El Mercado de la Boqueria, uno de los emblemas de Barcelona desde 1840, está inmerso en un proceso de reconversión que persigue consolidar al cliente residente y apuesta por implantar los puestos de catas de productos para contribuir a la compra. Esta situación se ha acelerado a raíz de la pandemia, un momento en el que las ventas se resintieron un 70% y en el que, los pocos clientes que se acercaban al mercado, eran gente de las inmediaciones. A día de hoy, el nivel de facturación de la Boqueria se encuentra en el 70% en relación a 2019.
De esta forma, se pretende desmitificar la idea de la Boqueria, pensado como un espacio para el deleite de los turistas. Dado que, de hecho, según explica Salvador Capdevila, presidente de la Asociación de Comerciantes de la Boqueria, los principales “clientes que tenemos son los negocios de restauración, los locales y, en último lugar, los turistas”. Sin embargo, la circunstancia de que se ubica en La Rambla, una de las principales arterias turísticas de la capital catalana, camuflan esta realidad bajo un manto de multiculturalidad y acentos diversos.
Cliente local, principal valedor
Durante los meses más duros de la pandemia, muchos puestos cerraron las puertas, dado que se le pedía a la población que comprara en establecimientos de cerca de sus casas “y nosotros no tenemos un barrio muy potente en las inmediaciones”, señala Capdevila. A raíz de esta situación, en la que los clientes de la Boqueria se circunscribían a los residentes en las calles colindantes, se ha decidido reafirmar la apuesta por la gente de aquí. Los restauradores, por otra parte, son el 7% de los compradores, "aunque representan el 30% de la facturación".
“Si se cuida a la gente de aquí y se le ofrece un producto de calidad, el turista también vendrá”, explica Capdevila, consciente, sin embargo, de la imagen que tiene este mercado entre los barceloneses, mezcla de tradición y de aglomeración turística. Todo a pesar de que “ha bajado mucho el volumen diario de visitantes”, explica Jorge Mas, vicepresidente de la Asociación. Antes de la pandemia, “estábamos en 50.000 clientes diarios”. Es por ello que, también debido a la implantación de estrategias como el teletrabajo, se tiene que repensar el mercado como un “centro de ocio y diversión" como polo de atracción para la ciudadanía.
Educar el paladar
Uno de los proyectos que tiene sobre la mesa el Mercado de la Boqueria es el de reconvertir parte de sus puestos de forma parcial en espacios de cata de productos frescos, por lo que se está trabajando en hacerlos más grandes, con el fin de hacer compatible la venta y la cata. De esta forma, se pretende incentivar la compra por medio de la experiencia directa del cliente con el producto. El problema está, explica el vicepresidente, en que las paradas no pueden crecer más allá del espacio delimitado con el que cuentan, por lo que algunos paradistas han apostado, por ejemplo, “por poner barras con los taburetes hacia dentro", explica Mas. Actualmente, en la Boqueria hay cinco restaurantes o espacios de degustación. El vicepresidente de la Asociación de Comerciantes considera, sin embargo, que deberían ser “el 30% de los 220 puestos que tiene el mercado”.
Precisamente, uno de los proyectos que se presentó y que fue denegado era crear un espacio de “cata de productos a diferentes cocciones en la plaza de la Gardunya”. Se trata de un emplazamiento urbano “muy degradado” con el que convive el día a día del mercado. Jorge Mas lo resume de la siguiente forma: “No hay vida”. En este espacio pasan las horas grupos de mendigos, sentados al lado de turistas que comen un bocata de jamón. En los próximos meses la Boqueria definirá de forma definitiva el modelo que quiere para los próximos años, con la ambición de ser un espacio en el que convivan todos los clientes, en una combinación precisa de tradición y internacionalidad.