Hace exactamente 100 años, los principales fabricantes de bombillas de Estados Unidos, quizá influenciados por una publicación dedicada a la publicidad que aseguraba que “un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios”, crearon una agrupación con la idea de fijar los estándares de producción y venta, y limitar el período de vida de cada bombilla hasta un máximo de 1.000 horas, a pesar de que garantizaban 2.500 horas de vida útil.

Fue así como nació la obsolescencia programada, aunque el término surgió en 1954. El diseñador industrial Brooks Stevens lo definía como “instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.

 

¿Qué es la "obsolescencia programada" ? FRANCISCO SHIBATA

Cómo funciona

Para el profesor y director del Máster en Energías Renovables y Eficiencia Energética de la Universidad Nebrija, Juan José Coble Castro, la obsolescencia programada “consiste en recortar deliberadamente, en origen, en diseño, en fabricación, el período de vida de un producto para incentivar su consumo”.

Explica que para conseguirlo se puede incluir un dispositivo interno para que el aparato llegue al final de su vida útil después de un cierto número de utilizaciones, como por ejemplo el chip que cuenta el número de copias en las impresoras de algunas marcas. “Su objetivo es siempre incentivar el consumo”, señala.

 

Realidad, no quimera

Algunos estudios han comprobado la existencia de la obsolescencia programada en los productos. Por ejemplo, en 2016 se publicaron los resultados de la investigación realizada por la Universidad de Berlín y el Öko-Institut. El informe destaca que “el porcentaje de los electrodomésticos que se deben reemplazar en sus cinco años de vida se ha duplicado entre el año 2004 y el 2012. Se ha pasado del 3,5% en 2004 al 8,3% en 2012”.

Por otra parte, algunos consumidores utilizan foros, como es el caso de Yoreparo.com, donde se comparten diversos consejos con el fin de aumentar la vida útil de impresoras de diferentes marcas. Entre las respuestas más comentadas se habla de cómo reiniciar los diferentes chips instalados en las máquinas.

Beneficios para empresas

Para Coble, la teoría económica que apoya a la obsolescencia programada se basa en que las empresas deben mejorar la I+D+i de los productos que fabrican de forma continua y permanente. “El consumidor pasa de ser una persona que necesita solucionar un problema adquiriendo un bien o producto determinado, a ser un recurrente comprador de productos de un fabricante que busca ventas permanentes”, explica.

Una mano se levanta entre montones de chatarra electrónica / CHANGE.ORG

Esta venta continuada puede dar un estímulo a la economía y, por lo tanto, generar más puestos de trabajo. No obstante, el fabricante se arriesga a que los cambios en las leyes lo penalicen por la generación de residuos. “Esta mirada empresarial cortoplacista hace suyo el dicho de que ‘si hay pasta, con eso nos basta’”, insiste Coble.

Perjuicios para consumidores

Para el profesor de la Universidad de Nebrija, la obsolescencia programada es “sencillamente un engaño al consumidor y nos sitúa a todos, como sociedad, en un sistema productivo y de consumo insostenible”. Principalmente por la cantidad de residuos generados, ya que cualquier economía se verá perjudicada por el daño ecológico que estos causan.

Además, los clientes difícilmente volverán a fiarse de los productos que pone en el mercado el fabricante, el cual, explica Coble, está más preocupado en que fallen sus equipos para vender más que en ofrecer un servicio de calidad y duradero. “Y así las infinitas nuevas versiones de los productos que el consumidor adquiere deberían ser siempre mejores y más eficientes, lo cual tampoco es cierto, y las empresas prosiguen su escalada ascendente en la mejora de sus cuentas de resultados”.

Cajas de residuos amontonadas en un basurero / PEXELS

Combate al fenómeno

Ante los perjuicios que puede provocar la obsolescencia programada, el Consejo Económico y Social Europeo (CESE) aprobó en el 2013 un dictamen sobre la duración de la vida de los productos e información al consumidor, el cual aboga por la prohibición total de los productos cuyos defectos se calculan para provocar el fin de la vida útil del aparato, así como que faciliten su reparación dando esta posibilidad técnica, además de aportar piezas de recambio y un manual que detalle la posibilidad de la reparación.

A su vez, propone un etiquetado sobre la duración de vida o el número estimado de utilizaciones de los productos para que el consumidor pueda escoger en el momento de la adquisición con pleno conocimiento de causa. Coble, por su parte, sugiere que se incluya “la fecha hasta la que estarán disponibles los recambios en los servicios técnicos y talleres de reparación una vez deje de fabricarse. De este modo, un consumidor, al comprar cualquier producto, podrá comparar con las etiquetas de productos similares de otras marcas y decidir cuál es el que le ofrece mejor relación calidad/precio con base en estos aspectos”, concluye.