de posicionarse en contra de la guerra, advierte. “Duele mucho porque quería ir este verano a pasar unas semanas con mis sobrinos. La última vez que fui era noviembre, un solo día para ir al entierro de mi abuelo”. En agosto quería pasar “más tiempo” con su familia porque la pandemia se lo ha puesto difícil, pero ahora se da cuenta de que no podrá. “Ellos tampoco podrán porque no les dejarán salir. Es muy triste”, relata a este medio, visiblemente emocionada.