La diabetes es una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no secreta la suficiente insulina o cuando el organismo la produce pero la utiliza de forma ineficaz. Dada la alteración del comportamiento de esta hormona, el cuerpo no puede regular correctamente la cantidad de azúcar en sangre. Según datos de la Encuesta de Salud de Cataluña (ESCA) de 2020, esto le ocurre a unas 600.000 personas en todo el territorio y representa el 7,9% de la población de 15 años o más.
En todo el mundo, se ha pasado de los 285 millones de diabéticos en 2010 a los 463 millones en 2019, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Internacional de la Diabetes. Dado el notable aumento de los afectados por esta patología en los últimos años, en 1991 se creó el Día Mundial de la Diabetes que se celebra cada 14 de noviembre, coincidiendo con el nacimiento de sir Frederick Banting, uno de los descubridores de la insulina. La fecha sirve para concienciar a la sociedad acerca de esta enfermedad, darla a conocer y reclamar acciones que ayuden a frenar su crecimiento.
Diferencias entre tipo 1 y tipo 2
Existen muchos mitos acerca de ella, como que no existe riesgo si no hay familiares que la tengan o que aparece en personas con sobrepeso. Para entender mejor la realidad, es importante conocer las diferencias entre los dos tipos principales de diabetes: el 1 y el 2. La primera “es una enfermedad autoinmune, pues el propio sistema inmunológico destruye las células del páncreas que producen la insulina”; explica Roque Cardona, endocrinólogo pediátrico experto en diabetes del hospital Sant Joan de Déu, a Crónica Global. Por otro lado, la segunda “se produce por una pérdida progresiva de la secreción de insulina en la que hay resistencia a esta”.
Así pues, aunque tener antecedentes familiares y un peso más alto del que se debería puede aumentar las posibilidades de padecer la enfermedad, son factores que por sí solos no conllevan su desarrollo. “La de tipo 1 no se puede evitar, pero la de tipo 2 se puede prevenir si se modifica el estilo de vida mediante la realización de actividad física, no tener exceso de peso y seguir una alimentación adecuada”, apunta la doctora Aurora García, directora del Máster en Nutrición y Salud de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).
Primeros síntomas
Los síntomas de la diabetes son bastante similares en ambos casos, aunque en la de tipo 2 suelen ser menos intensos. “Generalmente hay mucha sed, muchas ganas de orinar y mucha hambre y, en ocasiones, también se produce una pérdida de peso”, expone el doctor Cardona. Señala que esto puede ocurrir en cualquier momento de la vida, aunque la de tipo 1 suele aparecer antes de cumplir los 40 años. De todos modos, el pico de aparición suele darse “entre los cinco y los ocho años y entre los diez y los 14”, añade.
Carla es un caso entre miles. Tiene 18 años y fue diagnosticada con diabetes tipo 1 a los 13 tras una época en la que adelgazó mucho. Una mañana su madre fue a despertarla, pero no reaccionaba: “Estaba mareada, pálida y deshidratada. Empecé a delirar, veía a gente por casa y oía ruidos”, relata la joven a este medio. Tras el susto y llamar a emergencias, pasó 24 horas en la UCI de Sant Joan de Déu, donde le dieron el diagnóstico y pasó varias semanas ingresada en planta. “Sabía que venían muchos cambios de golpe y me costó aceptarlo, pero las educadoras y psicólogas me ayudaron a entenderlo todo”, cuenta.
La importancia de la detección precoz
En este sentido, el endocrinólogo incide en que “el peligro viene si una persona presenta una diabetes que pasa desapercibida, ya que esto puede producir que se reduzca el pH en sangre y si no se proporciona un tratamiento con insulina e hidratación, puede conllevar un cuadro mortal”. Esto recibe el nombre de cetoacidosis diabética.
Por su parte, Patricia Marín, directora del Máster en Dirección y gestión de enfermería de la VIU, subraya la importancia de acudir al médico en caso de presentar síntomas relacionados con esta enfermedad para “iniciar el tratamiento adecuado y minimizar complicaciones asociadas”. Y es que la atención sanitaria es crucial para su detección precoz, así como de cualquier otra patología que pueda aparecer a raíz de la diabetes.
La vista, la gran perjudicada
Esta enfermedad afecta negativamente a cualquier otra que la persona pueda padecer y, a largo plazo, puede tener otras consecuencias. La vista es la que más suele sufrir, ya que los niveles altos de azúcar en la sangre dañan los vasos sanguíneos en la retina y esto provoca retinopatía diabética. Es el caso de Eva, que fue diagnosticada de diabetes tipo 1 con apenas tres años y padece esta afección en la visión desde los 18. Ahora tiene 47 y, tras varias operaciones e intervenciones con láser en los ojos, le hacen controles continuos para evitar que la vista le empeore más.
Comenta a Crónica Global que también sufre pinchazos por cuestiones inflamatorias, dado que la diabetes endurece sus tejidos más pronto y hace que no reaccionen como los del resto de la gente. “Es más, si me contagio de cualquier enfermedad, para mí es mucho más grave y mi recuperación es más lenta porque se me desestabiliza el azúcar”, explica.
Vida totalmente “normal”
Quitando estos efectos secundarios y los controles de los niveles de insulina, aseguran que pueden hacer vida totalmente “normal”. Carla sale con sus amigos, puede hacer deporte e ir a restaurantes, aunque siempre controlando las cantidades que puede ingerir de cada alimento –sobre todo de los hidratos de carbono– y los horarios de las comidas.
Lo mismo le pasa a Eva, que asegura que con la insulina se puede sobrellevar “bastante bien” la enfermedad, aunque hay que controlar sus posibles complicaciones en otros ámbitos. Además, ahora lleva puesta una bomba de última generación que le inyecta insulina de forma automatizada: “Un sensor detecta el nivel de glucosa en mi sangre y, en función de si este es bajo o alto, me proporciona más o menos cantidad”. Lo describe como “llevar un páncreas artificial”, por lo que le facilita mucho el día a día.
Acciones para frenar su incidencia
No obstante, como pasa en muchas otras patologías, todavía queda mucho por investigar para mejorar la vida de las personas con diabetes. Por ello, el Día Mundial también se usa como una oportunidad para visibilizar y concienciar acerca de la enfermedad, darla a conocer y reclamar acciones que ayuden a prevenir el crecimiento de casos en la sociedad.
Mientras esto no ocurra, entidades como la Asociación de Diabetes de Cataluña (ADC) se ponen a la disposición de todas estas personas para estar en contacto con las instituciones y luchar por el colectivo. Una de sus trabajadoras, Andrea de la Torre, ha contado a Crónica Global la importancia de “conocer a otras personas que tengan la misma patología y hablar con ellas, ya que es muy beneficioso para el tratamiento y ayuda a estar mejor”.