Hablan los Jodorovich. La familia de etnia gitana asentada en la Zona Franca de Barcelona se expresa alto y sin tapujos. Tras unas semanas movidas en la zona por una macrorredada contra la marihuana en el barrio del Polvorín, que terminó con persecución a algunos vecinos por supuestos confidentes --asunto ya zanjado--, la estirpe, conocida con el alias de Los Mulatos, recuerda que "no tiene relación alguna" con ese asunto. Exige "respeto" para los miembros, que "no les juzguen por el pasado", sino el presente, centrado en su actividad empresarial lícita y actividad social con el barrio.
Felipe y Simón Montero Jodorovich atienden a Crónica Global en el Espai Química Veïnal, un equipamiento comunitario situado en la zona fronteriza sur de Barcelona. Allí mora el grupo de medios La Marina, que pilotan con tenaz dedicación Joan Antoni Reyes, histórico periodista y activista vecinal, y Yohany Limpias. El primero asiste a la entrevista.
--¿Quién son hoy los Jodorovich?
--Simón Montero (S.M.): Una familia que lleva cinco generaciones en Cataluña. Una familia gitana, humilde y trabajadora. No te voy a negar que alguno de los miembros, como en cualquier casa de vecino, haya sido un poco más golfo de lo normal. Pero la familia es socialmente como cualquier otra gitana. Gitana y catalana. Y totalmente integrada en la sociedad.
--¿Por qué se habla de ustedes?
--S.M.: Porque se nos estigmatiza desde la prensa y los medios de comunicación. Se ha generado una imagen mediática de nosotros. Cuando digo que se nos estigmatiza, hay dos motivos. Uno, por ser gitano, y otra por ser Jodorovich. Se ha creado una leyenda negra, nos han colgado el sambenito y no hay manera de quitárselo. Parece que todos los problemas, toda la delincuencia en Cataluña, sea culpa nuestra.
--F. M.: O lo que pasó en la cárcel [con Ángela Dobrowolski, la exesposa de Josep Maria Mainat]. Porque hubo unos miembros de los Jodorovich en la cárcel, y hubo allí una trifulca con una señora, dijeron que éramos nosotros.
--S. M.: Dijeron que habíamos mandado a pegarle, a extorsionarla. Y resulta que todo era mentira.
--¿Era un bulo?
--S. M.: Un bulo. Lo comunicó la cárcel y lo dijo ella misma en un comunicado. Pero cuando llegaron estos desmentidos, ya era tarde, no tenía importancia.
--F. M.: Si hasta vino a vernos.
--S. M.: Y se ha ofrecido [Ángela] a hablar con la prensa mil veces, pero cuando ofreció, a nadie le interesaba.
--De los problemas concretos de personas con su apellido que hubo en el pasado, ¿qué queda de todo aquello? ¿Hay causas judiciales abiertas que quieran valorar?
--S. M.: No.
--F. M.: No. Agua pasada no mueve molino, dicen por ahí. Del pasado no puedes vivir. Entonces, qué es lo que ocurre: el pasado es historia, y el presente es actual. Si hablo del Curro Jiménez, eso es historia. Nosotros, los Jodorovich, hemos tenido una historia, es verdad. Pero lo acaba de decir mi sobrino, fue otra generación. Pero es que hay una nueva generación que hemos cambiado, estamos integrados con la sociedad. Colaborando con los vecinos, a quien amamos y respetamos porque los conocemos de toda la vida.
--Interviene Joan Antoni Reyes (J. A. R.)-- Y con las entidades sociales de aquí. La Coordinadora de Asociaciones de Vecinos, la Unión de Entidades... Son más de 50 entidades. Y colaboran porque son vecinos de primera. Aquí no hay ciudadanos de segunda.
--Sigue F. M.: Lo que ocurre es que cuando hablan de los Jodorovich parece que describan un monstruo desconocido. Y nosotros no somos ningún monstruo: somos gente con nuestra propia personalidad. Por la gracia de Dios bendito, que nos ha alcanzado a algunos --Felipe es pastor evangélico titulado--. Y estamos abiertos a la sugerencias. Lo haremos con todo el mundo, sea gitano, payo, negro o chino. Recuerde que estamos integrados desde hace muchos años. Y en nuestro seno tenemos a gente de todo tipo. Abogados, médicos...
--J. A. R.: O jueces.
--F. M.: ...Mi sobrino --Simón, que le flanquea-- es el presidente de Fagic (Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña), es un hombre extraordinario. Y yo soy de la Asociación Evangélica de Filadelfia. Llevo 40 años. Me respetan hasta fuera de España cuando me nombran. No somos neófitos. Se puede hablar con nosotros.
--Les describen de otra forma.
--F. M.: Es que pintan que somos pistoleros, que vamos con drogas... ¡Ya basta! Lo que hizo uno en el pasado ya lo pagó. Ya basta de vender tanta mala imagen.
--El nombre de Jodorovich infunde respeto. ¿A qué lo atribuyen?
--F.M.: Es que somos nosotros los que nos hemos ganado ese respeto. Tanto en la sociedad como en la prensa. Pero de ahí hacia adelante, cuando ha llegado esta generación, ya ha pasado. Ya basta de mirar al pasado.
--S.M: Y conservamos una serie de valores que por desgracia se están perdiendo. Si te doy mi palabra y te doy la mano, no hace falta que firmemos ningún documento: se cumplirá. Si quieres lo firmamos, pero mi palabra es mi palabra. ¿Nos tienen respeto? Quizá sí, pero no los valores. No por las armas, ni por la droga, ni por los tiros. Son una serie de valores que se están perdiendo.
--Póngame un ejemplo de esos valores.
--S.M.: Si tú tienes un problema de cualquier índole en el barrio, si yo te doy mi palabra, esos problemas no los vas a tener más. Porque mi palabra es la verdad. Si te hago una mediación contigo, con mi palabra se solucionará.
--J. A. R.: Y hay un valor fundamental, que son los derechos humanos. Esta gente ha estado bregando por sus vecinos desde el inicio del Covid, que ha sido una catástrofe. Y han estado trayendo dos y tres camiones de fruta y verdura para los vecinos.
--S. M.: La mayoría de la población gitana vive al día. Cuando se impuso el confinamiento [en marzo de 2020] teníamos llamadas cada día de gente que quería ir a los supermercados a trincar lo que sea. Pues nosotros, en pleno confinamiento, cuando más arreciaba el virus, repartíamos 10.000 kilos de comida a la semana. En los barrios de La Mina, en Sant Roc, en Manresa, en Castelldefels, aquí en la Zona Franca. ¿Qué quiero decir con ello? Que ese respeto del que hablas tiene lugar porque la otra persona ve que le ayudaste cuando más lo necesitaba. Y ahí no hemos ido con pistolas ni con metralletas. Simplemente era ayudar a la gente. ¿Cómo te gratifica la gente? Con el respeto.
--J. A. R.: O los convenios que firman para el fomento del empleo entre la comunidad. Un empresario, si ve a un gitano, quizá no lo contrate. Ahí interviene la Fagic, que tiene convenios con la Generalitat de Cataluña para fomentar el trabajo.
--¿Cómo vivieron la pandemia?
--S. M.: Como la pudiste vivir tú. Con mucha preocupación, con mucho miedo e incertidumbre. Como cualquier ciudadano normal.
--¿Qué problema específico ha provocado el virus en la comunidad gitana?
--S. M.: Sigue coleando. En la comunidad gitana hay gente vulnerable. Si una familia que se dedica a esto tenía 200 euros ahorrados, imagina la desgracia que la pandemia le ha podido provocar. Entonces, nos topamos con un problema. Porque si eres un matrimonio sin hijos, lo pasas. Pero si tienes pequeños, y no tienes leche para ellos, o patatas, o cuatro albóndigas para quitarle el hambre a tus hijos, imagina la situación. Y más tal y como se extendió la pandemia: dos meses la fase más dura. Ahí la Fagic tuvo que hacer una reflexión muy dura, muy profunda. De ahí salió la iniciativa de la comida. Y era comida para todo el mundo, no solo la comunidad gitana. La gente está eternamente agradecida con nosotros
--J. A. R.: Tienen problemas específicos de la comunidad por su modo de vida, eso es así.
--F. M.: Como el domingo pasado. Tengo familiares que se dedican a la venta ambulante. Pues bien, llegó la Guardia Urbana y les quitó la tarjeta y les multó. ¿Tú crees que es normal que un hombre se esté ganando la vida lo multes? Es inaceptable. Abuso de autoridad. Pienso que a otras personas de otra etnia no los tratarían como a nosotros. Hay que venir con respeto. Apercibirles, si procede. Traiga usted la tarjeta correcta la próxima vez. Eso vale, pero no multando. Eso es abuso de autoridad. Se lo he notificado al distrito.
--¿Qué relación tienen con las administraciones, incluyendo a la policía, lógicamente?
--S. M.: Colaboramos estrechamente. El 8 de abril celebramos el Día Internacional del Pueblo Gitano. Somos miembros de los Intergrups del Parlament y dialogamos con todos los partidos políticos. Colaboramos con los Mossos d'Esquadra. Tenemos un servicio de mediación con la Administración para lidiar con cualquier problema que pueda haber entre comunidad gitana y comunidad no gitana. En esos casos, se activa la mediación: hay un plan integral de la Generalitat. Estamos en todos los campos: salud, vivienda, mujer...
--J. A. R.: La comunidad gitana está normalizada en el barrio. No integrada, palabra que no me gusta. Normalizada.
--En las últimas semanas ha habido una operación policial en la Zona Franca y un tiroteo junto a La Mina. En los dos casos tuvo que ver con la marihuana. ¿Cómo perciben el auge de esta droga en su comunidad?
--S. M.: Como cualquier otro tipo de delito lucrativo: hay gente que se aprovecha. Habrá gente que lo sepa llevar mejor, que sea más capaz y más tranquila. y otros que no. Pero es transversal. Eso pasa en la comunidad gitana y también en la paya. Es un tema humano. Cuando un humano hace un negocio, hay unos que lo hacen mejor y otros que no.
--F. M.: No estamos justificándolo en absoluto. Lo que queremos dar es un poco más de luz. Yo no veo bien la marihuana. Estoy en contra de todas las drogas. Sobre todo lo que represento yo, un hombre a quien se le reveló Dios. Eso, la marihuana, no lo tolero, como otras cosas. Y aquí llego a lo que decía Simón. En ese mundo hay gente que sabe estar y otra que no.
--S.M.: Yo estoy por la legalización, eso sí.
--J. A. R.: Aquí en la Zona Franca hay dos tipos de cultivadores. Los que cultivan para sus necesidades perentorias, y son pacíficos. Y luego están los que hacen exhibicionismo. Se compran coches de alta gama y demás. Otros, más inteligentes, diversifican. Los primeros son los que crean situaciones como la de El Polvorín.
--S. M.: La serie Narcos ha hecho mucho daño.
--¿Cómo vivieron el 'procés' y la tensión política en Cataluña?
--S. M.: Mal. No benefició a nadie. No entramos ni gitanos ni payos. Lo único que hizo es crear dos bandos.
--¿También entre los gitanos?
--S. M.: Más que eso, el gitano ha perdido la fe en la política, pues somos como Manolo García: El último de la fila. Hasta que no haya un replanteamiento en la política, el pueblo gitano habrá perdido la esperanza. Como ciudadano de a pie [el procés independentista] afectó. Vivimos una situación en Cataluña que jamás habíamos vivido. Y cada uno decía una cosa: había una guerra mediática.
--J. A. R.: En Cataluña no se ha trabajado, y hablo de ERC, Junts y el PSC. No vienen aquí a trabajar. No llegan a los ciudadanos. Y menos aún colocarlos en las listas.
--¿Cuándo habrá un diputado gitano?
--S. M.: Esa es nuestra eterna lucha. En cuarenta años de democracia se ha avanzado muy poco. Y eso que la Constitución Española lleva la firma de un gitano: Juan de Dios Ramírez Heredia [diputado en el Congreso por Barcelona en 1977]. Pues bien, lo que creemos que no es justo es que en 40 años de Parlamento catalán no haya ni un solo diputado gitano.
--F. M.: De otros orígenes o etnias sí hay.
--S. M.: Y luego llenan la boca de multiculturalidad. En eso, Cataluña es pionera: en tender la mano al pueblo gitano. Pero no hay voluntad política para que un gitano sea diputado. Nos tratan como a floreros: cuando llegan las elecciones, vienen a buscar el voto y si te he visto no me acuerdo. Estamos cansados.