Adan tiene seis años y respira a través de una traqueostomía, pero en su colegio no hay nadie “cualificado” para hacer frente a cualquier urgencia que pueda ocurrir, como que se quede atascada la cánula o que este tubo se salga. Según han explicado sus padres a Crónica Global, su escuela tan sólo les ha proporcionado una veladora que “no ha recibido ninguna formación sanitaria”, por lo que viven con la intranquilidad de que en cualquier momento les llamen para atender algún imprevisto.
El suyo solamente es un caso entre tantos, pues un 15% del alumnado de todo el país sufre una patología crónica o problemas de salud que requieren actuaciones sanitarias durante el horario escolar, apuntan datos del Sindicato de Enfermería (SATSE). La organización sostiene que esta responsabilidad “no puede ni debe ser atribuida al profesorado”, por lo que en 2019 se unió a la Federación Española de Diabetes (FEDE), el Foro Español de Pacientes (FEP) y el Sindicato Independiente de la Enseñanza Pública ANPE para crear la Plataforma Estatal de Enfermera Escolar. Desde ella, luchan por la implantación de la figura de estos profesionales en los centros educativos, como ocurre desde hace décadas en países como Francia, Suecia o Estados Unidos.
Un sufrimiento para alumnos, familias y profesores
Hay muchos niños que, por la gravedad o complejidad de sus patologías, reciben su formación académica en el hospital o en casa, mientras que otros –como Adan–, pueden hacerlo en el colegio. Estos “deberían tener los mismos derechos que los demás para asistir a las excursiones y actividades”, algo que muchas veces no ocurre porque “no hay nadie que pueda hacerse cargo” del menor durante la salida por ser diabético o llevar una sonda –por ejemplo–, lamenta la educadora de educación especial Iolanda Estrada, delegada de UGT que colabora con la Asociación Catalana de Salud y Enfermería Escolar (ACISE).
Desde la entidad, abogan porque estos derechos “se respeten y se hagan posibles” y defienden que la solución sería contratar a enfermeras escolares: “Esta figura daría seguridad tanto a los alumnos, como a sus familias y docentes, ya que todos ellos sufren y, así, sabrían que alguien apto estaría ahí si pasara cualquier cosa”, señala Estrada.
Necesarias también para educar
Esta idea la comparte el portavoz de SATSE, David Oliver, que destaca la “doble necesidad” de estos profesionales sanitarios: “Por un lado, para atender problemas puntuales y a los niños con patologías o descompensaciones; y, por el otro, por la educación sanitaria tan importante que aportaría”. El sindicato cree que es “clave y cada vez más importante” para formar a todas las generaciones que pasan por los colegios sobre alimentación, sexualidad, alcohol y drogas, entre otros. Y es que, si alguien coge hábitos graves o poco saludables durante la etapa escolar, Oliver sostiene que “seguramente los mantenga el resto de su vida”.
Desde hace unos años, las dudas que tiene el alumnado respecto a estos temas las resuelve un sanitario de la atención primaria en el marco del programa Salut i Escola que lanzó el Govern en 2004. Enfermeras del área básica tienen asignados varios institutos por zona a los que suelen ir un día a la semana para asumir consultas, pero “están saturadas y no dan abasto”, expone el portavoz de SATSE. Así pues, señala este hecho como una “prueba” de que esta figura escolar es “realmente necesaria” para los alumnos de todas las edades.
Una necesidad agravada por la pandemia
Esta situación se ha visto agravada por la pandemia, que abrió de nuevo el debate acerca de la necesidad de contar con un profesional de la salud en los colegios. “Parecía que con el Covid-19 se avanzaría, pero cuando la situación ha estado más controlada ha vuelto a ser una cuestión que está encima de la mesa de los políticos sin que éstos hagan nada”, subraya Oliver. De hecho, desde ACISE señalan que “la conselleria de Salud lanza la pelota a la de Educación y viceversa, sin que ninguno de los departamentos asuma la responsabilidad”. Afirman que éstos les han propuesto proyectos cuando se han reunido con las asociaciones, las cuales se sienten “engañadas” y que escuchan “palabras vacías” porque nunca llegan a poner en marcha nada.
Según la Plataforma Estatal de Enfermera Escolar, el principal motivo del rechazo de las administraciones suele ser el económico, aunque generalizar esta figura supondría “entre 16 y 20 euros al año por habitante”. SATSE lo considera “un coste ridículo” en comparación con el dinero que se ahorraría el sistema sanitario público en “problemas que una enfermera escolar podría prevenir”, como la obesidad. Por ello, el portavoz del sindicato defiende que “no es un gasto, sino una inversión”, ya que aliviaría a los padres y a la larga evitaría gastos y colapsos sanitarios, dado que “están capacitadas para cubrir tanto la parte educativa como la asistencial en los colegios”.
Desatendidos en salud incluso en centros especiales
Ante la falta de enfermeras escolares, algunos padres de niños con discapacidad o patologías crónicas optan por llevarlos a centros de educación especial. Es el caso de Asier, de tres años, que padece una enfermedad minoritaria llamada síndrome STXBP1 y cuya situación se está estudiando para decidir si lo aceptan o no en un centro especializado para el próximo curso. Su madre, Esther, ha explicado a este medio que “se habla mucho de la escuela inclusiva, pero ésta no se cumple”. Por ello, cree que su hijo acabará en un colegio especial, aunque “cuesta mucho porque hay pocas plazas y muchos requisitos”.
La enfermedad de Asier conlleva importantes implicaciones en su neurodesarrollo, como un retraso cognitivo, alteración de la marcha –usa férulas para caminar– y ataques epilépticos. Por ahora, tiene una veladora en la guardería que lo ayuda en temas de conducta y aprendizaje, de modo que su madre denuncia que “sigue desatendido a nivel sanitario”. Aunque el próximo año entre en una escuela especial, expone que esta situación continuará existiendo, pues “aunque los profesores también suelen ser logopedas, fisioterapeutas u otros especialistas, tampoco está instaurada esta figura sanitaria”.
Vidas en juego
Así pues, “la vida de Asier depende de las personas de su alrededor”, ya que necesita ayuda en muchos aspectos del día a día, además de tener a alguien muy pendiente porque sufre ataques de epilepsia que a veces pasan desapercibidos porque no se mueve. En este sentido, confiesa que se va a trabajar muy intranquila porque “si sufre una crisis convulsiva se le suele administrar medicación vía rectal, de modo que se necesitan conocimientos para hacerlo bien”. Esther confía en que las profesoras “saben hacer muchas cosas”, pero sostiene que este tipo de responsabilidades no deberían asumirlas ellas, una opinión que comparten Manuela y Jose, los padres de Adan.
Junto a los sindicatos y asociaciones –que no descartan movilizarse–, estas familias continúan luchando por conseguir instaurar la figura de las enfermeras escolares, pues “la esperanza es lo último que se pierde”. No obstante, son conscientes de que la lucha es “muy difícil” porque ya lleva años en marcha y todavía no se ha conseguido nada. “Los políticos se lavan las manos porque no creen necesaria a esta figura y parece que, por desgracia, tendrá que ocurrir algo grave algún día para que tomen medidas”, concluye la familia de Adan.