Una jueza de Barcelona ha abierto una investigación contra los dos inspectores de Policía Nacional y los dos Mossos d’Esquadra, un subinspector y un jefe de unidad, que durante tres años investigaron una trama criminal dedicada al tráfico de armas y presuntamente liderada por el letón Aleksej Dircenko.
Para conocer a Dircenko hay que remontarse al 25 de septiembre de 2008. Un buque de nombre Faina fue secuestrado, como muchos otros, en aguas del cuerno de África por piratas somalíes.
Un barco cargado de armas
Lo que descubrieron los corsarios, acostumbrados al secuestro de modestos buques pesqueros, fue un botín formado por 33 carros de combate soviéticos T-72, 150 lanzagranadas, seis cañones y 42 armas antiaéreas ZPU-4 que habían sido cargadas en Odesa (Rusia) y que tenían como destino Mombasa (Kenia). Aunque la bandera de la embarcación era de Belice, la tripulación del barco estaba compuesta por una amalgama de ucranianos, rusos y letones.
Uno de ellos era Viktor Murenko, que asumió las veces de capitán del navío después de que el oficial hubiera muerto de un infarto durante el secuestro. La disparatada imagen del navío panzudo, anclado, con las entrañas repletas por un cargamento de armas de guerra prohibidas cuyos destinatarios eran los “señores de la guerra” de Sudán, y rodeado de barcos destructores de la armada estadounidense, dio la vuelta al mundo. Después de cinco meses de tensa negociación para liberar a aquella mole y del pago de 3,2 millones de dólares, el Faina fue liberado. Uno de los negociadores de la liberación fue, precisamente, Dircenko.
Socios de varios “negocios”
Dircenko y Murenko, el capitán, eran socios de la naviera Lumar. Sus nombre están detrás de otros episodios relacionados con el tráfico de armas, munición y explosivos prohibidos. En 2013 la guardia costera griega recuperó 20.000 subfusiles de asalto AK-47 en el interior de un buque en la isla de Simy. Aunque el itinerario remataba en el puerto de Trípoli, en Libia, se cree que su destino final era la guerra de Siria. Tres años después, en 2017, también en aguas griegas, las autoridades descubrieron en el interior del Mekong Spirit, propiedad de la naviera Lumar, 81 contenedores cargados de explosivos y armas que tenían como destino Sudán.
La avaricia llevó a los socios a enfrentarse en una lucha encarnizada por hacerse con la hegemonía del “negocio” hasta tal punto que Dircenko denunció ante los Mossos a su exsocio por extorsión. La operación bautizada como Yakir, ancla en ucraniano, culminó con la detención de ambos y de otros cinco miembros más de la presunta organización criminal en 2020 por tráfico de armas y blanqueo de capitales.
La policía, al banquillo
Ahora, una jueza de Barcelona considera que los investigadores que siguieron los pasos de estos presuntos traficantes de armas podrían haber incurrido, según el auto judicial, un presunto delito de falsedad y contra la Administración pública.
Esta investigación judicial parte, una vez más, de una denuncia presentada por Aleksejs D, que sostiene que los Mossos que lo investigaron no presentaron al juzgado ningún informe sobre sus indagaciones, lo que supondría una ocultación a la jueza, pero en cambio sí que entregaron información sobre él a la Fiscalía Anticorrupción. Dircenko y Murenko han vuelto a las andadas y se han aliado de nuevo para salir airosos de sus turbios negocios, una vez más.