Desde la llegada del Covid-19, se suele subrayar, cuando hablamos de la infancia, su gran capacidad para adaptarse a los cambios. Así, de la noche a la mañana, con el confinamiento, los niños dejaron de ir al colegio, de ver a sus compañeros y amigos, de jugar en los parques. Los niños eran un gran peligro, se los tachaba de supercontagiadores. Se los alejó de sus abuelos, podían matarlos, se alertaba. Casi dos años después, mientras los mayores hemos recuperado una relativa “nueva normalidad”, visitamos bares y restaurantes, asistimos al cine, al teatro o a conciertos y muchos hemos dejado de teletrabajar, en todo lo relacionado con los niños se siguen aplicando fuertes restricciones, se sigue señalando a los colegios como grandes focos de contagio y sobre ellos continúan sobrevolando siempre las decisiones de los políticos para frenar el Covid, como se ha visto durante esta Navidad, con muchas cabalgatas canceladas y la amenaza de retrasar la vuelta al colegio.
La periodista Carmen Osorio (@nosoyunadramamamá), que cuenta con más de 138.000 seguidores en Instagram, se ha convertido en una de las grandes defensoras de los derechos de la infancia en redes sociales tras la llegada del Covid. Cree, como los miles de familias que han compartido sus campañas en defensa de los más pequeños, que con la gestión política que se ha hecho de la pandemia se ha convertido a los niños en ciudadanos de segunda. “Esto ya se vio desde el inicio de la pandemia; durante el confinamiento, los niños no podían salir a la calle mientras que las mascotas sí podían hacerlo, algo que no cuestiono. ¿Pero dónde quedaron las necesidades de los niños? Más de 8 millones de niños menores de edad en este país estuvieron encerrados mientras sus padres, vecinos, abuelos podían salir a hacer la compra, bajar la basura, ir a la farmacia o panadería o pasear al perro. Fue el país con el confinamiento más estricto para los menores. Los colegios fueron los primeros en cerrar y los últimos en abrir, había parques precintados en junio cuando los bares estaban abiertos. Un despropósito”, lamenta esta periodista gijonesa.
Incoherencias aún vigentes
Y es que para Osorio las restricciones aplicadas a la infancia han sido una concatenación de incoherencias, muchas de las cuales aún continúan vigentes. “El pasado mes de octubre en este país todos los bares y discotecas abrían con normalidad y sin límites de horarios y aforos, y en los colegios, los niños permanecían con los mismos protocolos que el curso anterior. Niños con mascarillas toda la jornada escolar, incluida la educación física, lo cual me parece una aberración, hasta grupos burbujas. Padres que no podemos acceder a los colegios pero que sí podemos entrar a teatros, bares, cines… Y por poner un ejemplo reciente, cabalgatas al aire libre suspendidas en muchas ciudades mientras las discotecas seguían abiertas. Es todo un sinsentido. El grupo de población al que menos le afecta el virus es uno de los más maltratados”, lamenta esta periodista y madre de cinco hijos.
Los colegios, ¿grandes focos de contagio?
Pese a que se ha señalado desde los medios de comunicación a los colegios como grandes focos de contagio, la pediatra Elena Labarga Adán, del Centro de Salud Las Ciudades (Getafe), lo considera injusto. “La experiencia del curso escolar pasado nos demostró que los colegios son lugares seguros. Los brotes son escasos y el curso puede transcurrir con bastante normalidad”.
En un mismo sentido habla la periodista Carmen Osorio. “Ha habido intentos de señalar a los niños y a los colegios, pero curiosamente la mayor incidencia está en las franjas de 20 a 29 años y de 30 a 39 años que, por cierto, ya están en su mayoría vacunadas”.
¿Supercontagiadores?
Y es que las evidencias científicas muestran, además, que “los niños no son supercontagiadores del Covid”, como indicó ya en mayo la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP). Así lo cree también la doctora Labarga. “Lógicamente los niños infectados pueden contagiar a otras personas, pero desde luego no en mayor medida en que lo hacen los adultos”.
Además, por su propia experiencia en Atención Primaria, deja abierta la posibilidad de que, “aunque sea difícil de demostrar, los niños tengan menos capacidad de contagiar por su propia idiosincrasia. Mi experiencia clínica a lo largo de la pandemia me ha demostrado que el caso índice en una familia con varios positivos es con frecuencia un adulto, que termina por contagiar al niño, y no al revés”, señala esta pediatra madrileña.
Problemas físicos y de salud mental
"El conjunto de restricciones se ha hecho notar en la salud de los más pequeños. Para empezar, en lo físico, ha aumentado la obesidad y el sobrepeso en niños, y de forma notable. Para los más pequeños, retrasos en el lenguaje que están llenando las consultas de los logopedas. El impacto de lo que vivimos de niños es brutal y nos condiciona como adultos. Niños que están creciendo si ver las caras de la gente, donde los mensajes que se les lanzan son que no abracen, que no se toquen, que estén con poca gente… El mundo que están conociendo es ese, eso será demoledor. Las unidades pediátricas de hospitales de referencia como La Paz en Madrid, Vall d’Hebrón en Barcelona o La Fe en Valencia han triplicado el número de menores ingresados por patología psiquiátrica. Los hospitales y consultas psiquiátricas se llenan de niños y adolescentes incapaces de procesar lo que han vivido este año y medio”, apunta la periodista gijonesa.
Decisiones sin rigor científico
“Por desgracia, los niños no se tienen en cuenta en la medida en que merecen a la hora de tomar decisiones. Muchas veces éstas han sido precipitadas, sin rigor científico y sin tener en cuenta las consecuencias. Entiendo que no es fácil, pero los niños son el futuro de nuestra sociedad y nuestro bien más preciado, junto con los mayores, y debemos siempre custodiar su bienestar”, sostiene la doctora Elena Labarga.
El médico especialista en pediatría y neumología pediátrica Gerardo Vizmanos se pronuncia en la misma línea que su colega de profesión. “A estas alturas de la pandemia, creo que se está lejos de cumplir con las necesidades de la infancia y con la Declaración de los Derechos de los Niños. La estigmatización, los tests recurrentes, los confinamientos y el aislamiento de sus familias en caso de que contraigan la infección cuestionan el buen hacer de las políticas de los diferentes países y en el caso de España, de las comunidades autónomas”.
¿Son los niños los grandes afectados porque no se quejan? La periodista Carmen Osorio lo tiene meridianamente claro. “Porque no votan, porque no dan dinero y porque no tienen voz. Una de las frases que más me chirría cuando se refiere a los niños es la de se adaptan a todo. Claro que se adaptan. Y yo, si me cortaran una pierna, también me adaptaría. Y todos, ¡qué remedio! Unos lo llevarían mejor que otros, pero a todos nos afectaría en mayor o menor medida y nos dolería. Adaptarse es ajustarse a una nueva situación, pero no implica ausencia de dolor. Uno puede adaptarse por resignación. No quejarse o no exteriorizar no significa que algo no nos afecte. Y como los niños no pueden exteriorizarlo porque están en situación de desventaja frente a los adultos, nos quedamos tan anchos soltando lo de se adaptan a todo o es que no se quejan. ¿Cómo van a quejarse si nadie les da voz? ¿A cuántos niños conoce que se atrevan a denunciar abusos de sus familiares? A alguien le parecerá no apropiada esta comparación, pero si no se quejan con algo tan grave como un abuso sexual, menos lo van a hacer por sentirse presionados a todas estas medidas. Se resignan, es así”, concluye Carmen Osorio.