En marzo de 2020, Edu R. Guirao ya tenía el resto del año planificado: cumplir con todos los entrenamientos y competiciones de la temporada ciclista, que justo acababa de empezar, y convertirse en profesional de la bici por carretera. Pero entonces estalló la pandemia, dictaron el confinamiento total y tuvo que suspender los entrenamientos en la calle. “Al principio entrenaba en casa, con la esperanza de que podríamos volver a competir en verano, pero me sobraba tiempo, así que busqué otra forma de entretenerme y me puse a hacer pan”, recuerda este joven ciclista de 23 años, residente en un pueblo del Maresme. ¿Por qué pan? Aún lo sabe muy bien.
“Siempre me habían atraído las masas: masa de pizza, de empanada... pero lo de ponerme a hacer pan fue un poco sin querer. Me divertía y, además, era una forma de minimizar las salidas al supermercado”, explica Edu desde la cocina de la casa familiar, en Cabrera de Mar (Barcelona). Es cierto que su abuela materna alguna vez había hecho pan y les hablaba de cómo hacerlo, pero su fuente de aprendizaje fue totalmente autodidacta. “Miraba vídeos en YouTube y hasta llegué a comprar algun libro”, comenta Edu.
Edu R. Guirao, colocando los panes recién hechos / LENA PRIETO (CG)
Primeros pedidos
Su nueva afición pilló por sorpresa a sus padres y hermanos, que se convirtieron en los principales degustadores de todo lo que salía del horno: pan de aceitunas, multicereales, de espelta, integral... “Siempre me decían que estaban buenos, claro, qué van a decir, son tu familia, pero aprendí a ser crítico conmigo mismo y preguntarme cómo podían mejorar”, comenta Edu, mostrando los frascos de cristal donde guarda los diferentes tipos de harinas y semillas que utiliza para elaborar las masas.
Cuando llegó el verano y el confinamiento aflojó, Edu decidió que era el momento de dejar probar algunos de sus panes a sus amigos y familiares cercanos. Con la ayuda de su hermano, crearon una cuenta en Instagram (Pan Ribas) con el fin de promocionar sus creaciones y empezaron a llegar los primeros pedidos, que Edu entregaba personalmente una vez a la semana. “La más popular era la hogaza de aceitunas”, recuerda Edu, que por aquel entonces había reanudado los entrenamientos de bicicleta.
Fin del sueño ciclista
Pero entonces llegó septiembre y fue cuando tuvo que aceptar que su sueño de convertirse en ciclista profesional se había truncado para siempre. “El último año en la categoría sub-23 es definitivo para entrar a nivel profesional y yo no había podido mantener el ritmo por culpa de la pandemia”, se lamenta.
En lugar de deprimirse, Edu apostó por dar un giro a su carrera. Lo suyo a partir de ahora iba a ser hacer panes, así que se puso a buscar un curso de panadero. Después de considerar varias opciones, se decantó por la formación del Gremi de Flequers de Barcelona, uno de los más prestigiosos de España, según él. “Además, tiene una bolsa de trabajo muy activa”, comenta.
Clases profesionales
A las pocas semanas de empezar, Edu se rompió la pierna jugando a fútbol con unos amigos y tuvo que dejar las clases a la mitad. “Fue empezar con mala pata”, se ríe. Pero al cabo de un mes regresó a las clases con entusiasmo y motivación, llenando la despensa de su casa con las creaciones que hacían en la escuela: baguettes, pan de molde, donuts, croissants, magdalenas... “Dedicaba la semana entera a hacer pan”, dice Edu, que al salir de clase se ponía a hornear hogazas para venderlas a sus amigos y familiares.
Ahora que ya se ha graduado, le gustaría encontrar empleo en una panadería de la zona para ganar experiencia. “Es complicado pero espero conseguirlo pronto”, comenta, optimista.
Auge de la cultura del pan
Sabe que el oficio de panadero es sacrificado --”hay que levantarse temprano, aunque no tanto como antes, porque ahora se pueden dejar las masas en la nevera y no tienes que trabajar toda la noche”--, pero no le importa, porque está convencido de que es su pasión. “Mis amigos me siguen pidiendo pan, así que supongo que lo estoy haciendo bien”, dice Edu, que confía abrir su propio negocio en el futuro.
Está convencido de que en nuestro país cada vez hay más cultura del pan y la gente se ha vuelto más exigente, a pesar de aún se siga comprando tanto el pan de gasolinera. “A eso lo llaman pan porque lleva harina, pero en realidad es otra cosa”, bromea el futuro panadero. La bici, dice, se ha convertido en un hobby: “ahora salgo con los amigos del pueblo, muchos se han comprado bicis. Pero si llueve y hace mal tiempo, me quedo en casa, no como antes. La bici es para divertirse”.