César Cabo, tras ser absuelto: "La gente sigue pensando que los controladores pedíamos más dinero"
El portavoz de USCA durante el cierre del espacio aéreo en 2010 subraya que hizo lo "correcto" y lamenta la condena a 131 de sus compañeros
20 octubre, 2020 00:00Han pasado 10 años desde que comenzase el calvario judicial de César Cabo. Este controlador aéreo (Madrid, 1972) fue la cara visible del colectivo durante la huelga de 2010, como portavoz de USCA, sindicato mayoritario. Serlo le valió, no solo críticas y señalamientos, sino que el entonces ministro de Fomento, José Blanco, desvelase lo que --en teoría-- cobraba. El pasado 15 de octubre, una juez le absolvió de una imputación penal que le acusaba de ser el instigador del cierre del espacio aéreo. Y, aunque durante la época álgida de la polémica eran decenas los espacios que se lo rifaban, tras el carpetazo a las acusaciones que pesaban sobre su espalda lamenta el silencio. “La gente sigue pensando que pedíamos más dinero, cuando lo que estaba sobre la mesa eran nuestros derechos laborales”, explica a Crónica Global.
Cabo subraya que aunque el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TJSM) le hubiese condenado, está convencido de que hizo “lo correcto” al defender los derechos de sus compañeros durante aquel paro. Lamenta, eso sí, la suerte de 131 controladores de Barajas y Torrejón, condenados a multas de entre 15.000 y 31.500 euros por un delito de abandono de servicio público, con una protesta que derivó en la declaración del estado de alarma por primera vez en la historia de España y en la militarización de la gestión del espacio aéreo. También el gestor aeroportuario Enaire --antes Aena-- ha sido declarado responsable civil subsidiario del paro.
--Pregunta: Una década después, le absuelven. ¿Cómo está?
--Respuesta: Tras una macrocausa de 10 años, pagando pena de banquillo y ahora absuelto y sin pagar las costas, es una liberación porque crees que nunca va a llegar. Tuvimos una instrucción con nueve jueces; los cambiaron ocho veces; con el Covid-19 se paró todo, y ahora, pese a la liberación, me he quedado muy planchado por mis compañeros [los 131 condenados], porque es gente muy valiente, que ha ido contra corriente. En contra de fiscalía, la empresa, y el propio sindicato [USCA], porque la línea general era que todo el mundo se declarase culpable, y al final, cuando te atreves a ser valiente, es una pena... pero quedan más vías de recurso.
--Usted también rechazó autoinculparse.
--Me reuní con la fiscal antes del juicio porque no entendía la acusación. Si te declarabas culpable, el sindicato te pagaba la multa, aunque me hubiesen quedado antecedentes, pero todo me pareció poco sólido. La sentencia dice ahora que no hay pruebas en mi contra; que no formaba parte de la cúpula sindical, y que mi puesto de portavoz y secretario de comunicación no tenía ninguna capacidad de decisión. La fiscal me acusaba de incitar a mis compañeros al abandono [de sus puestos de trabajo], pero yo no hice ninguna declaración en ese sentido, y ni acusaciones ni fiscalía aportaron nada al respecto.
--¿Cómo ha afrontado el periplo judicial?
--Relativamente bien, aunque es algo que tienes en la cabeza de forma constante. Cuando te dicen que hay que firmar una conformidad y tú decides que no y te metes en el juicio… por mucho que sepas que eres inocente, eso no es garantía de que te absuelvan. Es así de triste. Son momentos de estrés, porque no había tenido ningún juicio en mi vida, y espero no tener ninguno más. Ahora me he quedado muy tranquilo y, de todos modos, aunque me hubieran condenado, sé que he hecho lo correcto. Me parecía que autoinculparme de haber sido el cabecilla de algo que no hice, cuando estaba defendiendo a mis compañeros, era destruir todo el trabajo hecho como portavoz.
--La pena de banquillo no se la quita nadie.
--Con el altavoz de los medios de comunicación que compraron el discurso simplista del Gobierno --presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero-- que sostenía que [los controladores] querían ganar más dinero, algo así como 'por eso la montan, y que no vuele la gente'.
--En su caso, el ministro de Fomento de la época reveló además su supuesto salario como controlador.
--Sí, eso fue en 2011, y me fui corriendo a ver mis nóminas porque a mí esas cifras ni me sonaban. Ahora seguramente esas formas políticas nos parecerían medianamente razonables. Es terrible.
--Una vez absuelto, ¿pedirá una compensación por daños morales?
--Hay quien me lo ha sugerido, pero ni si quiera he hablado con mis abogados y no creo que me la concediesen. Nosotros hemos ido a juicio y se ha condenado a muchos compañeros y otros se han autoinculpado para reparar daños morales a gente que no pudo volar entre el 3 y 4 de diciembre [de 2010], pero ¿no hay daños morales para una persona a quien se manda a juicio y que pasa 10 años acusada? No quiero frivolizar, es cierto que hubo gente que no llegó al entierro de un familiar, y empatizo absolutamente con algo que fue terrible, pero también tengo derecho a una reparación tras ser portavoz de un colectivo profesional que se vio inmerso en una vorágine, cuando te convierten en una especie de punching ball --saco de boxeo--.
--Tras su absolución, en redes sociales hubo quien le tildó de “golfo” por la condena a 131 de sus compañeros.
--Sí, han dicho que les llevé al agujero mientras yo había salido indemne. No es para tomarlo en serio, pero a uno le echan mucha tierra encima que luego nadie viene a quitar y, cuando te das cuenta, estás enterrado. En su época recibí amenazas de muerte; era de [película de] terror. La virulencia en las redes es bastante espeluznante y estoy convencido de que es peor ahora que en 2010-2011.
--Durante todo este tiempo, ¿ha contado con el apoyo de sus ‘colegas’?
--Bueno… de bastantes compañeros [ríe]. De la gran mayoría de ellos. Podría cuestionar un poco el enfoque sindical que se hizo. No comparto la línea de que [los controladores] se declarasen culpables. Yo hubiese ido a juicio, que era un riesgo, quizá mayor, pero creo que había suficientes elementos para que, si no todos, la gran mayoría hubiesen salido absueltos, como yo. Pero respeto absolutamente la decisión de cada uno, porque las presiones han sido muchas, y hay gente que lo ha pasado muy mal.
--¿Qué tipo de presiones?
--Hay un antes y un después. Los controladores no somos los mismos. Ha habido de todo: muchísima gente en terapia, divorcios, personas que han dejado el trabajo de repente; sensación de acoso laboral porque la relación con la empresa [Aena, ahora Enaire] sigue sin ser la deseada, por así decirlo, y eso pasa factura, pero la gente lo simplifica.
--¿Qué poso cree que ha quedado sobre el colectivo?
--Que fue un tema salarial, cuando jamás lo fue. Aunque hay de todo, hay gente que también entendió que era una reivindicación laboral, pero al final queda en la percepción general que era un tema de dinero. En nuestra sentencia, cuando habla de los imputados, se recogen nuestros salarios, y me parece que eso es totalmente irrelevante, pero la fiscal se cebó con esta cuestión. Nóminas que nos pagaba la empresa, no eran sobres en b. El sentir fue que si tienes un convenio pactado no importa, porque por encima están los intereses políticos.
--La reivindicación era respetar la jornada laboral fijada.
--La gente sigue pensado que aquel 3 de diciembre [de 2010] los controladores se fueron y dejaron su puesto con los aviones en el aire porque pedían más dinero. Ni nadie se levantó, ni ningún militar tomó el control por ello. El problema fue que ese día [el Gobierno] aprobó un decreto [ley] que decía que si tú tenías una jornada anual de 1.500 horas, como estas ya se habían agotado, en vez de pactar horas extras, deciden, de forma unilateral, cambiar las condiciones, y hacer que si alguien había estado de baja por enfermedad, por ejemplo, durante seis meses, pues que tenía que realizar esas 1.500 horas en los seis meses siguientes, y todos entendemos que eso es una barbaridad, pero eso ni trascendió. Se aprobó durante el fin de semana que se celebró la Cumbre Iberoamericana, y el Rey firmó el decreto de militarización y, al día siguiente, un sábado, se celebró un pleno extraordinario en el Congreso.
--Ustedes advirtieron de que forzar a los controladores a superar las horas marcadas por convenio entrañaba riesgos para la seguridad.
--El decreto te resuelve el problema [de la plantilla], pero nadie tiene en cuenta que si a un conductor escolar, por ejemplo, que tiene que parar cada cuatro horas, le fuerzas a seguir con su jornada y tiene un accidente, pueden morir los pasajeros. --Ante la falta de personal, y con los trabajadores habiendo superado las horas fijadas-- lo resolvieron [el Gobierno] así, pero hacerlo a las bravas y cargándose la legislación laboral no es de recibo. Ese mismo día finalizaba la ayuda de los 400 euros y fue un argumento simplista de un gobierno de izquierdas que mete en cintura a los ricos.
--Habla de una cortina de humo.
--No olvidemos que al poco tiempo se privatizó el 49% de Aena y salió a bolsa a cuarenta y pico euros la acción. Semanas después había subido a más de 100. Es una reflexión, aunque no puedo demostrar nada, pero creo que cabría analizar algo más allá de que los controladores son unos caraduras.
--¿Cuáles han sido las consecuencias laborales de aquel paro?
--Ha afectado mucho psicológicamente y el ambiente en el trabajo nunca ha vuelto a ser el mismo. Todo es más complicado. Con la empresa no ha sido fácil tener una relación laboral, han seguido apretando. No han contratado a gente en muchos años, la plantilla ha ido envejeciendo y somos los que tienen la media de edad más alta de Europa. Luego ha venido el Covid-19 y la reducción del tráfico aéreo, pero confiamos en que esto pase y la actividad económica recupere poco a poco el tono.