Cierra definitivamente el último prostíbulos de Tarragona, La Riojana, tras 60 años de actividad.
Los motivos por los que el club dice adiós son, entre otros, los estragos que ha dejado la pandemia y las exigencias de las Administraciones.
En sus inicios, un bar de camioneros
El local, situado en la carretera N-340 de Tarragona, tiene como actual encargada a Esther, quien cuenta para el Diari de Tarragona que llegó al prostíbulo con una amiga, hace 40 años: “Lo recuerdo perfectamente, tenía 20 años, pasamos por aquí, lo vimos y nos quedamos”, explica.
La Riojana, que toma este nombre por los orígenes de su fundadora, nació como un bar de camioneros y se convirtió en un prostíbulo por petición de los clientes. Según Esther, por el club han pasado personas influyentes de la ciudad. “Eso sí, jamás en la vida daría nombres. Aquí también se nos conoce por ser muy discretos. Ver, oír y callar”, apunta la encargada.
La pandemia pasa factura
Tras 60 años funcionando, el local se ve obligado a bajar la persiana. Los motivos del cierre son varios: “La propietaria ya tiene edad de jubilarse y, además, la pandemia nos ha hecho mucho daño”, explica Esther, quien añade que, además, las instituciones les “exigen demasiado: que si un médico, que si una empresa de seguridad, que si cualquier cartel debe estar homologado…”, se queja.
Finalmente, los propietarios han decidido vender el club. Esther explica que hay gente interesada en quedarse el inmueble, pero el ayuntamiento les está poniendo “alguna que otra traba”.
El debate sobre la mesa
La prostitución es un tema de debate controvertido. Esther admite sobre este trabajo que “es un dinero rápido de ganar, pero no fácil” y añade que “la gente que está en contra de la prostitución debería conocer” cómo se trabaja para opinar”.
La encargada de La Rioja ha explicado también para la prensa de Tarragona cómo era el perfil de las mujeres que trabajaban en el local cuando ella aterrizó en este mundo: ”Eran personas que querían tirar adelante con su casa y su familia. Lo cierto es que, ahora, la cosa ha cambiado y hay muchas mujeres que lo hacen por necesidad”, apunta