La alopecia masculina es uno de los problemas estéticos que más afecta a los españoles y que más dinero genera tanto en nuestro país como fuera de él. Algo normal si vemos la cantidad de hombres que la padecen. Se estima que España es el segundo país del mundo con mayores índices de alopecia: el 30% de los hombres de 30 años la sufren, el 40% de los de 40 años, el 50% de los hombres de 50 años y, así, sucesivamente, sumando un 10% cada 10 años.
No es que no haya mujeres calvas, las hay, pero en un porcentaje notablemente menor. “Aunque la alopecia afecta a ambos géneros, es cierto que afecta a mayor número de varones que de mujeres”, explica el doctor Carlos Caballero, director médico de Insparya Marbella, perteneciente a Grupo Insparya, en cuyo accionarado se encuentra el futbolista Cristiano Ronaldo. “La más común de todas las formas de alopecia es la androgénica, cuyo origen es principalmente genético, aunque con un componente hormonal vinculado a los andrógenos (hormonas masculinas) y a sus receptores. Estas hormonas masculinas actúan sobre los folículos pilosos predispuestos genéticamente, miniaturizando el cabello progresivamente hasta que éste desaparece”, detalla Caballero.
“En la mujer, que también tiene andrógenos, aunque en menor cantidad, esta pérdida es más difusa y menos severa, aunque igualmente relacionada con la herencia genética. A la alopecia androgénica también la llamamos calvicie común por ser la más frecuente y llega a afectar a un 50% de los hombres y a un 20% de las mujeres de entre 40 y 50 años”, apuntan desde Insparya Marbella.
¿Herencia materna o paterna?
Pese a que durante muchos años se atribuyó el origen de la calvicie a la genética materna, “se ha demostrado que es impredecible, ya que los genes no se heredan en proporciones exactas y son una combinación de diferentes familiares, es decir, una herencia poligénica. Después, la hormona actuará solo sobre los folículos predispuestos por esta genética, miniaturizando primero el cabello y después acabando con la caída de este por la pérdida de su folículo”, aclara el doctor Caballero.
Reconocer una incipiente alopecia es relativamente fácil. “Normalmente perdemos entre 40-80 cabellos al día. Cuando ésta supera los 100 ya podemos hablar de alopecia. Se nos hace llamativo en la almohada, el peinado o en la ducha y es el momento de dirigirse a un especialista para diagnosticar de que tipo de alopecia se trata”, comenta el especialista Carlos Caballero.
Tratamientos que revolucionarán el sector
Aunque la única solución para recuperar cabello donde ya no crece es el implante, “sí que se puede evitar la caída del cabello retrasando la misma, es decir, prolongando el tiempo que lo conservamos en nuestra cabeza y para ello, como tratamiento preventivo, desde Grupo Insparya ofrecemos mesoterapia capilar (MesoHAir - fórmula propia), plasma rico en plaquetas y láser de baja frecuencia. Estos son, hoy en día, los que han demostrado mayor eficacia en la prevención y retraso de la caída, aunque fármacos ya conocidos como el Minoxidil y el Finasteride también han demostrado evidencia científica en este sentido y son de prescripción habitual entre muchos colegas”, sostienen desde Insparya.
Además, en un centro del mismo grupo de nuestro país vecino, Portugal, se está trabajando en “la clonación de células madre foliculares, lo que, de conseguirse, permitiría la obtención de miles de unidades foliculares multiplicando una única línea celular, lo que supondría una revolución en el sector”, afirman desde este prestigioso centro capilar.
Estrés, ansiedad y baja autoestima
Pese a ser habitual, quedarse calvo puede provocar un importante impacto psicológico negativo en los hombres que la sufren, “con síntomas de estrés, ansiedad, distorsión imagen corporal, baja autoestima, influencia negativa en el estado de ánimo, proyección de uno mismo hacia los demás. Incluso, en algunas circunstancias, nos encontramos con episodios depresivos reactivos a ello. La edad de comienzo de la alopecia también influye negativamente en la forma de asumir, aceptar y afrontar el problema, también de posibilidades y búsqueda de tratamientos. El pelo es parte de nuestra identidad. Es conocido el impacto emocional de la pérdida del cabello a consecuencia de un tratamiento de quimioterapia en personas que padecen de cáncer”, confirma el psiquiatra Pedro Manuel Paulino Matos.
Un implante puede ser la solución a todos esos problemas de autoestima. “En la actualidad, existen técnicas de implante y trasplante capilar cada vez más avanzadas. Claramente, la realización de un implante puede contribuir a una mejora en la imagen percibida del varón, en sus niveles de autoconfianza y autoestima”, admite este psiquiatra.
Trasplante de pelo en Turquía: ¿sale a cuenta?
Si bien el coste de un injerto de pelo depende de varios factores, los precios en España van desde aproximadamente los 2000 a los 7.000 euros, dependiendo de si se quiere sólo cubrir unas entradas o si se quiere implantar pelo en diferentes zonas de la cabeza, las tecnologías utilizadas y la experiencia profesional de los cirujanos. Este elevado coste ha llevado a muchos hombres a viajar a Turquía para realizarse un implante, donde la operación resulta más económica. Sin embargo, el Covid y las restricciones para viajar, sumados a los gastos que acarrea el viaje y la estancia en el extranjero, pueden hacer que compense más quedarse en España. “La seguridad de personal y jurídica también es un tema a tener en cuenta a la hora de elegir país para realizar el implante”, insiste el doctor Carlos Portinha, de Insparya.
Si no es posible costear los gastos que supone un implante capilar, “lo mejor en estos casos es contactar con profesionales de la salud mental, bien psiquiatras o psicólogos para ayudarles a afrontar el problema con técnicas para aceptar la situación, herramientas para mejorar la autoestima y confianza en uno mismo, mejora en la calidad de vida sociofamiliar, identificar situaciones o factores que permitan una mejor adaptación y aceptación de la enfermedad. Los beneficios de la terapia psicológica en problemas dermatológicos y alopecia son conocidos, bien con un rol principal o complementario a otros tratamientos”, concluye el psiquiatra Paulino Matos.