La fiscalía y la acusación particular han defendido este miércoles que el móvil del crimen de una menor de 13 años, Laia, que conmocionó Vilanova i la Geltrú en 2018, fue sexual. En sus informes finales, tanto la representante del ministerio público como el abogado de la familia, Juan Carlos Zaya, han expuesto que el acusado, Juan Francisco L., introdujo a la pequeña en su domicilio para agredirla sexualmente y, posteriormente, la mató.
El hombre, de 46 años, autor confeso del crimen, alega homicidio imprudente, al estar bajo el supuesto efecto de las drogas. También alterado por el estado terminal de su madre, que falleció al día siguiente, en junio de aquel año. Para desmontar su versión, la fiscal ha recordado que 40 de los 42 testigos que han comparecido ante el Tribunal del Jurado en la Audiencia de Barcelona rechazaron que este mostrase una conducta extraña aquella fecha. "Dijeron que lo vieron 'perfectamente normal'. ¿Todos están contra él?", ha inquirido.
Bolsas de basura tras el crimen
"Nadie vio signos de euforia o excitación, sino que estaba perfectamente duchado", ha continuado el letrado de la familia de la víctima, quien ha reprochado a Juan Francisco "la escena de las bolsas". Y es que tras cometer el crimen --según este, al confundir a la niña con un presunto intruso al divisar "una sombra" en la oscuridad de su habitación-- salió a la calle con unas bolsas de basura, tras limpiar los restos de sangre con lejía y meter el cuerpo en un armario.
Ante la sala, el acusado manifestó que su intención era acudir a la policía. Algo que nunca hizo, solo tiró las bolsas en una zona alejada de su vivienda. "Tiene cinco contenedores delante de casa, pero se fue lejos", ha expuesto Zaya, "todo para que la policía no las encontrase". En esos instantes interactuó con dos personas, que también declararon haber visto al hombre con una actitud "normal", y no que estuviera "borracho o drogado".
Deshacerse del cuerpo
Letrado y fiscal también han expuesto que la intención del acusado era deshacerse del cadáver, aunque "le faltó tiempo". Lo avalarían una maleta y un carrito, con "gran cantidad de sangre", ha expuesto Zaya, donde trató de ocultar el cuerpo, que primero escondió en el armario de su habitación y luego, bajo su colchón. También que Juan Francisco limpiase la casa con lejía. "Estaba en sus labores de hacer desaparecer el cadáver cuando le llaman [a la puerta]. ¿Esa es la actitud de alguien que no sabe lo que está haciendo o que sí?", ha deslizado al jurado.
Y es que los tíos de Laia acudieron a la vivienda, en el 1º 1ª del 26 de la avenida Cubelles del municipio para preguntar al hombre si sabía algo de la pequeña. Decenas de vecinos se habían desplegado por la zona para buscarla, después de que esta desapareciese tras salir de casa de sus abuelos, un piso más arriba, para subirse al coche de su padre, que esperaba en la misma calle, pero no llegó a salir del portal. Esa primera vez que abrió la puerta, Juan Francisco dijo no saber nada, pero uno de los familiares de la víctima decidió volver una segunda vez a la vivienda, ante la pasividad del ahora autor confeso del crimen. Fue así como localizó el cuerpo de la niña bajo el colchón.
Muerte por asfixia
Según la tesis de la defensa, se trataría de un homicidio porque, en el grado de intoxicación del acusado --por beber cerveza y consumir cocaína--, habría confundido a la pequeña con un ladrón. Ante la situación, este acudió a la cocina a por dos cuchillos, pero la autopsia certifica la muerte por asfixia. Asfixia con las manos y por la presión de una correa de perro que encontraron en el cuello de la pequeña. "Es la forma más personal de matar. El que mata está viendo a la víctima y no es una muerte instantánea, es lenta y agónica. Todo esto nos lo han dicho los forenses", ha expuesto la fiscal.
Zaya también ha desmontado la tesis del supuesto intruso al recordar que era muy improbable, sino imposible, confundir a la niña, de 37 kilos de peso, con un atacante, y es que Juan Francisco --de 1,79 metros y 95 kilos-- detalló que trató de "defenderse con todas sus fuerzas" ante la presencia de una "sombra" en su domicilio. A la niña "se le produjo gran sufrimiento, decenas de golpes y heridas en la cara, el tórax y la espalda", ha continuado el ministerio público, algunas antes y otras después de matarla.
Móvil sexual
El móvil, han coincidido ambas acusaciones, habría sido sexual. "A una niña, convendrán, no se la coge para robarla, tampoco para jugar, y en este caso tampoco para secuestrarla y pedir un rescate, sino para agredirla sexualmente", ha señalado la fiscalía. "¿Por qué? Las preferencias sexuales [del acusado] parece que son amplias, pero incluyen a las niñas". Para sustentar la afirmación ha recordado que el vaciado del teléfono de este permitió encontrar búsquedas de "niños follando con adultos", con hasta 13 enlaces diferentes. También de sexo "con chinas" --país de origen de la menor y donde había residido el hombre--.
El cadáver de la pequeña apareció semidesnudo: sin el pantalón. "Él --durante su declaración-- aportó una explicación que ofende a la inteligencia: que 'igual se le había desabrochado un botón y se cayó'", ha recordado. También tenía semen y sangre de la niña en sus calzoncillos, y el cuerpo presentaba una lesión de carácter sexual, según han certificado los forenses.
Prisión permanente
Por todo ello, la fiscalía y la acusación particular solicitan prisión permanente revisable para Juan Francisco. Tras la exposición del informe definitivo de la defensa este miércoles, el juicio quedará pendiente del veredicto del jurado.