La Casa de Tócame Roque (“donde vive mucha gente y hay mala dirección y el consiguiente desorden”, dice la RAE) existió en el Madrid del siglo XIX en la calle Barquillo. Algunos creen que ha resucitado en el Paseo del Prado 18, sede del Ministerio de Sanidad, por el que han pasado en democracia un carrusel de 24 ministros, siete más que en Interior o Educación.
Su sillón de mando podría parecerse a una patata caliente. Algunos lo han buscado como trampolín y han durado cuatro saltitos. Así ha pasado en las últimas décadas, con casi un ministro por año desde 2010. Hace dos décadas que ninguno permanece en el cargo los cuatro años que suele durar una legislatura.
Bastión franquista
Cronistas e informadores del mundo sanitario consideran que este edificio, de inspiración mussoliniana, ubicado en frente del famoso museo, “da para un novelón”. Empezando por sus fantasmas franquistas: Solís Ruiz, Girón de Velasco, el anexo del diario Pueblo de Emilio Romero o el pasaje dedicado al maestro Tellería, autor de la música del Cara al Sol y del Himno de la Legión.
Si sus paredes hablaran contarían que, entre brazos en alto, aquí se promulgan leyes laborales de gran calado para crear la Seguridad Social moderna, las magistraturas de trabajo, el Seguro de Enfermedad, el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez o el Instituto de Medicina e Higiene y Seguridad en el Trabajo.
Pionero imprudente
El populoso edificio, con cafeterías, cajeros, estanco hasta 2005 y vivienda para ministros, ostentó en su fachada el yugo y flechas. Las eliminó Adolfo Suárez en 1977 cuando creó el departamento y puso al frente a Enrique Sánchez de León.
A este abogado extremeño apenas le dio tiempo a crear el Insalud. Unas declaraciones diciendo que iba a acabar con los médicos “tarugos” (que aceptan incentivos) originó una revuelta de los colegiados que forzó su dimisión.
Bichito peligroso
Los ministros ucedistas pasaron deprisa. Le sucedió el jurista leridano Juan Rovira Tarazona, encargado de regular la donación de trasplantes de órganos por primera vez en España. Cesado en 1980, dio paso a Alberto Oliart, que ocupó el cargo durante otro año.
Leopoldo Calvo-Sotelo nombró a Jesús Sancho Rof. Duró diez meses. Fue fulminado tras crispar a la población al asegurar, según publicó El País, que el causante del trágico Síndrome Tóxico era “un bichito que se cae al suelo y se mata”, una de las frases más recordadas de la historia de la democracia.
Míster Sida
Felipe González inició una nueva etapa. Designó a Ernest Lluch, que lideró la cartera durante cuatro años. Asesinado por ETA en noviembre de 2000, se le considera padre intelectual de la Ley General de Sanidad de 1986, que pone las bases legales para la universalización de la atención sanitaria.
Julián García Vargas, su sucesor, era conocido por sus homólogos europeos como Míster Sida por su lucha sin cuartel contra el VIH. Batió el récord de permanencia, 4 años y 8 meses. Le relevaron Julián García Valverde y José Antonio Griñán. Culminó la etapa socialista la primera mujer a cargo de la cartera de Sanidad en democracia, Ángeles Amador.
Huesos de vaca y payasos
El Gobierno de José María Aznar trajo a José Manuel Romay, Celia Villalobos y Ana Pastor, una de los solo cuatro ministros con formación sanitaria. Llegó de apagafuegos para sustituir a Villalobos, entonces figura en alza del PP. La crisis por el llamado mal de las vacas locas se la llevó por delante. Para la historia quedó su consejo a las amas de casa de no consumir caldo con huesos de vacuno. Un hito que desató una comprensible alarma social.
Sanidad ha sido también la última etapa de las carreras políticas de la popular Ana Mato, quien dimitió en 2014 tras ser imputada en la trama Gürtel por cargar al presupuesto una fiesta con payasos para sus niños. O de la socialista Carmen Montón, obligada a renunciar en 2018 tras descubrirse que había plagiado su tesis universitaria.
Vacunas vanas y Excálibur
En la época de Zapatero, el científico Bernat Soria llegó con grandes expectativas al ministerio. No duró ni dos años. Más fugaces aún fueron las dos últimas ministras de aquel gobierno: Trinidad Jiménez y Leire Pajín. Zapatero envió a la primera a conquistar la Comunidad de Madrid frente a Esperanza Aguirre, pero perdió las primarias en su partido y no pudo ser. Jiménez tuvo que hacer frente a la gripe A. Zapatero autorizó un crédito de más de 300 millones para vacunas ante aquella pandemia. Por suerte, no afectó a nuestro país y solo se perdió el dinero.
Con la llegada de Rajoy a La Moncloa en 2012, los ministros populares no corrieron mucha mejor suerte. Alfonso Alonso y Dolors Monserrat pasaron sin pena ni gloria. Ana Mato tuvo que afrontar la crisis del Ébola y las duras críticas de la oposición y de los grupos animalistas por el sacrificio del perro Excálibur, propiedad de la enfermera contagiada Teresa Romero.
Casa mayor y divertida
La historia de este Ministerio pone de manifiesto su dudosa salud. En ese siglo ha sido considerado de segunda fila. Eso sí, con festivos consejos interterritoriales a los que acuden consejeros con amplios séquitos que casi nunca aprobaban nada importante.
Podemos mostró escaso interés por obtenerlo hace apenas un año. A Illa le venía de maravilla en su papel de cuota catalana y espía del Ejecutivo. El Covid-19 ha cambiado esa infravaloración con los poderes del estado de alarma obligado a declarar por el Gobierno para hacerle frente. El ya exministro del PSC animó a su sustituta Carolina Darias en el relevo: “Creo que vas a disfrutar”. Bienvenida a la Casa.